“BASCONGADOS E LATINADOS”. UNA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA SOCIOLINGÜÍSTICA DEL ALTO NERVIÓN (y IV)

Tercera parte

7. Euskera y castellano: historia de una relación

Según parece, cuando las familias dejaron de hablar euskera con sus nuevos miembros, el abandono de la lengua fue casi total, pasando a ser usado solo de forma esporádica en las relaciones con los vecinos incluso entre aquellas personas de cierta edad que lo hablaban perfectamente. Esto es lo que ocurrió en Baranbio y, en menor medida, en Laudio/Llodio. ¿Ocurrió lo mismo en aquellas localidades en las que el euskera se abandonó con anterioridad? No tenemos datos suficientes para poder afirmarlo, pero los testimonios recogidos en Laudio/Llodio a finales del siglo XVIII, así como la descripción que José Joaquín de Landazuri realizó del retroceso del euskera en Álava en aquella centuria, apuntan en el mismo sentido.

Como hemos dicho, no puede pasar inadvertido que en localidades adyacentes a las anteriores, como Luiaondo, Okondogoiena, Lezama y Astobiza, el euskera se dejó de transmitir mucho antes, sobre la década de los cuarenta del siglo XIX, aunque hubiera barrios y/o caseríos que lo mantuvieran una generación más. Es posible que la Primera Guerra Carlista, que tuvo una influencia tremenda en esta comarca, propiciara el golpe de gracia al euskera en las localidades citadas, pero no cabe duda de que para entonces ya había desaparecido de parte importante del Alto Nervión.

Por tanto, es evidente que el contexto en que se produce la pérdida del euskera no es el mismo para toda la comarca. La situación política y socioeconómica no era la misma cuando retrocedió en Laudio/Llodio y Baranbio que cuando lo hizo en Amurrio o Lezama ni cuando lo hizo en gran parte del actual municipio de Ayala. Esto es fundamental para definir cuáles fueron las causas de este retroceso. Las explicaciones monocausales, generalmente basadas en prohibiciones y agresiones externas, no constituyen un cuerpo explicativo consistente, no para este caso. Los procesos sociales nunca son tan simples sino resultado de la confluencia de distintos elementos y factores.

Según afirmaba el mencionado Landazuri en su Historia Civil de la M. N. y M. L. Provincia de Álava publicada en 1798, el euskera habría retrocedido en este lugar en décadas recientes -se deduce que de manera rápida- y debido fundamentalmente a dos razones: “el haber entrado por Curas párrocos en los pueblos de Álava personas que ignoraban este idioma o que no hacían aprecio y caso de usar de el” -y de ahí se entiende mejor la intención de Prestamero en el texto mencionado anteriormente- y el trato frecuente con los castellanos de territorios colindantes. Por otra parte, hay que señalar que, en 1768, Carlos III emitió una Orden Real para que la enseñanza de primeras letras se hiciera en castellano, del mismo modo que se tienen testimonios, como los de Cardaberaz y Mendibil, sobre el empleo de métodos coercitivos en la escuela para castigar a los niños que hablaban euskera, como el del anillo.

Posiblemente, en el Alto Nervión el euskera también experimentó un importante retroceso a lo largo del siglo XVIII, aunque no se puede pasar por alto la presencia, que no consideramos anecdótica, de escribanos castellanoparlantes monolingües en Salmantón y Menoio a finales del XVI y principios del XVII y que revela una mayor implantación de lo que se creía por parte de este idioma. En cualquier caso, si hubo coincidencia en la cronología puede que también la hubiera en las causas. No es más que una hipótesis, ya que no tenemos datos en ese sentido. Sin embargo, sí que es más constatable la segunda de las razones expuestas por Landazuri, si bien nosotros optamos por reformularla: no fue solo el contacto con territorios castellanos (las relaciones de Ayala con el valle de Mena, por ejemplo, se retrotraen a la Alta Edad Media) sino la presencia del castellano en el seno de la comarca como lengua habitual e incluso nativa de parte de la población desde antiguo. Los “latinados” habrían sido parte inherente de la realidad sociolingüística de la comarca, y además su ubicación geográfica, los habituales contactos con comarcas como Valdegovía o la Bureba y el ejercicio de profesiones como la arriería debieron resultar un buen incentivo para aprender el castellano en el caso de aquellos cuya lengua nativa fue el euskera. Por no hablar de la carrera administrativa o la militar, en la que tantos nativos de esta comarca hicieron mérito y carreras. El Alto Nervión fue un importante foco de expulsión de población a Castilla y América, la emigración y los contactos con parientes y paisanos establecidos en esos lugares fueron fundamentales dentro de las estrategias familiares. La posesión del castellano era una herramienta necesaria para ello. Por eso, hemos constatado que el bilingüismo fue muy habitual a lo largo de los siglos, al menos entre los varones, no necesariamente alfabetizados. Tenemos la sensación de que el aprendizaje del castellano no se producía exclusivamente en un contexto escolar y cabe cuestionarse si ello no se produjo de forma deliberada y consciente debido a las evidentes ventajas que proporcionaba saber el idioma.

Aunque no queremos presentar el retroceso del euskera como el resultado de un conflicto excluyente entre dos idiomas que coexistieron -y convivieron- en el Alto Nervión durante siglos, no podemos dejar de señalar que el retroceso se asemeja bastante al de un ejército en retirada que no deja unidades atrás, es decir, no tenemos constancia de la existencia de “islas” de euskaldunes. Siempre hay un continuum en el territorio euskaldun. Por ejemplo, Baranbio y Laudio/Llodio fueron las últimas localidades en perder el euskera nativo, ambas junto a Bizkaia y, de hecho, separadas por Orozko, donde nunca se perdió. Esta proximidad geográfica puede manejarse como factor explicativo para su mayor resistencia en comparación con otros lugares del Alto Nervión[1]. Pero, claro está, esta misma lógica sirve para afirmar que la proximidad a ámbitos castellanoparlantes favoreció la expansión de esta lengua.

Hemos visto la existencia, en el Alto Nervión, en distintos lugares y distintas épocas, de euskaldunes monolingües, castellanoparlantes monolingües y bilingües. Pero son, en general, testimonios de un alcance limitado, fotos fijas sobre unos pocos individuos a partir de los cuales aventuramos hipótesis; realmente no tenemos los datos suficientes para realizar una descripción precisa de las comunidades lingüísticas presentes en la comarca. En este sentido, y como señala O. Álvarez Gila, la capacidad de expresarse en un idioma de forma suficiente no implica la existencia de un bilingüismo social ni que el hablante considerase esa lengua como propia.

¿Podemos decir que existió un bilingüismo social en el Alto Nervión? Los indicios sugieren la existencia de un elevado bilingüismo individual. Nosotros consideramos que, si tomamos la Tierra de Ayala en su conjunto, que formaba un ente jurisdiccional con sus propias instituciones y era a su vez una hermandad en el seno de Álava, situaciones como la descrita para 1588 sí pueden reflejar la existencia de un bilingüismo social, entendiendo éste como aquella situación en la que se utilizan ambas lenguas y en la que conviven monolingües de una y otra lengua junto a otros bilingües. No sabemos hasta qué punto esta situación podía darse incluso en una misma localidad. En otros lugares, como en Laudio/Llodio, el castellano solo sería conocido por una minoría, mientras que en Urduña/Orduña se estaría produciendo la situación contraria. El panorama lingüístico es muy complejo en el seno del Alto Nervión.

¿Puede definirse esta situación como diglósica? Fue J. Fishman quien consideró que la relación entre dos idiomas distintos podía ser diglósica al igual que la existente entre dos variantes -clásica y vernácula, por ejemplo- de una misma lengua. En este esquema, una de las lenguas se encuentra en una posición dominante respecto a la otra. D. Escribano considera que en Euskal Herria no habría dos comunidades lingüísticas sino una separación de clases entre unas élites bilingües y unas masas euskaldunes monolingües, de manera que solo aquellas estarían en una situación de diglosia. Esta relación se habría invertido posteriormente, ya que a medida que se fue extendiendo el castellano muchos vascoparlantes dejaron de transmitir la lengua, de modo que fueron precisamente los euskaldunes que mantuvieron el idioma quienes pasaron a estar en una situación de diglosia.

En nuestro caso, hay que realizar algunas matizaciones. Es cierto que, en ese marco situado a caballo entre los siglos XVI y XVII, nos encontramos con una serie de personajes pertenecientes a la élite que, como hemos visto, eran bilingües. Pero también parece serlo mucha de la gente que fue interrogada en aquellos pleitos de que nos hemos ocupado. El bilingüismo no era patrimonio exclusivo de la clase dominante, sino algo bastante extendido, al menos entre los hombres, y no se explica por su aprendizaje en un contexto educativo formal, ya que muchos no sabían siquiera firmar. Pero, como decimos, el panorama es complejo, ya que en Laudio/Llodio sí es posible que el castellano solo fuera conocido por las élites, mientras que otros notables como Pedro y Cristóbal de Menoyo desconocían el euskera. Además, como sugieren algunos testimonios históricos, y como manifiesta la propia toponimia de la comarca, algunas zonas del Alto Nervión fueron predominantemente castellanas, de manera que muchos monolingües de una y otra lengua pertenecían a la misma clase social. La complejidad y heterogeneidad de esta comarca obligan a huir de cualquier tipo de generalización.

Por otra parte, Fishman dibuja cuatro situaciones sociolingüísticas, una de las cuales sería la del “bilingüismo sin diglosia”, en la que no existiría una compartimentalización entre ambas comunidades que pudiera proteger la lengua del hogar de la lengua de prestigio, de manera que ésta va usurpando espacios a aquella. Es por eso que dicho autor considera que se trata de una fase transicional. D. Escribano es crítico con los postulados de Fishman y considera que muchos euskaldunes simplemente abandonaron su lengua cuando aprendieron castellano -o francés- y que, si no lo hicieron antes, fue básicamente porque no habían podido hacerlo, porque no sabían otra lengua. Es cierto que su análisis se basa, como el de X. Erize, en el retroceso experimentado por la lengua en el último siglo y medio. Pero, en cualquier caso, esta última postura no se corresponde en absoluto con lo que hemos observado en el Alto Nervión. 

En este sentido, la particularidad de esta comarca es que el castellano aparece como una lengua establecida en el lugar desde tiempos antiguos, no es ajeno al Alto Nervión. La notable extensión del castellano entre los siglos XVI y XVII sugiere un notable arraigo de este idioma. Pero no puede dejar de advertirse que ello no supuso la desaparición inmediata del euskera. Más de doscientos años después de que ningún vecino de Lezama necesitara intérprete para declarar ante unos receptores castellanoparlantes la lengua vasca seguía viva en la localidad. Según señala X. Erize: «la lengua vasca ha pervivido por el apego mostrado por sus hablantes en un contexto muy desfavorable; o, dicho en otras palabras, porque el sistema etnolingüístico del área vascófona ha tenido suficiente vitalidad como para pervivir a lo largo de los siglos y adaptarse a las nuevas situaciones«.

Este autor considera que la pervivencia del euskera no es fruto de una simple inercia sino que se produce mientras ser vascoparlante se considera un valor en el seno de la comunidad. El euskera se transmitiría en el seno de la familia y el conjunto de agentes de socialización de primer grado. Pero, al mismo tiempo, la población asumía la necesidad de aprender el castellano. Saber este idioma era imprescindible para poder emplearse en la administración, en el ejército, en el comercio, en las Américas, etc. Erize también menciona las burlas y castigos que se producían en la escuela o el servicio militar por no conocer ese idioma. Pero todo ello sin cuestionar en absoluto su idioma materno[2]. Por lo tanto, “la clave de la pérdida de la lengua vasca es la desintegración de su comunidad lingüística” con la pérdida de confianza en su idioma, lo que se produce en el momento en que ser vascoparlante deja de percibirse como un valor y se considera un obstáculo.

A pesar de que hemos visto en Ayala la convivencia de vascoparlantes y castellanoparlantes monolingües, en sus libros de actas no aparece ni una sola referencia a la cuestión lingüística. Lo más probable es que esta cuestión se resolviera mediante el empleo del castellano, idioma que parece comprender la mayoría de varones adultos. Pero la cuestión de fondo es que nos hallamos ante entidades territoriales definidas, que tienen unas instituciones y unos oficios públicos -Junta General, Ayuntamiento, alcaldes, diputados, alguaciles, etc.- en los que se integran personas que hablan distintos idiomas en una situación que se alarga durante siglos. En este contexto desfavorable, el euskera no hubiera sobrevivido de no tener un importante valor en el seno de su comunidad de hablantes en una sociedad en la que el castellano estaba tan presente desde antiguo.

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[1] No deja de ser curioso que el retroceso se produjera exactamente en estos territorios alaveses pero no afectó a los barrios y caseríos de Orozko que se encuentran muy próximos a aquellas localidades. El retroceso del euskera respetó escrupulosamente los límites provinciales, sin que la actitud hacia el idioma fuese diferente en Álava y Bizkaia en aquella época

[2] Es preciso señalar que el esquema interpretativo de Erize está diseñado para la segunda mitad del XIX y primeros años del XX, lo cual nos puede ayudar para analizar los casos de Laudio/Llodio y Baranbio. El resto de la comarca perdió el euskera antes en situaciones históricas diferentes. Por ejemplo, en tiempos en que no existía el servicio militar obligatorio ni la administración del Estado liberal. En cualquier caso, no creemos que eso afecte a la valoración del idioma en el seno de la comunidad.

“BASCONGADOS E LATINADOS”. UNA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA SOCIOLINGÜÍSTICA DEL ALTO NERVIÓN (III)

Segunda parte

5. “Bascuence y castellano”: testimonios sobre la situación lingüística a principios del XIX

Otro documento bien conocido es Pueblos de Álava por vicarías, escrito por Lorenzo Prestamero sobre el año 1800 y en el que los pueblos de las vicarías de Zuya, Orduña, Ayala, Orozko y Tudela aparecen clasificados como euskaldunes, en los que serían inútiles los curas que no dominaran la lengua vasca. Los investigadores siempre han llamado la atención sobre la aparición de la vicaría de Tudela, que incluye Artziniega y pueblos cercanos, así como la de Orduña. Aunque hubiera gente que aún conociera el euskera, el castellano debía ser la lengua de la práctica totalidad de la población. Como señala A. Ibisate, es posible que Prestamero exagerara la importancia del euskera en algunas zonas para reforzar su argumento: que la Corona no podía nombrar presbíteros foráneos en detrimento de los patrimoniales de cada localidad. Situando el euskera como condición indispensable para servir en sus parroquias, se limitaba mucho el número de candidatos que pudieran optar a la plaza y así se posibilitaba el acceso a la misma de los lugareños e hijos del lugar.

En 2008 H. Knorr publicó una carta que, por aquel entonces, Prestamero envió a Wilhem Von Humboldt. Al tratarse de un documento privado, cabe pensar que el contenido no estaría condicionado como en el caso anterior y buscaría un fin meramente informativo para satisfacer las demandas del alemán. En esta ocasión, los pueblos aparecen clasificados por cuadrillas, no por vicarías, si bien en realidad se refiere a hermandades, y se dice que en la de Ayala “se habla bascuence y se hace mayor uso del romance. La sentencia no es todo lo aclaratoria que nos gustaría. Puede entenderse que el castellano se utilizaba más que el euskera, como sugieren los datos conocidos, pero también como una referencia a un creciente uso del castellano en el tiempo. Por su parte, sobre Arrastaria, Urkabustaiz, Artziniega y Zuya solamente se anota lo siguiente: “bascuence y castellano”.

En 1807, el francés Eugene Coquebert de Montbret puso en marcha una investigación sobre las características y los límites del euskera en aquella época, para lo cual escribió al embajador francés en Madrid y desde aquí a diversas personas que podrían estar bien informadas. De esta manera, el cónsul francés en Santander indicaba que el límite del euskera pasaba por Urduña/Orduña, sin más precisiones. Más completo e interesante es el informe remitido por el comerciante gasteiztarra Manuel de Llano. Éste dividió las hermandades presuntamente euskaldunes de Álava en tres grupos en función del territorio con el que confinaban: Navarra, Gipuzkoa y Bizkaia. En este último grupo figuran cinco -Zigoitia, Zuya, Llodio, Ayala y Artziniega- y señala Llano: “en todas hablan el bascuenze, y tambien el castellano, en que tengan Pueblo de gran Poblacion”. Excluye, por tanto, Arrastaria y Urkabustaiz. Por su parte, un miembro del consulado francés en San Sebastián, nombrando el límite meridional del euskera, lo lleva desde Salvatierra dans le District de Ayala, jusqu’a Orduña.

Pero el testimonio más concreto de todos es el remitido por un agente francés situado en Bilbao que describe los límites orientales del euskera de la siguiente manera: Barakaldo, San Mamés, Albia, Abando, La Venta, Alonsotegi, Arrigorriaga, Ugao-Miraballes, Arrankudiaga, Areta, Laudio/Llodio, Okondo, Luiaondo, el puente de Marquijana, Amurrio, ici on doit décrire une autre ligne inclineé vers les monts d’Altube. Suponemos que esto incluye Larrinbe, Lezama y Astobiza, además de, por descontado, Baranbio. Por lo tanto, este informante sitúa el límite básicamente en los municipios por los que transcurre el río Nervión con la excepción de Okondo y desviándose en Amurrio hacia Altube, siendo Ubidea la siguiente localidad que nombra. De esta manera, este informante dejaría fuera del ámbito de extensión de la lengua vasca localidades como Zuaza, Izoria, Saratxo, Urduña/Orduña y los valles de Urkabustaiz y Zuya, además de Artziniega, claro está.

Creemos que esta definición es coherente con lo que sabemos por otras fuentes. Es obvio que nuestra comarca ocupaba el extremo suroccidental del mundo euskaldun del momento, manteniendo ese carácter fronterizo que le había sido propio de manera secular. Otros informantes franceses mencionan Urduña/Orduña sin concretar nada y testimonios a priori cualificados como el de Manuel de Llano constatan la presencia del euskera y el castellano en lugares cuya historia sociolingüística es tan dispar como Artziniega y Laudio/Llodio, pero incluso también en Zuya, ámbitos que Llano incluye en una misma categoría, sin diferenciar entre una zona euskaldun y una castellana. Que el límite definido por el informante bilbaíno nos resulte verosímil no significa que fuera de estos límites no existieran vascoparlantes en mayor o menor número. Pero, en lo que respecta al euskera como lengua viva y cotidiana, y por ello nativa de la población que nació por aquellos años, nos inclinamos a creer que aquella descripción es bastante acertada.

Algunos testimonios sitúan Urduña/Orduña en la frontera lingüística y creemos que la situación en este lugar puede ser indicativa de lo que estaría ocurriendo en localidades próximas en las que Prestamero o Llano decían que se hablaba “bascuence y castellano” pero que quedaban fuera del límite definido por el informante bilbaíno. Sabemos que en 1810 el gobernador de Bizkaia Pierre Thouvenot ordenó investigar el patrimonio de la Iglesia, razón por la cual el ayuntamiento de Urduña/Orduña realizó varios informes sobre la situación del clero en la ciudad[1]. En uno de ellos aparecen los clérigos regulares que quedaban en el lugar: algunos eran naturales de la ciudad y se encontraban allí a pesar de tener plaza en otros conventos mientras que otros permanecían en el convento de San Francisco. Uno de éstos era Juan de Zorroza, natural de Morga de veintiocho años, quien tenía permiso del Corregidor y el Diputado General para “confesar en Bascuenze por no haber otro que sepa dho Ydeoma” en toda la ciudad. Es decir, era el único sacerdote euskaldun.

Que en 1810 fuese necesario disponer de un confesor vascoparlante en la ciudad significa que había personas que no sabían castellano o no eran capaces de expresarse correctamente en este idioma, de lo contrario no habría necesidad alguna de tener un confesor en lengua vasca. En cualquier caso, creemos que Zorroza no era el único clérigo que sabía euskera, ya que en el convento había otros procedentes de Durango y Garai. Interpretamos que, cuando se dice que no había ningún otro clérigo que supiera euskera, se refiere a los curas del Cabildo de la ciudad que estaban en activo. Pues bien, había catorce beneficiados pero en aquel momento solo tres estaban en activo como párrocos: Manuel de Herrán, Marcos de Mendibil y Rufino de Gabiña, todos orduñeses. Otros cuatro beneficiados estaban fuera y tenían nombrados capellanes que cumplieran con sus obligaciones. Por lo tanto, si hacemos caso a lo que se dice en el texto, ninguno de estos siete sabía euskera. Suponemos que la lengua no era de uso común en Urduña/Orduña en el momento de su nacimiento.

Entonces, ¿quiénes eran los euskaldunes a los que debía atender Zorroza hacia 1810? Según J. Sánchez Terradillos, citado por A. Ros, por aquella época “había artesanos y jornaleros que se expresaban mal en castellano o lo ignoraban absolutamente”. Este testimonio puede dar pie a interpretaciones que sitúen el euskera como lengua mantenida por las clases bajas frente a unas clases medias y altas que habrían adoptado el castellano, razón por la cual ningún sacerdote lo sabía. Sin embargo, ya hemos visto anteriormente cómo las élites del lugar, aunque hablasen castellano, no abandonaban el euskera si éste era el idioma habitual. Por eso creemos que la mayoría de euskaldunes desconocedores del castellano que habría en el lugar serían seguramente procedentes de otros puntos de Bizkaia, Gipuzkoa o incluso localidades de la comarca en las que seguía vigente la lengua, todos ellos colectivos bien presentes en Urduña/Orduña a lo largo de la historia. En cualquier caso, alguna presencia debía tener la lengua en la zona -quizá no en la misma ciudad pero sí en su entorno- para que diversos testimonios de la época lo sitúen en el límite geográfico del euskera.

Por último, en 1806 se dispuso que el castellano era la lengua más adecuada para predicar en Luiaondo. Por eso, hacia el año 1817 los sacerdotes del lugar, que eran los hermanos Juan Pablo y Canuto de Olamendi, nacidos en Urduña/Orduña en 1785 y 1787 respectivamente, escribieron una carta al Vicario de Ayala protestando la presencia de religiosos foráneos que predicaban en euskera, cuando los únicos vascoparlantes que había eran “unas pocas personas forasteras que tomaron estado en esta parroquia”. Según ellos, eran pocos los que decían que no entendían el castellano y eran más los que decían que no sabían euskera, por lo que predicaban en castellano sin que hubiera queja alguna.

Por lo tanto, según la imagen que nos proporcionan estos sacerdotes en el pueblo de Luiaondo, había quienes no entendían euskera -los más- y quienes no entendían castellano -los menos, y foráneos-. Puede que el castellano fuese conocido por una gran parte de la población pero eso no significa necesariamente que los únicos euskaldunes fuesen inmigrantes. Puede que los sacerdotes describieran una situación más acorde con sus intereses -que no se predicase en euskera, idioma que probablemente no conocían- que con la realidad. Creemos que esta convivencia en una misma localidad de personas castellanoparlantes y vascoparlantes monolingües debió ser habitual, sobre todo en lugares como Luiaondo, en pleno Camino Real, por donde transitarían multitud de castellanos, alaveses, etc. Sobre la vigencia del euskera en Luiaondo, sobre 1820 el fraile Antonio de Añibarro la mencionaba entre unas pocas localidades euskaldunes fuera de Bizkaia. Ello no habría sido así si los únicos vascoparlantes del lugar hubieran sido foráneos.

Esta problemática al respecto del idioma empleado por los sacerdotes, que ya hemos visto en Laudio/Llodio, Urduña/Orduña y Luiaondo, aparece también en Okondo por esta época. Así, en tiempos de la Guerra de Independencia un sacerdote de aquel valle fue depuesto por no saber euskera y éste argumentaba que este idioma no era necesario para ejercer en el valle, ya que de cuatro sacerdotes que había tres eran castellanoparlantes. Esta imagen contrasta considerablemente con la que en aquellos años transmitía José Pablo de Ulibarri respecto al momento de su niñez, apenas veinticinco o treinta años atrás.

Por último, cabe señalar que, el 13 de mayo de 1843, una Real Orden determinó que Orduña pasara a Álava y los valles de Laudio/Llodio, Okondo y Luiaondo a Bizkaia. Las autoridades provinciales no quedaron conformes y el 12 de septiembre se decretó el regreso a la situación anterior. En este contexto, debió elaborarse un escrito conservado en el archivo de Luiaondo y cuyas primeras páginas no conocemos ni tampoco la firma, pues únicamente vemos que está firmado en Llodio. El autor del escrito defiende la idoneidad del cambio. Tras enumerar una serie de argumentos geográficos, etnográficos, económicos y prácticos, se afirma que “sabido es que la generalidad de los Alaveses han olvidado de todo punto el idioma Euscara o bascongado, que en Guypuscoa y Viscaya se conserva con religiosa veneracion, como el monumento que recuerda su apego a las tradiciones, a los hábitos y las costumbres sencillas y patriarcales de sus mayores. Pues bien, esta lengua, importada en España por sus primeros pobladores, tan rica de voces, tan armoniosa en sus modulaciones, tan filosófica en su etimología y conseptos, no solo se habla todavia en Llodio, Oquendo y Luyando, sino que es el dialecto común del vecindario en el primero de estos pueblos”. Es decir, la lengua continuaba vigorosa en Laudio/Llodio, pero no tanto en los otros dos pueblos, aunque aún se conociera.

6. La desaparición del euskera nativo

Esta cuestión ya la tratamos en un artículo anterior publicado en la revista Kondaira, de manera que en esta ocasión nos limitaremos a recoger las ideas principales. En aquel trabajo combinamos los testimonios documentales disponibles, bien conocidos por la historiografía, con la información obtenida a partir del padrón municipal de Bilbao del año 1920. En éste se incluyó la pregunta ‘¿sabe o no euzkera?’ de manera que cada individuo debió responder a la misma. Así, identificamos un total de 286 euskaldunes naturales del Alto Nervión, 187 mujeres y 99 hombres, repartidos en 233 viviendas y con una media de cuarenta y cinco años de edad. La mayoría procedían de Laudio/Llodio y del hoy extinto ayuntamiento de Lezama. En la siguiente tabla, presentamos los datos ordenados por ayuntamientos, respetando la división administrativa vigente en aquel año 1920.

Tabla 1: Euskaldunes naturales del Alto Nervión residentes en Bilbao en 1920

MUNICIPIOINDIVIDUOS%
Llodio13747,9
Lezama6623,08
Orduña279,44
Ayala217,34
Amurrio175,94
Artziniega103,5
Okondo72,45
Arrastaria10,35
TOTAL286100

FUENTE: Padrón municipal de Bilbao (1920)

Disponemos también de algunos datos que contribuyen a completar las conclusiones que alcanzamos en su momento. Por ejemplo, en 1828 siete carreteros amurrianos que iban rumbo a Bilbao tuvieron una trifulca en Arrankudiaga, tras la cual continuaron su camino hasta una posada en Ugao-Miraballes. Cuando las autoridades interrogaron a los posaderos para saber si los carreteros habían hablado del incidente, aquellos respondieron que nada podían decir, porque los susodichos hablaban en castellano, idioma que uno no poseía y el otro muy poco[2]. Solo conocemos la identidad de uno de los carreteros: Fernando de Aguirre Sautu, alias Godoy, nacido en Amurrio en 1771. Fernando estaba alfabetizado y fue un hombre con un cierto status en el Amurrio de su época; no resulta extraño que supiera castellano, ello tampoco significa que no supiera euskera, pero lo cierto es que aquel fue el idioma que emplearon para hablar entre ellos. Puede que alguno de los hombres no conociera el euskera y por eso hablaban en castellano, idioma que todos ellos debían conocer. No nos parece atrevido concluir que la lengua castellana estaba muy extendida en Amurrio antes de la Primera Guerra Carlista. En cuanto a la lengua vasca, Ladislao de Velasco, en un libro publicado en 1879, señalaba que había unos cien euskaldunes en la localidad, el 8,33% de la población que registraba en el censo de 1867[3].

Lo cierto es que, aunque el 20% de los amurrianos que residían en Bilbao en 1920 conocían el euskera, el análisis individual de cada uno de ellos nos lleva a concluir que posiblemente constituyen casos que poco tienen que ver con la pervivencia de la lengua vasca en la localidad: casos poco fiables en su catalogación, sirvientas en familias euskaldunes, inmigrantes de áreas vascoparlantes, etc. Creemos, por tanto, que la transmisión generacional del euskera después de la Primera Guerra Carlista habría sido testimonial en Amurrio.

Lo mismo parece ocurrir en Larrinbe y Lezama. En 1888, en el único número de la revista Gure Izarra, se presentó una carta en euskera escrita desde Lezama pero no hemos determinado quién fue el autor de la misma, ya que firmó con una lacónica letra B. En 1934 M. Lekouna escribió que en Lezama había algún que otro caserío euskaldun, que podemos atribuir a la existencia de población procedente de Bizkaia[4]. En cuanto al euskera nativo, en el padrón de 1920 aparecen como euskaldunes dos mujeres nacidas en la década de 1840[5] pero otros coetáneos suyos dijeron desconocer el idioma. La transmisión generacional parece interrumpirse también, como muy tarde, en los tiempos de la primera carlistada.

En la zona de Astobiza duró un poco más[6]. Hay un testimonio particular sobre el que han tratado varios autores: la defunción en Altube de un guipuzcoano euskaldun monolingüe en 1836 que tuvo que ser escuchado en confesión por el sacerdote, castellanoparlante, por medio de intérprete, que fue el labrador de Astobiza Juan José de Lezameta. Nosotros hemos documentado en 1826 al escribano José Baltasar de Uriarte, natural de Sarría, interrogando a una cuadrilla de trabajadores guipuzcoanos en un caserío de Altube. Ninguno de ellos sabía castellano, como tampoco lo sabía Antonio de Celaa, guipuzcoano también y afincado en el caserío. El escribano Uriarte afirmó que no sabía “hablar el testigo el idioma de este país, solo si la Bascongada”. Los intérpretes fueron Pedro de Galarza y Juan de Múgica, también guipuzcoanos y residentes en Altube[7]. Como se puede ver, Uriarte consideraba el euskera una lengua extraña a su “país”, es decir, de Zuya y su entorno, debido a que no se hablaba. Por ello el sacerdote que ejerció en Astobiza tampoco lo sabría.

En este contexto, la presencia de numerosos inmigrantes guipuzcoanos en la zona fue motivo de debate para los investigadores de la lengua vasca. Y tampoco la presencia del sacerdote castellanoparlante pasó inadvertida. Así, en 1862 un sacerdote de Orozko decía: «Cree Epalza que en el pequeñisimo pueblo de Astobiza no se habla el bascuence, porque aun a principios de este siglo tenían un Párroco que no entendía de este idioma. Como ese pueblo está al pie del monte Altube, donde los veranos acude una multitud de carboneros, ya vizcainos, ya guipuzcoanos, algunos de estos de tarde en tarde casan alli, y acaso alguno que otro individuo de esa familia podrá usar el bascuence, pero fuera de aquí nadie«.

En el mismo sentido se expresaba José de Larrea el mismo año cuando escribió que Astobiza era una localidad con unas quince casas en la que se hablaba más castellano que euskera, pero, contando con los vecinos de Altube, Ziorraga y otros lugares que pertenecían a Zuya pero eran feligreses de Astobiza, entonces los euskaldunes eran mayoría, debido a la nutrida presencia de guipuzcoanos. Los datos extraídos del padrón bilbaíno coinciden con lo descrito[8].

No sabemos qué grado de conocimiento del castellano tuvieron los habitantes de Baranbio después de la Primera Guerra Carlista pero sí podemos determinar con detalle el retroceso del euskera. Este idioma habría sobrevivido varias décadas más en aquellos caseríos y barrios de la zona de Astobiza más próximos a Baranbio, y en esta localidad se mantuvo con vigor hasta los últimos años del XIX[9]. Es muy interesante, y poco conocido, el trabajo realizado por M. Lekuona en 1934 y 1935. Señalaba en aquel primer momento que, por entonces, solo una decena de caseríos eran euskaldunes en Baranbio. Al año siguiente, concretaba que solo en las casas de los inmigrantes, llegados de Orozko, Dima e Igorre, se hablaba euskera. Pero el desuso del euskera era muy reciente, tan reciente que el 95% de los mayores de treinta y cinco años lo sabía , y muy bien (“ederki egiteko eran jakin ere”), aunque no lo usaban. El 50% de los que tenían entre veinticinco y treinta y cinco años lo hablaban con torpeza, por falta de costumbre. Entre los veinticinco y los quince, el 15% lo conocía pero no lo hablaba. El resto ni lo hablaba ni lo sabía, y lo dicho era válido berdin kalean eta baseŕian. Por lo tanto, según las observaciones de Lekuona, la práctica totalidad de los nacidos antes de 1900 sabía euskera, la mitad de los nacidos entre 1900 y 1910 lo entendían y eran capaces de hablar algo. Posteriormente, solo lo conocían unos pocos. Estos datos coinciden bastante con los obtenidos a partir del análisis del padrón de Bilbao del año 1920, datos que nos muestran la vigencia del euskera hasta 1890 aproximadamente. Según parece, la pérdida de la transmisión generacional del euskera en esta localidad se produjo en un breve lapso de tiempo[10].

Junto a Baranbio, Laudio/Llodio fue el último pueblo euskaldun del Alto Nervión, pero a diferencia de aquel el retroceso del idioma parece haberse producido durante un periodo más largo de tiempo, quizá por su mayor extensión geográfica. Ladislao de Velasco afirmaba que el 76,33% de la población era euskaldun según el censo de población de 1867. Por su parte, en su relación de localidades vascoparlantes de Álava el Capitán Duvoisin no mencionaba Laudio/Llodio como tal sino que citaba los lugares de Zabala, Bitorika, Areta, Isusi y Dubiriz como euskaldunes, sin aclarar siquiera que son términos de Laudio/Llodio. Sin embargo, a pesar de que éste reduzca la vigencia de la lengua vasca a estos barrios situados al norte del municipio, en 1891 los curas del lugar aún pagaban por la traducción al euskera de un catecismo.

Por su parte, el análisis de Lekuona no es tan completo como el que nos ofrece para Baranbio, de manera que se limitó a afirmar que el euskera se hablaba en algunos caseríos de un barrio. Al año siguiente, en 1935, apuntaba que el barrio de Areta estaba castellanizado casi por completo. Aun así, O. Apraiz aseguraba a mediados de siglo que el euskera se conservaba en los caseríos más próximos a Bizkaia y en Areta. En nuestra opinión, se trataría de personas procedentes de Bizkaia y de los más ancianos del lugar; en todo caso, el euskera no se hablaba en absoluto en público.

El colectivo laudioarra es sin duda el más numeroso en Bilbao de todos los procedentes del Alto Nervión. Según el análisis de los datos del padrón de 1920, efectivamente el euskera retrocedió durante las dos décadas finales del siglo XIX. Es a partir de 1890 cuando los castellanoparlantes sobrepasan en número a los euskaldunes -siempre refiriéndonos a los nacidos, claro está-. Por el contrario, entre aquellos que nacieron antes de 1880 los euskaldunes son mayoría, por lo que fue durante esa década que retrocedió de manera notoria. Insistimos en que, aunque decimos euskaldun o vascoparlantes, en ningún momento ello significa que estos individuos no supieran castellano.

Siguiendo nuestro recorrido, en el padrón bilbaíno de 1920 figuran trece personas nacidas en Luiaondo y seis de ellas se declaraban vascoparlantes[11]. Además, aparecen otros quince euskaldunes procedentes del municipio de Ayala. Según Velasco, en este municipio habría unos quinientos vascoparlantes, el 13,06% según el padrón municipal de 1867. A juzgar por la situación del idioma en Luiaondo, la única localidad que los autores contemporáneos citaban como medio-euskaldun en Ayala, nos parece a todas luces una cifra exagerada. Es posible que aún los hubiera en Zuaza[12]. En Bilbao hemos encontrado a dos nativos de dicha localidad que se confiesan euskaldunes: un hombre nacido en 1880 cuya mujer era euskaldun y a otro nacido en 1865 y cuya mujer e hija mayor también sabían la lengua vasca. Por lo demás, hay muchos naturales de Zuaza residentes en Bilbao que dicen no saber euskera, siendo el mayor de todos León Otaolaurruchi Ulizar, nacido en 1834. El resto de ayaleses constituyen casos aislados que no definen un patrón común que permita sacar conclusiones de ningún tipo.

Por último, el Príncipe Bonaparte creía que en la segunda mitad del XIX el euskera aún era dominante en Okondogoiena, en aquellos barrios más próximos a Laudio/Llodio. De este modo, Velasco cifraba en trescientos los vascoparlantes que restaban en el municipio, los cuales representaban el 29,01% del censo en 1867. Sin embargo, los datos obtenidos en el padrón de 1920 nos muestran que los euskaldunes del valle eran solo el 9,09% de todos los okondoarras residentes en la capital vizcaína. Nada menos que veintiuna personas nacidas antes de 1860 desconocían el euskera. Ni siquiera parece haber sido idioma frecuente en Okondogoiena. El euskaldun más joven de todos los que aparecen nació en 1891, en Okondogoiena a juzgar por los registros parroquiales, pero no podemos decir si su euskera era aprendido en casa o no. Un ejemplo significativo de la complejidad de la cuestión es el de los seis hermanos Larrea Urquijo de Okondogoiena: dos figuran como conocedores del euskera, nacidos en 1865 y 1870, y cuatro no lo sabían, nacidos en 1863, 1865, 1877 y 1880.

En lo que respecta a otros territorios del Alto Nervión, consideramos que los casos hallados, por lo general, no tendrían relación con el euskera nativo de la comarca. En otras palabras, no eran los últimos euskaldunes de sus localidades, no se trata de individuos que hubieran conservado el idioma aun cuando ya no era común en su entorno. No se puede descartar esta opción de manera definitiva, pero las tendencias generales son muy claras. Que algunos individuos aprendieran el idioma sirviendo en contextos vascoparlantes o que vinieran de fuera no alteran el panorama descrito hasta el momento, no se trata de detectar casos anecdóticos sino de definir las tendencias generales.

Por lo tanto, nos parece coherente aquella visión que el agente francés de Bilbao describía a principios del siglo XIX. Es muy posible que las alteraciones provocadas por la Primera Guerra Carlista influyeran en el abandono definitivo del euskera como idioma nativo de la población en Amurrio, Larrinbe y Lezama, y no tardaría en hacerlo en Luiaondo y Astobiza, sin que ello signifique que algunas familias lo conservaran algo más de tiempo. Sin embargo, Baranbio y Laudio/Llodio se mantuvieron mayoritariamente euskaldunes hasta finales de siglo. La interrupción de la transmisión generacional del idioma fue más bien abrupta, sobre todo en la primera localidad. En el espacio de unos veinte años el castellano se impuso como idioma único en el hogar y en la vida pública. La imagen de Lekuona es muy gráfica al respecto. De hecho, en el seno de una misma familia algunos miembros llegaron a aprenderlo y otros no. No deja de ser llamativo que el abandono de la lengua fuese tan repentino, teniendo en cuenta que se mantuvieron euskaldunes durante largo tiempo después de que las localidades próximas lo hubieran perdido. En este sentido, transcurre prácticamente medio siglo desde que cae en desuso en Lezama hasta que lo hace en Baranbio, entre una y dos generaciones, a pesar de ser localidades colindantes y pertenecientes a un mismo municipio. ¿Cuáles son las razones que explican este abrupto abandono de la que fue lengua nativa de una población durante siglos? ¿Por qué unas localidades la mantuvieron considerablemente más que otras aun estando una junto a la otra? ¿Cuáles son los factores determinantes en todo este proceso?


[1] AFB: Administración de Bizkaia, AJ01405/052

[2] AFB: Judicial, Corregidor, Criminal, JCR0999/001

[3] Barrenengoa señalaba en 1951 que aún quedaban euskaldunes en los barrios de Berganza y Onsoño, que pertenecen a Amurrio en lo civil a pesar de estar junto a Baranbio, en otro valle distinto y separado del resto del pueblo. En estos lugares la pérdida del euskera se produjo al mismo tiempo que en Baranbio (Barrenengoa 2007: 10).

[4] Archivo Municipal de Amurrio: Padrones Municipales de Habitantes de Lezama de 1930, 1933, 1934, 1935, 1936 y 1937. Signatura 2366/004

[5] Una de ellas es Francisca Arana Aguirre, precisamente nieta del mencionado Fernando de Aguirre; sus dos hijos también figuran como euskaldunes. Sin embargo, hay que señalar que aparece también un hermano de su difunto marido, natural de Zuaza, quien dice no saber euskera. La otra era Celestina Landaluze Ugarte, y aparece también un hermano suyo dos años más jóven, que dice no saber euskera.

[6] La parroquia de Astobiza daba servicio a los caseríos de Ziorraga y Altube, en jurisdicción de Zuya, la mayoría de ellos creados en torno a 1818 y que carecían de parroquia propia. También en ocasiones se bautizaron en ella los nacidos en las cercanas Ventillas de Ugazi, jurisdicción de Urkabustaiz.

[7] AFB: Judicial, Corregidor, Criminal, JCR4114/006

[8] Pongamos el ejemplo de unos primos feligreses de Astobiza. Por un lado, Lorenza y Cecilia Urrutia Esnal, nacidas en 1865 y 1873, sabían euskera (no así un sobrino suyo nacido en 1899 en la que fue casa natal de todas ellas). Por el otro, Carmen y Francisco Urrutia Ganzabal, nacidos en 1864 y 1870, no sabían. Creemos que la diferencia entre ellos es el hecho de que la madre de éstos últimos era natural de Ametzaga en Zuya.

[9] Barrenengoa entrevistó en la década de los setenta del siglo pasado a los últimos euskaldunes nativos vivos de la localidad, todos ellos nacidos en los años finales de la centuria anterior. En todo caso, solo hizo pública una entrevista a una mujer que afirmaba que todos hablaban euskera en Baranbio hasta la década de los veinte

[10] Existen castellanoparlantes monolingües en todas las franjas de edad, pero algunos casos nos resultan altamente sospechosos. Por ejemplo, tenemos el caso de un hijo de inmigrantes guipuzcoanos nacido en 1855 que dice no saber euskera al igual que su mujer, también natural de la localidad y de su misma edad. Puede que hubieran olvidado la lengua después de largos años en Bilbao y por eso dijeran que no sabían, o puede que la razón resida en los prejuicios existentes en la comunidad castellanoparlante respecto a los vascoparlantes, factor que bien pudo incidir en la negativa dada por algunas personas, de la misma manera que también pudo ocurrir el fenómeno contrario. Puede que algunas personas no supieran euskera por no conocer su madre la lengua, como pudo ocurrir con Regina Iñiguez de Onsoño Yarritu, nacida en 1870 y cuya madre era de Amurrio. También habría que mencionar el caso de las hermanas Francisca y Petra Urrutia Illarramendi, de cincuenta y ocho y cincuenta y seis años respectivamente; la primera dijo no saber y la segunda sí. Con ello queremos manifestar que hay muchos factores que han podido influir no ya en el conocimiento lingüístico de cada una de las personas, sino incluso en la decisión de responder sí o no a la pregunta formulada en el censo.

[11] Entre ellos, nos encontramos un empleado con apellidos castellanos, el caso de una joven de quince años que sabía pero no así sus padres -también lo sabe su hermana, nacida en Bilbao-, pero también a individuos como Santos Goicoechea Madariaga, nacido en 1877 e hijo de llodiano y nativa de Luiaondo, o la anciana Tiburcia Landa Gutiérrez, nacida en 1845 e hija de nativos.

[12] En esta localidad nació Simona Laburu en 1864, que pudo haber sido euskaldun según X. Xalbide:

https://arseniega.wordpress.com/2017/11/13/enkarterriko-ustezko-azken-euskaldun-zaharraz/. También parece que lo fue Enrique Camino, nacido en 1868 en el caserío Solaun, perteneciente a Zuaza pero situado en plena montaña y próximo al laudioarra barrio de Isardio

Cuarta parte

“BASCONGADOS E LATINADOS”. UNA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA SOCIOLINGÜÍSTICA DEL ALTO NERVIÓN (II)

Primera parte

3. El caso de Artziniega y Ayala occidental

La zona entorno a Artziniega es el punto en el que se encuentran las áreas de toponimia mayoritariamente euskérica y aquellas cuyos parajes presentan nombres generalmente castellanos. Pero el límite no es ni mucho menos definido. Curiosamente, se aprecia el hecho de que localidades con nombre euskérico como Lexartzu, Soxoguti y Mendieta tienen una toponimia plenamente castellana. Pero incluso más al oeste, y ya en la actual provincia de Burgos, aparecen nombres euskéricos como las localidades de Artieta y Arza. Seguramente, en esta zona ambos idiomas convivieron durante siglos conformando un paisaje lingüístico heterogéneo, ya desde el año 864 que tenemos la primera referencia documental.

Es por esta trayectoria histórica que resulta llamativo el conocido dato que nos proporciona Artziniega en 1682. Aquel año, la villa nombró un procurador que no sabía “romance” para que acudiera a las Juntas Generales de Álava. Como consecuencia, las Juntas mandaron a todas las hermandades que, en adelante, no enviaran procuradores que no supieran castellano. El procurador euskaldun en cuestión se llamaba Manuel de Mezcorta y había nacido en 1661 en el barrio Los Heros del pueblo ayalés de Mendieta, junto a Artziniega[1]. Generalmente, solían ser los síndicos o, en su defecto, otros personajes poderosos quienes acudían como procuradores a las Juntas. Es por ello que resulta tan llamativo que, precisamente en Artziniega, se eligiera a un euskaldun monolingüe; ello supondría que las sesiones concejiles se realizaban en este idioma. No es lo que cabría esperar. Artziniega era una villa cuyo entorno, ya entonces, sería mayoritariamente castellanoparlante. Y, siguiendo el caso de Vitoria-Gasteiz, o incluso el de Urduña/Orduña, sabemos que en los núcleos urbanos el castellano podía ser predominante aun siendo vascoparlante su entorno.

En cualquier caso, que Artziniega nombrase un procurador euskaldun monolingüe solo puede explicarse si el euskera estuviera tan extendido que fuera la lengua dominante en el seno de la comunidad local, el idioma empleado en sus reuniones y vida cotidiana. La existencia de monolingües de ambos idiomas así como de bilingües, incluso en una misma localidad, se antoja una opción perfectamente plausible. Pero que el euskera tuviese tanta fuerza en Artziniega que incluso llegasen a nombrar procurador a un hombre que no sabía castellano supone, justo es reconocerlo, un hecho sorprendente.

Porque, ¿cómo encajamos al vascoparlante Mezcorta con los castellanoparlantes Menoyo? Dos son los aspectos que debemos mencionar. En primer lugar, Pedro y Cristóbal de Menoyo fueron personas muy destacadas en la Ayala de su tiempo, de manera que el segundo llegó incluso a representarla en las Juntas alavesas en numerosas ocasiones. Al igual que Diego de Aldama habría desarrollado toda su vida en Amurrio sin aprender castellano, al menos de una forma competente, aquellos habrían hecho lo propio con la suya sin saber euskera. Esto nos lleva a preguntarnos, ¿en qué idioma se celebraban las reuniones concejiles y las juntas supralocales? No hemos hallado ni una sola referencia a la situación lingüística en los libros de actas de la Tierra de Ayala, que hemos consultado desde el siglo XVI hasta el año 1791. No hay nada que certifique la presencia de intérpretes, de personas que no entendían alguno de los idiomas empleados, tampoco en ningún momento se establece la obligatoriedad del castellano para obtener un cargo -ni era obligatorio saber leer y escribir, como sí lo era en Álava-. En principio, nos podríamos inclinar por creer que los ayuntamientos de la Tierra de Ayala se desarrollaban en castellano, por ser la lengua culturalmente dominante y seguramente conocida por todos los notables de la zona. Pero, ¿es posible que esto fuera así en Ayala mientras en Artziniega se desarrollaban en euskera? Nos sorprendería que fuese así. Y esto conecta con el segundo aspecto que queremos destacar. Desde el primigenio trabajo de F. Barrenengoa, no se ha cuestionado en absoluto que, en líneas generales, el retroceso del euskera en la comarca se produjo de oeste a este. Sin embargo, el presente testimonio vendría a dibujar una villa de Artziniega en la que el euskera mantendría un gran vigor a finales del siglo XVII mientras que en Salmantón o Menoio, y en general en toda la parte suroccidental de Ayala, el castellano estaría fuertemente establecido desde antes[2]. ¿Puede que a lo largo del XVII se produjera una conquista de ciertos espacios por parte del euskera, de manera que estaba más extendido socialmente que a principios de la centuria? ¿Fue realmente la Sopeña ayalesa el lugar donde el euskera comenzó a retroceder, antes que Artziniega y su entorno?[3]

Para finalizar con este siglo, otro expediente de ingreso en la Orden de Santiago, esta vez de 1671, nos proporciona algunas menciones inéditas a la lengua vasca. Así, Juan Francisco Fernández del Campo Angulo, vecino de Menoio y precisamente yerno de Cristóbal de Menoyo[4], afirmaba en Lezama que «siendo como son Don Juan de Ugarte y Martín de Ugarte y todos sus ascendientes orijinarios de este valle de Aiala y del señorio de Vizcaia es mui cierto son y fueron mui notorios hijosdalgo según fuero y costumbre de España porq además de la notoriedad de toda esta tierra cuios naturales conservan el traje antiguo y lenguaje vascongado de Vizcainos«

El orduñés Francisco Ortiz de Zarate Salcedo se expresaba en similares términos: “sabe que en el conserban el trage antiguo y lenguage vascongado[5]. Como se puede ver, la referencia a la conservación del euskera tiene como objeto demostrar la antigüedad de la Tierra y lo ancestral de sus linajes, y poco más se puede concluir aparte de la persistencia del idioma en Ayala, o al menos en una parte de ella -el interrogatorio se realiza en Lezama-, aspecto que ya nos es conocido.

4. El retroceso del euskera en el siglo XVIII

Se considera aceptado que el euskera habría experimentado un importante retroceso en el Alto Nervión a lo largo del siglo XVIII, un periodo para el que contamos con un buen número de testimonios sobre su presencia en la comarca, si bien aquí nos vamos a centrar en aquellos que aportan información sobre la relación entre euskera y castellano.

El principal testimonio que manifiesta un retroceso del euskera en la parte occidental de la comarca consiste en el sermón pronunciado por el sacerdote Pedro de La Lastra -que ejercía en Quejana pero no era natural del lugar- el 25 de abril de 1775 con ocasión de la reinauguración del santuario de Nuestra Señora de Etxaurren, en el concejo de Menoio y muy cerca de Quejana. Estas son las palabras de La Lastra: «se apareció sobre un nogal o nogala, que por eso se llama o intitula Nuestra Señora de Chaurren, voz o palabra Vascongada, que traducida al castellano, que nosotros usamos oy en día, Chaurren quiere decir Nogal o Nogala, que cuando se apareció la santa Imagen, según tengo percibido, se hablaba la lengua Vascongada en todo Ayala. Y, aunque hoy en día no se usa, se mantiene y conserva la voz Chaurren…«

Si realizamos un análisis lo más literal posible del texto, observamos que el sacerdote se refiere al uso de la lengua, no a su conocimiento; ya no se usa el euskera, es el castellano que “nosotros usamos oy en día”. Puede interpretarse de lo dicho que la caída en desuso de la lengua vasca era reciente; podemos aventurar una hipotética situación en la que los mayores la conocían, aunque no la usaran, habiéndose interrumpido la trasmisión generacional de la lengua en un lapso de tiempo bastante corto. Esto no fue nada extraño allí donde la lengua se perdió[6]. Tampoco hay que pasar por alto la frase “según tengo percibido, se hablaba la lengua Vascongada en todo Ayala”. Evidentemente, hace referencia a un pasado euskaldun de toda la Tierra de Ayala, supuestamente en un momento bastante remoto, cuando habría ocurrido la aparición mariana. Pero, por otro lado, ¿debemos entender que el euskera había retrocedido en todo Ayala? ¿Que antes se hablaba en toda Ayala y ahora solo en parte de ella? Como veremos, el euskera estaba aún presente en buena parte de la Tierra de Ayala. Por ello, interpretamos que, en su sermón, el padre La Lastra se refería a la pérdida del euskera en parte de Ayala, concretamente en los alrededores del templo en el que se encontraba: Menoio, Quejana, Maroño, etc. Y también en Artziniega y en la parte más occidental de la comarca[7]

A pesar de que la redacción del texto puede entenderse como expresión de un retroceso reciente del idioma, no se puede pasar por alto que el santuario de Etxaurren se ubica en la misma localidad en que nació y vivió Cristóbal de Menoyo siglo y medio antes. Sea como fuere, el euskera no sería lengua común en la zona en tiempos de La Lastra. En este sentido, muy cerca del santuario, en Maroño, nació el abogado Pedro Leal de Ibarra Echaurren en 1749[8]. Cuando en 1794 Xabiera de Berganza se presentó ante él y ante Francisco de Acebal Aguirre, nacido en Amurrio en 1766 y seguramente criado en Izoria, “viendo su merced que la referida Xaviera es bascongada y que no entiende el lenguage castellano”, hubieron de nombrar dos intérpretes. Xabiera había nacido en el barrio de Berganza, cerca de Baranbio, en 1741. Los intérpretes fueron su cuñado Manuel de Picaza Palacios, nacido en Amurrio en 1753, y José Díaz de Olarte Mendibil, nacido en Lezama en 1761, ambos residentes en esta última localidad[9].

Por lo tanto, aunque no tenemos ningún dato que haga referencia a localidades como Menagarai, Arespalditza/Respaldiza y pueblos como Ozeka, Madaria o Agiñaga, es muy posible que, a mediados del siglo XVIII, el euskera ya hubiera retrocedido en todos estos lugares como lengua nativa, lo cual no significa que no hubiera gente que lo conociera. F. Barrenengoa ya señalaba que lo más probable era que el euskera estuviera a punto de desaparecer al oeste del río Izoria -con la excepción de Luiaondo, Okondo y, probablemente, Zuaza-.

La coexistencia de idiomas en Ayala se hace manifiesta una vez más: castellanoparlantes como Leal de Ibarra y Acebal, vascoparlantes como Berganza y bilingües como Picaza y Olarte. Incluso en una misma localidad, ya que Acebal no sabía euskera y su coetáneo Picaza, sí[10]. Por su parte, los bilingües son representantes del panorama lingüístico de la Ayala oriental, donde el euskera sería la lengua dominante. Otro ejemplo lo tenemos en 1746. Por entonces, José de Urrutia, natural y vecino de Astobiza, pleiteó con una mujer residente en las cercanas Ventas de Ugazi ante Pedro Antonio de Larrea, alcalde del valle de Urkabustaiz, quien no sabía euskera[11]. Por eso, Urrutia nombró un intérprete porque “los tgos de q me querello los mas ygnoran el castellano siendo como son vizcainos (…) en lenguaje[12]. El elegido fue José de Guinea Basterra, inteligente en ambas lenguas, nacido en Lezama en 1708 y vecino de Inoso. Sabemos, porque el intérprete erró involuntariamente al traducir su declaración, que uno de los que lo necesitó fue un guipuzcoano, llamado Miguel de Otegui. En cuanto al resto de testigos, parece que hubo más guipuzcoanos y lugareños, pero no sabemos quién necesitó intérprete y quién no porque sus declaraciones no se reproducen[13].

En 1787 tenemos el testimonio de cuatro vecinos de Baranbio, dos de ellos bilingües y otros dos bascongados que necesitaron de intérprete para declarar ante un escribano enviado por la Audiencia de Valladolid[14]. Los dos primeros eran Francisco de Aguirre Tontorra y Juan Iñiguez de Onsoño, que sabían firmar. Los otros dos se llamaban Pedro de Landaluze Orue y Juan de Sierra[15]. El intérprete se llamaba Antonio de Murga y residía en Ziorraga por aquel entonces[16]. El euskera era la lengua principal en Baranbio sin ningún género de duda, y probablemente la única de parte importante de la población. En 1795 los parroquianos de Baranbio dieron poder a su convecino Miguel de Madariaga “[para] que hallase sacerdote secular o religioso que tuviese licencia de confesar y fuese bascongado[17], debido a que el beneficiado Pedro José de Aldama aún no se había ordenado sacerdote[18]. Su lugar lo ocupó finalmente un religioso del convento de San Agustín de Durango. Pero parece que esta solución fue temporal y, en 1804, los parroquianos de Baranbio estaban buscando sacerdote de nuevo «a causa de hallarse vacante uno de los tres beneficios de dha Yglesia se vieron precisados a buscar servidor que la sirviere en el señorio de Vizcaya y estas inmediaciones que supiese la lengua e idioma vascongado por la grave falta que había y no obstante de las eficaces diligencias que practicaron, no hallaron sacerdote vascongado que hiciese dho servicio por cuio motibo se balieron de los Beneficiados de la Yglesia del Lugar de Lezama«[19].

En el resto de la escritura que nos ocupa, se subraya de forma reiterada que saber euskera era condición necesaria para servir en la parroquia. Y ello fue así porque buena parte de su población, como Xabiera de Berganza, Landaluze y Sierra, no conocía otro idioma que no fuera el euskera. Por otra parte, leemos que habían estado buscando servidor “en el señorio de Vizcaya y estas inmediaciones” pero, al no encontrar nadie disponible, se valieron de los beneficiados de Lezama. Es de suponer que así lo hicieron por ser éstos euskaldunes también. Casualmente, otra escritura contenida en el mismo protocolo notarial nos informa que los sacerdotes de Lezama en aquel tiempo eran los hermanos Ignacio y Domingo Lorenzo de Perea, Pedro de Viguri, Francisco de Olamendi y su sobrino Juan Ángel de Lezameta, y Manuel Bautista de La Fuente[20].

De edad similar a los aludidos era María de Mendieta Munibe, quien, en 1798, formalizó su testamento en Lezama ante el escribano local Gerónimo Xabier de Arana, que escribió: «mediante se hallaba gravemente yndispuesta y para quanto lo puediese executar en quanto la hera posible a causa de la torpeza de su lengua y hideoma bascongado, sin embargo de entenderla lo que se esplicaba y ablaba me vali de Maria de Larragorri (…) y Maria Cruz de Gurbista (…) para que respecto su comunicacion frecuente que con ella han tenido la hicieran las preguntas concernientes a su ultima voluntad a mi presencia y me lo expresasen; y habiendo dado principio dichos ynterpretes…«[21].

Se dice claramente que Arana no la entendía porque ella hablaba mal euskera. Pero no porque el castellano fuese la lengua habitual de María, ya que si así fuera no habría tenido ningún problema para comunicarse con el escribano, quien, sobra decir, conocía perfectamente este idioma. La cuestión es que María hablaba mal de por sí, quizá a causa de alguna enfermedad o patología. Y es por eso que Arana necesitó que dos mujeres que habían tenido comunicacion frecuente con ella le dijeran lo que estaba declarando. Queda manifiesto, por tanto, que el euskera era la lengua en que se comunicaban los protagonistas de esta escritura, todos ellos naturales y vecinos de Lezama, lo cual no excluye que algunos pudieran conocer el castellano[22].

En la zona septentrional del Alto Nervión el euskera también se habría mantenido con vigor a lo largo del siglo XVIII. Así habría ocurrido en Luiaondo. En 1723 María Pérez de Urrutia tuvo un altercado con la joven Lucía de Beraza, en el cual le llamó ardizitalaen lengua bascongada que en la bulgar castellana significa oveja sucia[23]. Más allá de lo particular del término, lo curioso es que sea la lengua castellana la que aparezca con el adjetivo de “vulgar”, ya que suele ser la vasca la que suele recibir este epíteto. Por otro lado, en 1734 el sacerdote Francisco de Arana pedía que fueran a la localidad “tres sacerdotes Bascongados (…) que sepan la lengua Bascongada que es la Nativa en que mas fácilmente entenderán los Pobres los Misterios de la Fe, que en la Castellana, que los mas de Luiando y su comarca ignoran” (Iturrate & Uzkiano 1979: 273). Según Arana, oriundo de la localidad, la mayoría de sus paisanos desconocerían el idioma, aunque era un lugar muy frecuentado por castellanos debido a su ubicación en pleno camino a Bilbao. Por otro lado, no creemos que Arana usase la palabra “comarca” en un sentido administrativo y estricto sino para referirse a las localidades circunvecinas: Laudio/Llodio, Orozko, Amurrio, Zuaza, etc.

Por otro lado, el mismo año en que La Lastra afirmaba en Quejana que el euskera ya no se usaba nacía no muy lejos allí, en Okondo, el euskaltzale José Pablo de Ulibarri. Según afirmó años después, en sus años de juventud Okondo era completamente euskaldun y contaba con dos escuelas en las que el cura enseñaba en euskera y otra en la que se hacía en castellano. Aunque no dudamos de la buena salud del idioma en Okondo a finales del siglo XVIII, creemos que habría que matizar la situación escolar descrita. Nos parece más verosímil que hubiera una escuela “oficial” en la que se enseñara castellano, mientras los sacerdotes enseñaban por su cuenta doctrina cristiana en la lengua materna del lugar, sin exclusión de que pudieran impartir otros conocimientos.

Por último, la lengua vasca era indudablemente mayoritaria en Laudio/Llodio a finales de este siglo. Los siguientes testimonios son muy interesantes. Proceden de un pleito que se produjo entre el Cabildo Eclesiástico y el regimiento del valle contra dos miembros de aquel, uno de los cuales había tratado de introducir un servidor que ignoraba el euskera. Eclesiásticos y civiles decidieron realizar una concordia, cuyo sexto capítulo establecía que los miembros del Cabildo debían saber “bien el idioma vascongado que es el que generalmente se abla en este Pueblo”. En este contexto, en 1774 se produce la siguiente descripción: «el Valle de Llodio es compuesto de quadro quadrillas de mucho gentio (…) todos Bascongados cerrados pues aunque muchas personas que viven en la rivera o cerca de el Camino Real entienden algo de el castellano, pero su comun lenguaje y explicazion assi en las combersaciones como en la Doctrina Xptiana y confessiones aun estos mismos que entienden algo de el castellano es spre y por lo comun en la lengua nativa Bascongada; exceptuandose algunas personas particulares de caballeros que aunque Bascongados suelen hablar en castellano«.

Consideramos que este párrafo puede ser altamente representativo de cuál habría sido la situación en parte de la comarca hasta aquel momento: una sociedad que se comunica entre sí en euskera aunque haya gente -y nos parece significativo que diga “muchas” en vez de “algunas”- que sepa castellano. El euskera es también la lengua nativa de la élite local, de esos “caballeros” que son los principales protagonistas de la política y la administración del valle, pero entre sí se comunican en castellano, que era un símbolo de prestigio social y distinción. Por lo tanto, y al menos en lugares como Laudio/Llodio y Baranbio, no habría una separación entre hablantes de una y otra lengua, sino que se empleaban en esferas y ámbitos diferentes. 

Regresando al pleito, algunos presentaron un recurso al sexto capítulo argumentando que despreciaba “la generalidad con que en el dia se abla el idioma castellano” y dice “que quando [sic] incremento logra en el actualmente dho idioma castellano todo el se le deve a lo que va corriendo del presente siglo siendo a esto consiguiente nezesario que en menos del discurso de otro siglo entero sea el referido idioma no solo el dominante sino tambien el unico q se hable en aquel pueblo como efectivamente ha sucedido asi en otros de sus inmediaciones [en los que] se ha ido desterrando el bazcongado«

El testimonio es harto elocuente. A pesar de que esta declaración se contrapone a la anterior en el pleito, no pretendemos determinar cuál se aproxima más a la realidad concreta de Laudio/Llodio entre 1775 y 1780. Creemos que ambas imágenes reflejan certeramente lo ocurrido en el siglo XVIII y que profetiza con precisión lo que sucedería en el futuro. El segundo extracto afirma que el castellano estaba más presente en Laudio/Llodio de lo que se indicaba en el primero. Independientemente de que estuviera más o menos extendido, lo relevante es que ofrece una visión de conjunto del valle y su comarca. Así, se afirma que todo lo que había avanzado el castellano había sido a lo largo del siglo y de forma generalizada en la comarca. Así, en “otros de sus inmediaciones” ya se había ido “desterrando el bazcongado”, lo cual es totalmente congruente con lo que hemos visto hasta ahora. Y en función de lo ocurrido en esos lugares tan cercanos, el exponente vaticinaba que en un plazo inferior a un siglo el castellano no solo se habría convertido en la lengua hegemónica, sino que sería la única, tal y como había ocurrido en las cercanías. Como veremos, esta predicción no iba muy desencaminada, aunque aún bien entrado el siglo XIX, Laudio/Llodio continuaba defendiendo la necesidad de curas vascoparlantes en el lugar.


[1] Las particularidades del caso han sido analizadas por X. Zalbide: https://arseniega.wordpress.com/2016/12/01/procurador_monolingue_hermandad_artziniega_1682/ 

[2] No tenemos datos sobre otras personas naturales y procedentes de esta zona, pero nos inclinamos a pensar que los Menoyo, aun siendo miembros de la élite local, no eran una excepción: eran naturales y vecinos del lugar, donde tenían parientes y donde ejercían un oficio, la escribanía, que les obligaba a interactuar con un gran número de lugareños.

[3] Podría pensarse que nos encontramos ante una zona poblada por “latinados” y con escasa influencia de los “bascongados” ya desde antiguo, pero la toponimia de localidades como Menoio, y más aún Salmantón, es mayoritariamente euskérica según el trabajo de Barrenengoa. En el caso de Salmantón, incluso todavía en 1926 buena parte de sus barrios y caseríos conservaban nombres euskéricos, si bien algunos ya muy deformados (Uriondo, Chabe, Mugabru, Montegi, Mendieta, Recalde, Lambarriaga, Turburo). Véase Archivo del Territorio Histórico de Álava (ATHA): DH-2656-1

[4] Juan Francisco era sobrino de la mujer de Cristóbal y se convirtió en su yerno al casarse con su hija, de manera que los cónyuges fueron primos. Juan Francisco nació en el burgalés valle de Tudela. Fue familiar del Santo Oficio, caballero de la Orden de Alcántara y tuvo un hermano marqués. Fue uno de los hombres más destacados en Ayala en su tiempo, de manera que acudió a Juntas Generales de Álava como procurador en noviembre de 1650, mayo de 1651, desde noviembre de 1652 a noviembre de 1654, 1656, 1657, noviembre de 1658, de 1659 a 1661, mayo de 1663 y noviembre de 1664.

[5] AHN: Consejo de Ordenes, Caballeros de Santiago, Exp. 8257

[6] José Joaquín de Landazuri señalaba algo parecido cuando afirmaba que “se va extinguiendo el bascuence, pues los viejos hablan este idioma y sus hijos no lo entienden, o saben de el algo más que nada”.

[7] Así parece deducirse del siguiente trabajo de X. Zalbide: https://arseniega.wordpress.com/2019/01/22/el-euskera-en-un-juicio-de-1771/ . Posiblemente, en este lugar la pérdida fuese muy pareja a la ocurrida en Gordejuela, donde un sacerdote señalaba, en 1794, que había muy pocos que entendieran la lengua vasca

[8] La madre de Pedro era natural de Lezama, por lo que muy posiblemente sí sabía euskera. Consideramos que este es un detalle importante, porque podría significar que fueron los condicionantes comunitarios, y no los familiares, los que explicarían su desconocimiento del euskera.

[9] Archivo Foral de Bizkaia (AFB): Judicial, Corregidor, Criminal, JCR4024/018. El documento los nombra solo como Manuel de Picaza y Joseph de Olarte, vecinos de Lezama, la filiación la hemos completado nosotros a partir de otras fuentes. Por otro lado, es preciso apuntar que la madre de Olarte era natural de Mendeika. Las fechas y lugares de nacimiento de los individuos han sido obtenidos en la página web del Archivo Histórico Diocesano de Álava.

[10] Según los registros parroquiales, el padre de Francisco de Acebal era natural de Galdames y la madre del mismo Amurrio, aunque la mayoría de sus hermanos y hermanas nacieron en Olabezar, donde parece que vivió. Por su parte, los padres de Picaza eran de Baranbio y Arrigorriaga respectivamente; su padre pasó a vivir a Amurrio cuando tomó en arrendamiento la ferrería de Zabalibar. 

[11] Desgraciadamente, en el documento no se menciona la naturaleza y vecindad de Larrea, ni hemos podido determinarla por medio de los registros parroquiales

[12] Puede que la palabra que falta en la cita sea “cerrados” pero lo cierto es que la visibilidad del documento es escasa

[13] ARCHV: Registro de Ejecutorias, Caja 3209, 49

[14] ARCHV: Registro de Ejecutorias, Caja 3595, 18

[15] Francisco de Aguirre Echabarria, del caserío Tontorra, nació en Baranbio en 1725; Pedro de Landaluze Orue lo hizo en 1726 y su madre era de Amurrio; y Juan de Sierra Arbaiza en 1718. Desconocemos la identidad exacta de Juan Iñiguez de Onsoño pero seguramente nació en 1716 en el barrio de Onsoño, feligresía de Baranbio

[16] Murga aparece como administrador de la ferrería de Ziorraga pero no nos ha sido posible averiguar quién era ni de dónde procedía

[17] Archivo Histórico Provincial de Álava (AHPA): Prot 12006, Gerónimo Xavier de Arana y Olamendi, 1795

[18] Pedro José de Aldama Isasi nació en 1772 en el barrio Aldama de Amurrio, de donde era su padre; su madre era de Baranbio, por eso había obtenido el beneficio en la parroquia. Puede entenderse, por lo que se deduce del texto, que sabía euskera.

[19] AHPA: Prot 12015, Gerónimo Xavier de Arana y Olamendi, 1804

[20] Manuel Bautista era natural del pueblo de Aloria y el resto todos nacieron en Lezama; Domingo Lorenzo e Ignacio de Perea Arangoiti en 1764 y 1774; Pedro de Viguri Zulueta en 1772; Francisco de Olamendi Zulueta en 1735 y Juan Ángel de Lezameta Olamendi en 1767.

[21] AHPA: Prot 12009, Gerónimo Xavier de Arana y Olamendi, 1798

[22] No puede ser casualidad que el padre y dos tía-abuelas de María fueran mudas. Así, en 1727 Ana y Benita de Aguirre figuran como pobres y mudas, residentes en compañía de su cuñado Joseph de Mendieta; en 1764, el hijo de éste y padre de María, Gregorio de Mendieta, se quedó mudo, no lo había sido hasta entonces. Véase: AHPA, Prot. 11.978, Gerónimo de Arana, 1764; Archivo de la Tierra de Ayala: Sig. 56

En cuanto a los protagonistas de la escritura, Gerónimo Xabier de Arana Olamendi había nacido en 1745; María de Mendieta en 1746; María de Larragorri Beraza en 1736 y María Cruz de Gurbista Mendieta en 1748.

[23] ARCHV: Registro de Ejecutorias, Caja 3162, 23

Tercera parte

“BASCONGADOS E LATINADOS”. UNA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA SOCIOLINGÜÍSTICA DEL ALTO NERVIÓN (I)

1. Introducción

En 1371, Fernán Pérez de Ayala escribió el Libro del Linaje de los Señores de Ayala con el fin de vincular la ascendencia de la Casa de Ayala con la realeza aragonesa y legitimar así su posesión del Señorío[1]. Para ello, se presentó como descendiente de un presunto infante aragonés llamado Don Vela que habría poblado Ayala con permiso del monarca castellano y afirmaba que “los que vinieron a poblar la tierra de Ayala dellos eran vascongados e dellos latinados. E los vascongados llamaban a este Don Vela Jaun Belaco e los latinados don Belaco”. Esto no es más que mera fantasía pero consideramos que este pasaje concreto debe reflejar la situación lingüística que Fernán halló en la Tierra de Ayala cuando llegó a la misma sobre el año 1330. F. Barrenengoa (1988: 24) interpretó el comentario como muestra de la existencia en Ayala de dos zonas claramente definidas según la lengua hablada, zonas que delimitó en función del sustrato lingüístico dominante en la toponimia local. Es cierto que existió una zona claramente vascoparlante y otra en la que la toponimia castellana domina de forma absoluta. Sin embargo, nosotros creemos que no existió una frontera clara y duradera entre ambas lenguas sino que sus límites habrían sido difusos, permeables y cambiantes a lo largo del tiempo. Más aún, creemos que Fernán Pérez habría reflejado la coexistencia y convivencia de los dos idiomas en un mismo lugar, la Tierra de Ayala, sin que ello presuponga la existencia de dos áreas claramente diferenciadas en función de su idioma.

Haciendo extensible esta idea a la totalidad del Alto Nervión[2], nuestra hipótesis es que el panorama lingüístico de esta comarca en siglos pasados fue más complejo de lo que se ha supuesto. La historia del Alto Nervión, a pesar de su reducida extensión geográfica, se caracteriza en términos generales por una notable heterogeneidad en todos los campos debido a la existencia de notables diferencias entre sus distintos componentes; diferencias en cuanto a adscripción provincial y eclesiástica, configuración socioeconómica, distribución y conformación del hábitat, régimen jurídico, etc.[3]. El aspecto lingüístico no tiene por qué ser una excepción, de manera que tampoco en este sentido cabe entender el Alto Nervión como una comarca homogénea. Así, el euskera habría sido lengua dominante y prácticamente única en algunos lugares, mientras el castellano lo habría sido en otros. Pero, como decimos, las fronteras serían difusas, de manera que llegó a ocurrir que personas que solo sabían euskera y otras que solo sabían castellano convivieron junto a una amplia gama de bilingües en una misma localidad. En este sentido, en el presente trabajo se mostrará que la extensión del castellano en la comarca ha sido notable al menos desde los inicios de la Edad Moderna y creemos que el bilingüismo fue un fenómeno muy extendido.

La historia lingüística del Alto Nervión ha sido conceptuada como un proceso dilatado en el tiempo en el que la lengua nativa, el euskera, va desapareciendo ante el avance del castellano, un idioma ajeno a la mayor parte de los habitantes de la comarca excepto en las proximidades de Artziniega y en la ciudad de Urduña/Orduña[4]. En el presente trabajo, queremos romper con esta idea. El hallazgo de nuevos datos nos ha permitido formular algunas cuestiones que giran en torno no a la pérdida de la lengua, sino a la relación entre euskera y castellano en siglos anteriores. Consideramos que la naturaleza de esta relación puede renovar la visión tradicional sobre la situación y evolución del euskera en un ámbito lingüísticamente fronterizo y de estrecho contacto con el castellano.

2. Nuevos datos para la historia lingüística del Alto Nervión (1585-1638)

Casi todas las referencias documentales que aparecen en este apartado son inéditas y suponen un avance importante para el conocimiento de la historia lingüística de esta comarca, si bien es cierto que se centra casi exclusivamente en Amurrio y la mitad oriental de la comarca, dejándonos huérfanos de datos para la mitad occidental.

La primera referencia data del año 1585. El 28 de marzo se procedió a tomar testimonio a una serie de testigos presentados para el pleito que, ante el tribunal eclesiástico de Calahorra, estaban manteniendo María Sáez de Murga y su hijo Lope García de Murga con el cabildo de la iglesia de Santa María de Amurrio y sus parroquianos en general, y con Juan de Urrutia en particular, sobre el patronazgo de la susodicha parroquia. Ante los receptores enviados por el obispado, Urrutia manifestó que tenía algunos testigos “que no entendian bien la lengua castellana y que para que pudiesen decir mexor la verdad de lo que supiesen era necesario que ubiese un ynterprete que entiendese entranbas las lenguas castellana e bascongada[5]. Para tal efecto, fue nombrado el joven escribano Juan Pérez de Ulibarri, natural de Amurrio y receptor de la Audiencia Episcopal de Calahorra, quien juró que “aquello que yo el dho receptor le dixese en lengua de rromance que preguntase en basquence al dho diº de aldama (…) y todo lo que dho diº de aldama respondiense en basquenze me lo declararía en rromanze”.

En todo caso, a pesar de lo dicho por Urrutia, solo uno de los testigos requirió finalmente de intérprete. Como aparece en la cita anterior, se llamaba Diego de Aldama[6]. Decía tener unos ochenta y seis años y era llavero de la iglesia. Eso significa que Diego había podido desempeñar este cargo, y hacer vida comunitaria, sin saber castellano, o conociéndolo de manera insuficiente. Pero que un euskaldun monolingüe pudiera ser un miembro activo de su comunidad en el Amurrio del siglo XVI no significa que el castellano no estuviera extendido, ya que el resto de testigos declararon en este idioma. Y no fueron pocos. Es cierto que entre ellos hubo algunos curas y personajes notables de la zona pero también otros vecinos ancianos y analfabetos[7] y lo mismo ocurrió con los testigos presentados por la parte contraria, ninguno de los cuales necesitó de intérprete.

Apenas tres años después, dos vecinos de Lezama pleitearon ante el Alcalde Mayor de la Tierra de Ayala en testimonio del escribano Cristóbal de Ugarte, natural de Amurrio. Como éste era pariente de una de las partes pleiteantes, la contraria obtuvo facultad para nombrar escribano acompañado, es decir, un escribano de su confianza que asegurase que todo se ejecutaba conforme a derecho. Este papel recayó en Pedro de Menoyo, natural y vecino de Salmantón. En un momento dado, el denunciante Juan Balza de Berganzagoitia protestó que se habían presentado testigos que no sabían la lengua castellana y, dado que Menoyo no entendía la lengua bascongada, pidió que aquellos no fueran examinados hasta que fuese con otro escribano acompañado que sí supiera el idioma. Según parece, este papel recayó en Hernando de Ugarte, que precisamente era hijo de Cristóbal y vecino de Lezama. Nunca se aclara quiénes fueron exactamente estos testigos.

Además del desconocimiento del euskera por parte de Menoyo, sobre lo que volveremos más adelante, es llamativo que Balza escogiese un escribano que únicamente hablaba castellano, como si no hubiera reparado en absoluto en la cuestión idiomática. Y también hay que destacar que, aún después de esta queja, el escribano Menoyo recibió testimonio de un gran número de vecinos de Lezama, hombres y mujeres de todas las edades, sin que en ningún momento se mencione la necesidad de intérprete alguno. Puede que fuese Cristóbal de Ugarte, quien puso por escrito todas las declaraciones, quien ejerciera esta función. Puede que, simplemente, no fuera necesario. Ésta explicación nos parece la correcta porque, posteriormente, tomaron declaración a un vecino de Amurrio que sí necesitó de intérprete. Se llamaba Martín de Pardío y no sabía romance, mientras que Menoyo no sabía basquenze, por lo que nombraron por intérprete al escribano Domingo de Uriarteque sabe anbas lenguas[8]. Hay que mencionar también que el incidente que fue objeto del pleito tuvo lugar en una romería en Lezama, mientras estaban en un baile que, según los testigos, llamaban a tabolin bolinete en lengua bascongada. Tomamos esta referencia como un indicativo de la lengua que emplearían en el día a día, en las cosas cotidianas[9].

En Amurrio tenemos también una referencia del año 1629, cuando el bachiller Pedro Martínez de Landa, natural y cura de Lezama, estaba actuando en aquel lugar como Juez de Comisión del Obispado e hizo una notificación a María Ortiz de Aldama, criada del cura Juanes de Aresqueta. Y se dice: “e yo el dho escribano q presente estaua el dicho señor Juez q le dio a entender lo susodicho por ser la dicha mª ortiz bazcongada sse lo notifique la qual dijo según el dicho señor Juez me traduçio en romançe que…[10]. El escribano, que por lo que se ve no sabía euskera, era Cristóbal de Menoyo Murga.

Continuando con los nuevos datos que hemos obtenido, en 1625 se efectuaron las probanzas necesarias para la obtención del hábito de la Orden de Santiago por Hortuño de Ugarte Iturriaga, descendiente de la torre de Jauregia en el barrio de Berganza, parroquia de Baranbio. Solo uno de los testigos necesitó intérprete, que fue a la sazón un vecino de Lemoa. El testigo vascoparlante fue un anciano de Baranbio apellidado Sagun, cuyo nombre no se aprecia con claridad en el documento. Sin embargo, no parece que lo necesitaran otros vecinos de la zona como Juan de Larrea de Vidaur, Juan de Arrategui, Pero Verde, Pedro Ortiz de Berganza, Pedro Hernando de Berganza y Juan de Berganza, por no hablar de otros más notorios y pertenecientes a la élite comarcal del momento[11].

En 1638, otros dos caballeros de la Orden de Santiago se desplazaron a Lezama para realizar las pertinentes investigaciones y comprobaciones para que el Capitán Juan de Ugarte Berganza, natural de la localidad, obtuviera el hábito. Debido a que dos de los hombres más poderosos de la zona acusaron falsamente al Capitán de ser descendiente de judíos, se tomó declaración a una cantidad inusual de testigos. Solo en Lezama se examinó a unos cuarenta hombres, la mayoría de esta localidad pero también de Amurrio, Inoso y Larrinbe, casi todos de edad avanzada. También fueron examinadas dos mujeres. De todas estas personas, solo una mujer necesitó intérprete porque “no nos entendia lo que la hablabamos y preguntabamos por no saber hablar mas que bascuence”. Se llamaba Francisca de Elexaga, era natural de Amurrio y vecina de Larrinbe. Su intérprete fue nada menos que Antonio de Murga Esquibel, señor de la casa de Murga. A continuación, los dos receptores de la Orden pasaron a Baranbio y Laudio/Llodio. En la primera localidad, tres de los nueve testigos examinados necesitaron intérprete. Se llamaban Martín de Aranguren, Martín de Onsoño y Sebastián de Isasi, y el traductor fue Pedro de Berganza, todos naturales y vecinos del lugar. Nuevamente, varios de los que declararon en castellano no sabían firmar. Finalmente, en Laudio/Llodio todos los testigos necesitaron intérprete salvo dos, siendo uno de ellos el propietario de la casa de Ugarte, que además era escribano[12].

Hay que señalar que idénticos interrogatorios se efectuaron en 1636 y 1639 en Lezama para la obtención del hábito de Santiago por parte de Juan de Urbina Eguiluz y Antonio de Isasi Eguiluz respectivamente. Hemos advertido que los testigos que declararon en estos casos fueron prácticamente los mismos que también lo hicieron en 1638 en el caso anteriormente citado. Nadie necesitó intérprete[13]. ¿Cabe la posibilidad de que fueran presentados como testigos precisamente por su conocimiento del castellano? Es una opción que, a priori, parece plausible. Pero en el caso judicial de 1588 fueron muy numerosos los vecinos que declararon, hombres y mujeres, chicos y chicas, de todas las edades. Y, como hemos visto, casi nadie precisó de un intérprete.

Por lo tanto, podemos afirmar que, a finales del siglo XVI y principios del XVII, el castellano era una lengua muy extendida en Amurrio, Lezama y alrededores. Lo era sin duda entre los varones, no pocos de ellos capaces al menos de firmar de su puño y letra, pero la existencia de muchos hombres castellanoparlantes presuntamente analfabetos nos sugiere que el aprendizaje de esa lengua no se producía solo en la escuela, tal y como se suele suponer. Este argumento es reforzado por el hecho de que aparecen mujeres que también sabían el idioma.

Por el contrario, tenemos a algunas personas que solo sabían euskera. No nos sorprende que fueran más numerosos en Baranbio y mayoría en Laudio/Llodio, lugares en los que el euskera se mantuvo con vigor durante siglos. La situación, sin embargo, parece ser distinta en Amurrio, Lezama o Larrinbe. Es significativo sobre todo el caso del anciano Diego de Aldama, que en el momento de la declaración era llavero de la parroquia junto al citado Juan de Urrutia, escribano y fiel servidor de la Casa de Ayala. Además, en aquel momento se estaba procediendo a agrandar la iglesia, por lo que sin duda hubo de tratar con muchos individuos. Era un euskaldun monolingüe que ocupaba un cargo relevante que le obligaría a tratar con sus convecinos. No menos elocuente es la identidad de aquellos que figuran como intérpretes: Juan Pérez de Ulibarri, Hernando de Ugarte y Domingo de Uriarte eran escribanos. Sobre todo los dos últimos, fueron personajes muy relevantes y poderosos en la Tierra de Ayala, como lo fue Antonio de Murga. El sacerdote Pedro Martínez de Landa había nacido en Lezama, su madre era natural de Amurrio y pariente de Murga. El hecho de que todas estas personas, pertenecientes a la élite local y comarcal de la época, supieran euskera manifiesta su uso cotidiano incluso entre las familias más poderosas de la zona.

En definitiva, tenemos indicios suficientes para afirmar que el euskera era la lengua de uso habitual por la población de Amurrio y alrededores, cuanto más en Laudio/Llodio o Baranbio. Sin embargo, la gran mayoría de los vecinos, al menos los varones, también sabía castellano, independientemente de que hubieran ido a la escuela o no. No parece que estemos ante una población que solo hablase euskera en el hogar y aprendiera castellano en la escuela. Nuestra hipótesis es que, al menos en esta área del Alto Nervión, el euskera era la lengua nativa de la mayoría pero el aprendizaje del castellano seguramente también se producía en este contexto, sin que ello reste que algunos lo perfeccionaran en la escuela o en otros contextos, como puede ser sirviendo a personajes notables o en lugares generalmente castellanoparlantes como la ciudad de Urduña/Orduña.

Por último, tan importante es observar la identidad de quienes saben euskera como la de aquellos que lo desconocen. Hemos visto el caso del escribano Pedro de Menoyo, de Salmantón, personaje muy activo en las instituciones ayalesas y es de pensar que pudo desempeñar su oficio con normalidad sin conocer la lengua vasca[14]. Esto no significa necesariamente que el euskera fuera desconocido en la zona occidental de la Tierra de Ayala; la toponimia de Salmantón es de clara raíz euskérica en su mayoría. Pero sin duda el conocimiento del castellano sí debía ser generalizado, de lo contrario difícilmente hubiera podido desempeñar su oficio con normalidad. Tampoco sabía euskera Cristóbal de Menoyo Murga, sin parentesco conocido con el anterior, escribano, natural y vecino de Menoio. Su padre era oriundo de esta localidad y su madre de la casa de Oribe en Soxo, y estuvo casado con Casilda Fernández de Angulo Velasco, del valle burgalés de Tudela[15]. Como decíamos, nos hallamos ante una situación más complicada de lo supuesto, en la que no existirían fronteras lingüísticas definidas y en la que el castellano aparece con una fuerte implantación en la Tierra de Ayala, incluso en localidades en las que es manifiesto que el euskera era la lengua cotidiana, y como lengua única de algunos notables del lugar.


[1] Fernán Pérez de Ayala había nacido en Toledo y recaló en Ayala junto a su hermano mayor a llamamiento de los Perea y los Ibargüen ante el conflicto abierto a raíz de la muerte sin sucesión del Señor, Juan Sánchez de Salcedo. Fernán accedió al Señorío tras imponerse a los Murga en el campo de batalla y tras la muerte de su hermano mayor. Aun así, y como puso de manifiesto un pleito que los ayaleses tuvieron a finales del XIV con Pedro López de Ayala, Conde de Salvatierra, al parecer el rey Alfonso XI le concedió la Merindad sobre Ayala pero no el Señorío. Esto explicaría aún más la necesidad de legitimar su posición como Señor.

[2] En nuestros trabajos, hemos optado por esta denominación frente a otras como Cuenca Cantábrica Alavesa o la actualmente en boga Aiaraldea por ser un descriptor meramente geográfico, mucho más adecuado para integrar una serie de municipios que pertenecen a distintas provincias y con diversas trayectorias históricas. El Alto Nervión se sitúa en la cabecera del río de mismo nombre y engloba los actuales municipios de Amurrio, Artziniega, Ayala/Aiara, Laudio/Llodio, Okondo y Urduña/Orduña.

[3] En este sentido, la comarca se reparte entre Álava y Bizkaia (Urduña/Orduña), eclesiásticamente se dividía entre los Obispados de Calahorra y Santander (antes Burgos), existían núcleos urbanos y entidades completamente rurales, un hábitat disperso y un hábitat concentrado, así como distintos regímenes jurídicos históricos (Fuero de Ayala, Fuero de Bizkaia, Fuero Real, etc.).

[4] Fue F. Barrenengoa quien realizó una primera síntesis sobre la historia del euskera en el Alto Nervión, la cual ha sido tomada desde entonces como referencia a la hora de establecer una cronología sobre el retroceso de la lengua vasca en la comarca. Nosotros intentamos actualizar aquel trabajo mediante un artículo en el que aportamos nuevas citas documentales y datos inéditos que nos permitieron profundizar tanto en la presencia histórica del euskera en el Alto Nervión como en la cronología de su desaparición

[5] Archivo de la Torre Vidarte: Autos del pleito por la posesión de la sepultura y honores de la Casa de Murga en San de Amurrio. (1583-1587).

[6] Seguramente, era vecino del barrio de su apellido, un pequeño asentamiento de montaña distante varios kilómetros del centro de la localidad, donde está la parroquia

[7] Juan de Alupazaga de Larrinbe, Juan Ortiz de Belaunde de Olabezar, Iñigo de Ugarte de Baranbio, Martín de Amezqueta de Lezama y los amurrianos Juan de Larrarte, Martín de Pardio (quien dijo que sabía leer un poco) o Martín Sáez de Sarachaga.

[8] No se aclara si era un Martín de Pardío de unos sesenta años que ya había aparecido anteriormente en el pleito o un tal Martín de Pardio de Ugartebechi que también es mencionado. No es el mismo mencionado en la nota anterior, pues aquel sí sabía castellano.

[9] Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARCHV): Registro de Ejecutorias, Caja 1665, 21. El pleito está transcrito en el expediente para el acceso a la Orden de Santiago del capitán Juan de Ugarte Larrea en Archivo Histórico Nacional (AHN): Consejo de Ordenes, Caballeros de Santiago, Exp. 8256.

[10] Archivo de la Torre Vidarte: Autos originales formados en 1629 ante el Licenciado Pedro Martínez de Landa, Beneficiado de la Iglesia de Lezama de Ayala y Juez en comisión por testimonio de Juan de Angulo, Escribano Público y Notario Apostólico por D. Antonio de Murga contra los Mayordomos de la Iglesia Parroquial de Amurrio y otros, para que quitasen un poyo de piedra que habían puesto en el sitio en que solían tener un escaño los dueños de la casa solar de Murga.

[11] AHN: Consejo de Órdenes, Caballeros de Santiago, Exp.8258

[12] AHN: Consejo de Órdenes, Caballeros de Santiago, Exp. 8256

[13] AHN: Consejo de Ordenes, Caballeros de Santiago, Exp. 8309 y Exp. 4137

[14] De la consulta de las actas de la Tierra de Ayala se desprende que fue síndico procurador general en 1582-1583 y 1592-1593, alcalde ordinario de la cuadrilla de la Sopeña en 1586-1587 y escribano fiel en 1597-1598.

[15] Curiosamente, su sobrina Francisca de Albiturria Menoyo se casó con un hermano del bachiller Landa. De este matrimonio desciende el escribano Gerónimo de Arana, de quien hablaremos más adelante. Curiosamente también, era descendiente de la casa de Murga. Por otra parte, al igual que Pedro de Menoyo, Cristóbal fue escribano y ocupó los principales cargos de la Tierra de Ayala, siendo su representante en Juntas Generales de Álava en mayo de 1621, 1625, noviembre de 1627, mayo de 1629, de noviembre de 1632 a noviembre de 1634 ininterrumpidamente y en 1637.

Segunda Parte

Ordenanzas de Larrinbe (1736)

Toda organización o institución requiere de una serie de normas que regulen su funcionamiento, no solo a nivel interno (como tal institución) sino también, y a veces sobre todo, de cara a regular las atribuciones y capacidades que posee. Este es el papel que corresponde a las llamadas “ordenanzas” en las distintas entidades territoriales del pasado.

Por ejemplo, en el caso de la Hermandad de Álava es precisamente la elaboración de un Cuaderno de Ordenanzas en Rivabellosa en el año 1463 lo que sirvió como acto fundacional de esta institución, inexistente hasta el momento. Es decir: Álava era anteriormente un término geográfico que carecía de cualquier tipo de organización ni reflejo institucional, y fue en función de estas ordenanzas que se creó una institución con dicho nombre, a la que se fueron adhiriendo una serie de territorios de distinta naturaleza desde el momento de su redacción (caso de la Tierra de Ayala) o en años posteriores (caso de Llodio, entre otros).

Por su parte, las ordenanzas de la Tierra de Ayala fueron elaboradas por los cinco alcaldes ordinarios, los cinco diputados, los “escuderos principales”, un representante de cada concejo y el letrado de la Tierra. Fue el fruto, por tanto, de un esfuerzo colectivo en el que se habría alcanzado el mayor consenso posible y fueron aprobadas en una Junta General extraordinaria realizada en Saraube el 28 de diciembre de 1510. Se supone que estas ordenanzas venían a reemplazar otras anteriores, probablemente nunca puestas por escrito, pero en cierta medida habría ocupado el hueco dejado por el antiguo Fuero, al que renunciaron en 1487. De hecho, las ordenanzas de Ayala son mucho más completas que el antiguo Fuero, y en la práctica constituyen lo que nosotros entendemos hoy por “fueros”. Esto no es algo particular de Ayala, puesto que lo que se conoce como “fueros” es en realidad el conjunto de ordenanzas, leyes, cartas reales, ejecutorias y privilegios que cada uno de los territorios fue logrando, consensuando y estableciendo a lo largo de los siglos (hay que tener en cuenta que ni Álava ni Gipuzkoa tenían un Fuero como tal, y el de Bizkaia solo incumbía a la llamada Tierra Llana).

Estas fechas iniciales del siglo XVI asistieron por doquier a la puesta por escrito de multitud de ordenanzas y reglas, de modo que lo mismo hicieron los concejos, comunidades como la Junta de Ruzabal e incluso comunidades de montes. Por ejemplo, sabemos que las de Lezama, que se conservan íntegramente, son de 1511, y las de Astobiza de 1515. Evidentemente, las sociedades se transforman con el transcurrir del tiempo, de modo que generalmente las viejas ordenanzas quedaron obsoletas, incapaces de dar satisfacción a las necesidades de las personas y comunidades que las integraban. En el caso de Ayala, en 1750 se aprobó una llamada Ordenanza Moderna, más breve que la antigua, y que venía a actualizar algunos aspectos de ésta, sobre todo en lo que se refiere a penas y sanciones por comportamientos que se consideraban indebidos y por excesos que se estaban produciendo en diversos aspectos. En aquello que no se tocó, siguió vigente la ordenanza antigua.

Pues bien: el 5 de agosto de 1736, “en el Zementerio de la Yglesia Parroquial del señor Santiago” de Larrinbe, se juntaron a son de campana los regidores y demás vecinos en su “junta y conzejo para tratar, conferir y resolver las cosas tocantes y conzernientes al servicio de ambas Magestades [la divina y la temporal] vien y utilidad de dho Lugar”. Asistieron los dos regidores, Gabriel de Sagarribay y Francisco de Aldama, y los dos fieles, José García de Urietagoicoa y Tomás de Ugarte, además de los vecinos Manuel de Berganza, Francisco de Salazar, Marcos de Ugarte, Santiago de Villacián, Fernando y Fernando de Ugarte mayor y menor, Diego de Sagun, Martín de Gorbea, Juan de Mariaca, José de Orue menor, Francisco de Villacián, Francisco de Aldama de Izadar, Juan de Berganza de Uriarte, Francisco y Domingo de Orue, Diego de Sautu, Agustín de Orue, Francisco de Echabarria, Bartolomé de Villacián, Francisco de Ziorraga, Asensio de Landaburu, Manuel de Arana, Domingo de Izarra, Antonio de Orue, Antonio de Arana, Silvestre de Berganza, Domingo de Ugarte, Juan de Zulueta, José de Berganza, José de Olarieta y Marcos de Solar. Todos ellos en su propio nombre, y por aquellos que estaban ausentes o enfermos, dijeron que para su conservación, buena unión y conformidad, necesitaban hacer ordenanzas de buen gobierno político y económico, para que los regidores las observasen e hicieran observar.

La escritura que entonces formalizaron, y que traemos a estas páginas, no se corresponde con las ordenanzas como tal sino que consiste en una escritura notarial realizada ante el escribano Tomás de Garbiras (de cuyo protocolo notarial la hemos copiado; Archivo Histórico Provincial de Álava, Protocolo notarial 12.266) con la cual los dos regidores habrían de acudir a las autoridades de Ayala para obtener la aprobación del articulado y su definitiva aceptación como tales ordenanzas. En ningún momento se menciona la existencia de unas viejas, pero consideramos que debieron tenerlas, por escrito o no.

Estas ordenanzas de Larrinbe constan de 34 artículos y la gran mayoría tienen que ver con la gestión de los recursos públicos y privados de los vecinos de la localidad. Su exposición dejará patente hasta qué punto estaba regulada la administración de los bienes y los comportamientos; téngase en cuenta que a esta ordenanza se superponía la de Ayala, que aborda también muchas de estas cuestiones y otras similares. Vayamos, sin más, con el articulado:

1. Habrá, como hasta ahora, dos regidores “para mirar y gouernar las cosas conzernientes a la utilidad de el y su conseruazion” [nada se dice de los dos fieles, pero esta figura seguiría existiendo en adelante]

2. Los regidores serán nombrados el primer día del año por los regidores y fieles que “ultimamente ayan sido” [en otros concejos, como Amurrio, eran los regidores salientes quienes nombraban a sus sucesores de manera directa. No en conjunto, sino cada uno el suyo: Fulano decía que Mengano sería el próximo regidor, y eso era todo. Suponemos que aquí ocurría lo mismo]

3. La elección se realizaría, como hasta ahora, en la casilla contigua a la iglesia, la misma en que habitaba el sacristán

4. Los regidores debían encargarse de apartar las aguas de los caminos reales y servidumbres públicas asignando a cada vecino la parte que les correspondiera cuidar, quedando así obligados a hacer los vallados y zanjas que fueran necesarios, so pena de 6 reales de multa. A la tercera falta, se le embargarían bienes y la mitad de ellos serían para reparar caminos y la otra mitad para los regidores.

5. Se prohibía entrar con carro a las heredades atravesando “boronales” con objeto de sacar las hierbas del “fruto de San Juan”, sino que debían sacarlas a hombros hasta el cargadero donde no se hiciera daño, so pena de pagar los perjuicios y 200 maravedís de multa aplicados la mitad para los regidores y la mitad para reparo de caminos

6. Se prohibía segar hierba en las orillas de las heredades sembradas de cereal sin licencia del dueño, so pena de 100 maravedís

7. Se prohibía dejar atadas caballerías, bueyes y vacas, fuera de día o de noche, en las heredades y “botteas” (¿?) de las Arías desde el primero de abril hasta la recogida de la cosecha, so pena de 6 reales de multa a repartir entre los regidores, el concejo y las ermitas

8. Se prohibió varear los castaños antes de que el fruto hubiera madurado y de que los regidores ordenasen hacerlo, pues ocurría que algunas personas lo hacían así y ello causaba la pérdida de los castaños y de mucha parte del fruto. La multa era de 6 reales, mitad para el denunciante y mitad para el concejo.

9. Los regidores, por medio de sus montaneros, debían visitar los montes al menos dos veces por semana en tiempo de castaña, y si encontraban a alguien debían requisar los aperos que llevara para recoger castañas y otros frutos. Si eran criados o criadas, la multa la pagarían sus amos, y si eran forasteros los debían llevar presos ante los regidores [suponemos que los montaneros eran nombrados por los propios regidores; la existencia de esta regla se debe, evidentemente, a que estas prácticas eran comunes]

10. Cada vecino debía tener su huerta bien compuesta y con la hortaliza necesaria para su casa y familia, so pena de 3 reales de multa por cada falta que se hallase por los regidores, que quedaban obligados a visitar las huertas del vecindario

11. Robar en huertas era penado con 500 maravedís de multa divididos a partes iguales entre el denunciante, el concejo y las ermitas. Además, el reo debía pagar al dueño el doble de los daños causados

12. Cada vecino debía plantar cada año cuatro carrascos de buena calidad en los montes, ejidos y comunes, so pena de 400 maravedís de multa

13. Se prohibía hacer roturas sin licencia ni consentimiento de los regidores, que además debían señalar el lugar en que debían hacerlas. Ello se debe a que muchos vecinos las hacían donde se les antojaba. La multa era de 500 maravedís que irían para el concejo, además de tener que abrir la rotura

14. Los regidores debían distribuir a los vecinos en cuadrillas por el mes de abril para limpiar y arreglar las fuentes y pozos de los montes para que el ganado pudiera beber con toda limpieza y comodidad, so pena de 4 reales para el concejo

15. Se prohibía hacer fuego para quemar árgoma y aulagas so pena de 500 maravedís, mitad para el concejo y mitad para el denunciante. Los regidores tenían obligación de investigar estos fuegos, pues de lo contrario deberían pagar ellos los daños que se ocasionasen. Y si los autores eran forasteros, debían avisar a la justicia ordinaria o de hermandad [es decir, a los alcaldes ordinarios o los alcaldes de hermandad de Ayala, que eran quienes tenían potestad para entender en estas cosas]

16. Siempre que se supiera que entre las casas y sus cercanías anduviera lobo, raposo u otro “animal nocibo y pernicioso”, los vecinos debían salir en batida con las armas que tuvieran. Y si no podían juntarse, los regidores ordenarían quiénes debían ir, y éstos recibirían un cuartillo de vino “por via de refresco” a costa del concejo [un cuartillo equivale a medio litro]

17. Los regidores debían nombrar anualmente dos panaderas que quedaban obligadas a tener siempre el suficiente pan cocido para vecinos y viandantes (se dice que a veces había falta de ello). Esta práctica estaba sujeta a postura, que debía ser fijada por los fieles.

18. Los regidores debían tener una o dos tabernas en las que se vendiera vino clarete de Rioja, de lo contrario podían ser castigados por el concejo [la obligación de tener una o dos tabernas públicas era común a todos los concejos, pero no parece que fuera lo más habitual que fueran los regidores quienes debían regentarlas]

19. De noche, los taberneros y taberneras no debían admitir “conversación” en ellas ni podían dar vino a no ser que fuera para llevar, so pena de 500 maravedís de multa que irían por mitad a reparo de caminos y ermitas

20. Se prohibía llevar armas ofensivas ni defensivas a las tabernas en días festivos, so pena de 500 maravedís que irían por mitad a regidores y reparo de caminos.

21. “porque sucede muchas veces que en días de fiesta y domingos suelen reñir de obra y palabra en dichas tabernas algunos vecinos y naturales”, se estableció una multa de 500 maravedís que debía cobrar el concejo, independientemente de que la justicia ordinaria entendiera finalmente en el caso o no.

22. Los vecinos que se sintieran agraviados por los fieles tenían derecho a recurrir ante los regidores, y las decisiones de éstos se podían recurrir ante el concejo. El que sin pasar estos trámites acudiera a la justicia ordinaria de Ayala sería multado en 500 maravedís a pagar al concejo, además de pagar los gastos

23. Los regidores, fieles y una persona mayor de cada casa quedaban obligados a acudir a letanías y rogativas so pena de media libra de cera para la iglesia, pues había costumbre de que, solo para cumplir, se enviasen a niños y niñas “con que se desluzen las proçesiones y no se da el culto deuido a los santos

24. Se prohibió entrar a misa los domingos y festivos con el pelo atado y sin la decencia debida a semejante culto divino, y debían oírlas desde los bancos que para ello había, so pena de una libra de cera para la iglesia. Ello se debe a que algunos vecinos acudían a estos oficios sin “ongarinas” y con los pelos atados, y oían la misa desde el coro y otros rincones de la iglesia [una ongarina es un tipo de jubón negro, sin cuello y hasta las rodillas, muy frecuente en el norte de Navarra pero no exclusiva de allí, donde consta su uso por los hombres para ir a la iglesia, entierros, bautismos y bodas; lo mismo debía ocurrir aquí]

25. Los regidores y los fieles quedaban obligados a acudir a la misa conventual de los domingos y festivos, y especialmente los festivos de primera clase (Pascual, Corpus, Jueves y Viernes Santo), so pena de media libra de cera. Se dice que muchas veces no asistían a estas misas

26. Se prohibía que ningún vecino se opusiera a que los montaneros les embargasen bienes por orden de los regidores so pena de 500 maravedís para el concejo, además del pago de la multa o pena en que hubieran incurrido. A cuenta de esta oposición, solían producirse disturbios y alborotos.

27. Los regidores debían tener un libro en el que escribieran las multas y penas que impusieran, de las cuales debían dar cuenta a sus sucesores en el plazo de 15 días después de cesar del cargo, so pena de 1.000 maravedís, aplicados por mitad al concejo y reparos de caminos

28. Se prohibió a los regidores ocultar multas so pena de 2.000 maravedís que irían para reparos y adornos de la ermita de San Mamés, además de tener que pagar lo correspondiente a la multa ocultada

29. Los regidores, antes de ejercer sus oficios, debían jurar por Dios, ante la señal de la cruz y sobre los Evangelios, que ejercerían con toda fidelidad y cristiandad, guardando y haciendo guardar los capítulos. Si no lo hacían, no serían tomados por regidores, y si se negaban, se elegiría a otros

30. La inasistencia a concejo, algo que debía ser frecuente, se penó con 4 reales

31. Se prohibió levantar la voz en el concejo, algo que solía ocurrir frecuentemente y daba lugar a murmuraciones y dejación al deliberar lo necesario, so pena de 3 reales

32. Se prohibió a los regidores que hicieran derrama alguna si no estaban presentes en concejo todos o la mayor parte de los vecinos, so pena de todos los daños causados. Los repartimientos que se hicieran debían apuntarse en los libros.

33. Se establece un salario de 15 reales anuales para el escribano o persona que escribiera en estos libros las elecciones de oficios y los repartimientos

34. Se ordenó sacar dos copias auténticas de este capitulado: una quedaría en el archivo que estaba en la iglesia y el otro pasaría entre los regidores de mano en mano.

Lezama en la II República: política y elecciones

 

 

El Ayuntamiento de Lezama (integrado por Astobiza, Baranbio, Larrinbe, Lezama, Lekamaña y Saratxo) tenía 1444 habitantes de hecho y 1564 de derecho según el censo de 1930. Era por entonces un municipio fundamentalmente rural donde la mayoría de la población se dedicaba a la agricultura, que combinaban con el mantenimiento de una pequeña cabaña ganadera. Así, aproximadamente la mitad de los cabezas de familia eran labradores propietarios. La actividad minera en el coto de San Antón se mantenía a duras penas, y había un número importante de personas que trabajaban en actividades vinculadas al ferrocarril. Para los jóvenes, la apertura de algunas fábricas en Amurrio representó una nueva oportunidad, pero la mayoría de la población se dedicaba al sector primario como hemos dicho.

El 29 de octubre de 1841 el regente Espartero promulgó un decreto por el cual los ayuntamientos de las provincias vascas debían organizarse con arreglo a las leyes constitucionales. Como consecuencia, la Tierra de Ayala se descompuso en varios ayuntamientos. La cuadrilla de Lezama emprendió el camino hacia su municipalización, si bien finalmente Etxegoien e Izoria se desgajaron de ella para pasar al municipio de Ayala, de manera que el Ayuntamiento de Lezama fue constituido por las seis localidades mencionadas. El primer Ayuntamiento Constitucional se constituyó el 19 de diciembre: Dámaso de Arana alcalde, José Balza de Berganza primer regidor, Vicente de Aldama segundo regidor, Benito de Ibarra tercer regidor, Julián Díaz de Olarte cuarto regidor y José de Oquendo síndico procurador general.

A lo largo de la Restauración, Lezama estuvo políticamente controlada por la Casa Urquijo, que se definía como independiente, aunque casi siempre en posiciones liberales y en franca oposición al carlismo. Por aquel entonces, Amurrio fue un distrito electoral en el que se elegía un diputado a Cortes; a lo largo de todo el periodo, resultó elegido el candidato urquijista, habitualmente sin competencia. Una excepción puede ser la elección de 1916, cuando Luis Urquijo superó en Lezama al carlista Antonio Garay por solo doce votos. En las elecciones a Cortes de 1919 Urquijo, en unión con los conservadores y tradicionalistas, ganó ampliamente al otro candidato, el nacionalista Esteban Isusi. Pero es significativo que, en una fecha tan temprana, el candidato del PNV recibiera 59 votos en este municipio, teniendo en cuenta que la implantación del nacionalismo en Álava no conoció avances destacables hasta los años treinta.

El golpe de estado de Primo de Rivera en 1923 dio la puntilla al sistema de la Restauración. En este periodo, los alcaldes de Lezama fueron Jacinto Ugarte (1923, en sustitución del anterior, Casimiro Arbaizagoitia), José María Aguirre (1923-1928) e Isidoro Gutiérrez (1928-1930), que fue sustituido por Alejandro Aldama en el periodo transicional que siguió. Por otro lado, tras la caída del gobierno de Dámaso Berenguer el 12 de febrero de 1931, el rey Alfonso XIII ofreció el gobierno al almirante Aznar y se convocaron elecciones municipales para el 12 de abril, unas elecciones que fueron planeadas como un plebiscito: monarquía o república.

Sin embargo, en Álava aproximadamente la mitad de los concejales fueron elegidos por el artículo 29, sin lucha electoral por no presentarse un número de candidatos superior al de concejales a elegir. Además, la mayoría de las candidaturas fueron apolíticas. El 5 de abril la Junta Municipal del Censo Electoral aprobó cuatro candidaturas propuestas por exconcejales para el Distrito de Baranbio (en el que votaban Baranbio, Astobiza y Larrinbe): las de José Isasi Esnal, Hilario Aldecoa Lejarza, Manuel Guinea Uzabal y Víctor Aldama Ugarte. Los cuatro fueron proclamados concejales en función del artículo 29, de manera que no hubo elecciones en esta sección el 12 de abril. El día 10 el periódico Heraldo Alavés se congratulaba por la elección de cuatro monárquicos aunque realmente Isasi y Aldama eran nacionalistas, o al menos así se significaron posteriormente.

El 12 sí hubo elecciones en la Sección de Lezama, donde votaban los de este pueblo, Lekamaña y Saratxo, y eran elegidos cinco concejales. Pero el interés no fue muy grande: solo 58 de 175 electores ejerció su derecho al voto. En general, en toda la provincia hubo un escaso interés por estas elecciones. Los resultados fueron los siguientes:

            -Nicanor Guinea Uzabal: 26 votos

-Elías Gutiérrez Arechavala: 25

-Isidoro Gutiérrez Martín: 25

-Silvestre Bordagaray Goicolea: 23

-Julián Aguirre Respaldiza: 18

-Alvaro Solachi Amirola: 15

-Cosme Ibarrola Padilla: 13

-Miguel Pinedo Urrutia: 3

-Benigno Menoyo Obaldia: 1

-Francisco Abasolo Aguirre: 1

-Francisco Mendivil Alava: 1

 

 

El día 21 se procedió a la constitución del nuevo ayuntamiento. Tomaron posesión los cuatro nombrados por artículo 29 en la Sección de Baranbio y los cinco más votados en Lezama. Sin embargo, Isidoro Gutiérrez renunció a su puesto y lo cedió al siguiente más votado de la lista, Álvaro Solachi. El libro de actas no cita sus filiaciones políticas, pero sabemos que solo uno de los cinco elegidos en Lezama fue nacionalista, Bordagaray. El resto figuran como tradicionalistas. Posteriormente, se procedió a la elección de alcalde “metiendo cada concejal un papel en una urna”. El elegido fue Julián Aguirre, que era el más joven de todos, con cinco votos. El siguiente fue Silvestre Bordagaray con tres votos seguido de Nicanor Guinea con uno, a pesar de lo cual éste fue nombrado primer teniente y aquel segundo teniente.

Hay que tener en cuenta que la población no tenía una cultura democrática ni política por aquel momento. El carlismo, más que un partido, había sido un movimiento no muy organizado ni estructurado, mientras que el urquijismo imperante durante la larga Restauración tampoco contó con ningún tipo de organización ni rasgo propio de la política de masas. Nos faltan estudios que ayuden a comprender las redes del urquijismo; por ejemplo, una identificación de sus agentes e interventores en tiempo de elecciones que contribuya a definir la evolución política e ideológica de los hombres de este tiempo. Tampoco podemos decir gran cosa sobre los inicios del nacionalismo en esta comarca. Existe en esta cuestión un vacío historiográfico que llenar.

En cuanto a los concejales elegidos en 1931, Bordagaray y Azcaray, así como Isidoro Gutiérrez y el padre de Aldama, figuran como afiliados a la Unión Patriótica en 1924, pero hay que tener en cuenta que ello fue obligatorio para desempeñar cargos públicos durante la dictadura de Primo de Rivera. Siendo Gutiérrez alcalde, observamos que junto a el se encontraba un futuro nacionalista como Juan Isasi Esnal, Manuel Sojo (varios de cuyos hijos fueron milicianos) y tradicionalistas como José María Aramendi y José Aspiazu Guaresti.

 

El 8 de mayo de 1931 se promulgó un decreto que reformó la Ley Electoral de 1907, bajando la edad mínima para votar a los 23 años, suprimiendo el artículo 29 y posibilitando la elección de las mujeres, aunque aún no podían votar, ya que esa reforma se dejó pendiente para las Cortes que saldrían de las elecciones del 28 de junio.

En Vasconia, los comicios se plantearon como una lucha entre los defensores del Estatuto de Estella y el bloque republicano-socialista. Pero Álava fue una excepción, ya que los nacionalistas y los tradicionalistas fueron por separado tras una campaña en la que se dieron mucha cera. El 7 de junio se celebró un mitin nacionalista en Baranbio en el que hablaron Jesús María Leizaola y Esteban Isusi entre otros.

El día 21 la Junta Municipal del Censo nombró apoderados, que fueron José María Urquijo por José Luis Oriol (CT) en las dos secciones y Cosme Ibarrola por Félix Susaeta (Partido Republicano Radical Socialista, apoyado por PSOE, UGT y ANV). Llama la atención que los nacionalistas no presentaran ningún apoderado en un municipio donde, como veremos, resultaron ser la fuerza principal.

Las elecciones transcurrieron con normalidad y con una elevada participación, ya que no votar estaba castigado con un recargo del 2% en la contribución y la publicación del nombre en el Boletín Oficial de Álava, como efectivamente se hizo. La mesa de la Sección Primera estuvo en la escuela de ambos sexos de Lezama y hubo tres interventores: Felipe Guinea por la CT, Eusebio Ugarte por el PNV y Antonio Muguruza por el bloque republicano-socialista. Con una participación del 88,27% los resultados fueron los siguientes:

            -José Luis Oriol (CT): 71 (41%)

-Pantaleón Ramírez de Olano (PNV): 57 (32,95%)

-Félix Susaeta (PRRS): 42 (24,28%)

-Blanco: 3

 

La Sección Segunda estuvo constituida en la escuela de niños de Baranbio y figuran otros tres interventores: Víctor Usategui, Eugenio Garay y Samuel López, seguramente por el PNV, la CT y el bloque republicano-socialista respectivamente. Con una participación del 89,2% los resultados fueron los siguientes:

            -José Luis Oriol (CT): 52 (31,5%)

-Pantaleón Ramírez de Olano (PNV): 95 (57,58%)

-Félix Susaeta (PRRS): 16 (9,7%)

-Blanco: 2

 

Por lo tanto, con una participación del 88,7% en el total del municipio, el resultado global sería así:

            -José Luis Oriol (CT): 123 (36,39%)

-Pantaleón Ramírez de Olano (PNV): 152 (44,97%)

-Félix Susaeta (PRRS): 58 (17,16%)

-Blanco: 5

 

El PNV se alzó con la victoria en estas elecciones, como haría en todas las celebradas a lo largo de la II República. La hegemonía del PNV se sustentó en la Sección de Baranbio, mientras que las izquierdas tenían cierto peso en la Sección de Lezama, posiblemente por la mayor presencia de trabajadores del ferrocarril. Como veremos, la participación siempre fue más alta en Baranbio, que parece ser el lugar más politizado a lo largo de la República tanto en uno como en otro sentido. Así, Baranbio contó con un batzoki, presidido por Prudencio Aramendi, y un grupo de hilanderas. En 1933 había más de 50 afiliados al Partido en el municipio y ese mismo año se constituyó la Junta Municipal del PNV, de la que fue presidente el concejal Isasi, y cuyos promotores parecen haber sido los jóvenes de Lezama Juan Amirola y Juan José Aguirre, a la sazón hijo del mencionado José María y hermanastro del alcalde.

Por su parte, en estas elecciones de 1931 el voto tradicionalista no alcanzó el 40%. La Comunión Tradicionalista no estuvo organizada en Lezama ni tuvo un centro social oficial, tampoco tuvo muchos afiliados. Pero, con el tiempo, surgiría un grupo fuerte en torno a los Isasi de Baranbio: Juan José y, ya en 1936, su joven hijo José Ramón, que se hizo falangista. Debido al apoliticismo característico de las pasadas elecciones municipales, Lezama contó con un ayuntamiento de mayoría tradicionalista -no necesariamente carlista pero sí monárquico- aún siendo de mayoría nacionalista en términos de voto, lo que habría de generar contradicciones en su actuación durante la República sobre todo en lo que respecta a la cuestión del Estatuto.

No podemos pasar por alto a las izquierdas, que no tuvieron representación alguna en el consistorio a pesar de lograr casi el 25% de los sufragios en la Sección Primera. En las elecciones legislativas de 1933, Isidoro Gutiérrez fue apoderado del candidato del PRRS (que no recibió ningún voto, por cierto), por lo que quizá no sea erróneo pensar que, de no haber renunciado a su puesto, al menos habría habido un concejal afín al bloque republicano.

 

Paralelamente, el 31 de mayo el ayuntamiento en pleno decidió que el alcalde acudiera a la asamblea convocada para el 14 de junio en Pamplona para aprobar el Estatuto realizado por la Sociedad de Estudios Vascos, convocatoria apoyada por los ayuntamientos nacionalistas y derechistas. La asamblea finalmente se celebró en Estella y en ella 56 ayuntamientos alaveses, como Lezama, apoyaron el Estatuto. El 19 de julio el ayuntamiento se mostró conforme con el Estatuto de Estella “por encontrar en el condiciones más adecuadas al régimen que por tradición se observaba antiguamente en el País Vasco, dejando pendiente el alavés hasta ver lo que acuerda el Gobierno sobre el vasco”. Se refiere al Estatuto promovido por la Comisión Gestora de Álava -sustituta de la Diputación- para este territorio, que fue aprobado cuatro días después por 21 ayuntamientos alaveses, casi todos de mayoría republicana. En todo caso, la iniciativa no fue lejos ante la oposición de todos los ayuntamientos de mayoría tradicionalista y nacionalista.

Posteriormente, la iniciativa pasó a las Gestoras. El 31 de enero de 1932 se celebraron asambleas provinciales de ayuntamientos en las cuatro capitales y todas se mostraron a favor de un estatuto único para todo el país, y no uno por provincia. Lezama no acudió a esta asamblea, por motivos que desconocemos. El 19 de junio, en una asamblea celebrada en Pamplona, Lezama mostró su apoyo al Estatuto elaborado por el movimiento de alcaldes y las Comisiones Gestoras, al igual que hicieron todos los municipios de la Cuenca Cantábrica. Pero solo 109 de los 267 ayuntamientos navarros lo apoyaron, lo que paralizó el proyecto. En adelante, la CT se opondrá a un estatuto que integrara a las tres provincias vascas al considerar que Álava quedaría muy perjudicada frente a las dos provincias costeras y la conflictividad con el PNV fue in crescendo.

 

El 30 de diciembre de 1932 el Gobierno ordenó el cese de todos los concejales elegidos en abril de 1931 mediante el artículo 29. Así, el 29 de enero de 1933 los concejales Aldama, Isasi, Manuel Guinea y Aldecoa cesaron de su cargo. Las elecciones no se celebraron hasta el 23 de abril y solo tuvieron lugar en la Sección Segunda. Fueron las primeras elecciones en las que pudieron votar las mujeres y lo hicieron con una alta participación, ya que el 84,9% de los electores acudieron a las urnas en la escuela de niños de Baranbio. Los resultados fueron los siguientes:

            -Víctor Aldama Ugarte: 181 votos

-Ramón Azcaray Olabarria: 167

-José Isasi Esnal: 167

-Eustasio Abechuco Garro: 130

-Juan Román Gil: 130

-Manuel Guinea Uzabal: 116

-Miguel Abin Isasi: 1

 

Estas elecciones se caracterizaron por el mayor grado de politización de las candidaturas, como se puede observar en el hecho de que Azcaray e Isasi, del PNV, obtuvieron el mismo número de votos, como ocurrió con los tradicionalistas Abechuco y Román. Hay que notar que los votos que le faltaron a Guinea para igualar a los tradicionalistas son los mismos que destacan a Aldama de sus compañeros nacionalistas. En el acta de escrutinio no se indican las filiaciones de cada uno y no disponemos del acta de proclamación de candidatos. Manuel Guinea seguramente era monárquico indeterminado en 1931 pero no sabemos si después se acercó más al nacionalismo o al tradicionalismo. Puede que hubiera electores indecisos, situados en un punto entre el PNV y CT, que prefirieron dar su voto a Aldama teniendo en cuenta que, aunque afiliado al Partido, quizá era más moderado que los otros dos, ya que Isasi y Azcaray dimitieron tras el conflicto de los ayuntamientos de 1934, como veremos, y el no lo hizo.

El nuevo ayuntamiento se constituyó el 10 de mayo. Román y Abechuco lograron el mismo número de votos pero solo había lugar para uno, de manera que el primero cedió el puesto al segundo. Compuesto el ayuntamiento por los nacionalistas Silvestre Bordagaray (Lezama), José Isasi y Ramón Azcaray (Baranbio) y Víctor Aldama (Larrinbe) así como por los tradicionalistas Elías Gutiérrez (Saratxo), Eustasio Abechuco (Baranbio), Nicanor Guinea, Álvaro Solachi y Julián Aguirre (Lezama), resultó elegido alcalde éste último de nuevo. A pesar de que el PNV había logrado ganar un concejal en la Sección en la que era hegemónico, el consistorio continuó con mayoría tradicionalista.

En lo que respecta al Estatuto, se convocó una asamblea de ayuntamientos para el 6 de agosto en Vitoria para tratar sobre el que estaban elaborado los miembros de las Comisiones Gestoras. El 30 de julio el ayuntamiento de Lezama acordó no acudir a la asamblea, seguramente debido a la campaña que los tradicionalistas realizaron en su contra. En esta asamblea, se propuso la formación de una Comisión para llevar adelante la gestión del referéndum estatutario. El 26 de octubre la Junta Permanente de la Comunidad de Ayuntamientos Alaveses (CAA) envió un telegrama al presidente del gobierno pidiendo que hubiera interventores en nombre de los 57 ayuntamientos que la integraban. Sin embargo, siete alcaldes y todos los concejales nacionalistas, republicanos y católicos independientes de 21 ayuntamientos miembros de CAA transmitieron al gobierno que el telegrama era apócrifo. Aparecen concejales de Lezama entre los firmantes de este manifiesto, aunque aún no eran miembros de la CAA. Finalmente, los tradicionalistas pidieron el voto en contra o la abstención, mientras que el resto de formaciones pidieron el voto afirmativo.

El referéndum se celebró el día 5 de noviembre. En Lezama hubo una participación del 76,9%, apenas punto y medio por debajo de la que habría días después en las elecciones legislativas. De un total de 751 electores, votaron 577 y solo 8 lo hicieron en contra. Por lo tanto, en Lezama el estatuto recibió 569 votos positivos. Por comparar, en las legislativas posteriores la suma de votos nacionalistas e izquierdistas fue de 345, y la de tradicionalistas y nacionalistas de 534. Por lo tanto, en Lezama, y en toda la Cuenca Cantábrica, es obvio que la mayor parte de los tradicionalistas votaron en sentido afirmativo a pesar de la posición oficial de CT. Pocos días después, el 11 de noviembre –día de San Martín, patrón de Lezama- se celebró una Sesión Municipal Extraordinaria con la presencia de solo cuatro concejales (todos de fuera de Lezama, los nacionalistas Aldama, Isasi y Azcaray y el tradicionalista Abechuco) para nombrar un representante que acudiera a Gernika el día siguiente a entregar las actas del plebiscito, para lo que nombraron a Isasi.

No habían pasado ni dos meses desde que el municipio dio un sí rotundo a la aprobación del Estatuto cuando, en enero de 1934, los de Lezama formaron parte de los 42 alcaldes y 180 concejales –los tradicionalistas, claro está- que enviaron un escrito al Presidente de las Cortes declarando que se adherían al documento presentado por la Junta Permanente de la CAA oponiéndose al Estatuto. Claramente, la corporación no estaba acordando de acuerdo al sentir mayoritario de la población en este asunto.

 

Por su parte, las nuevas elecciones legislativas tuvieron lugar el 19 de noviembre de 1933. El día 12 fueron nombrados apoderados Juan José Isasi por Oriol, Isidoro Gutiérrez por el republicano Castresana (PRRS) y Jesús Echevarría por el nacionalista Francisco Javier de Landaburu. En la Sección Primera hubo nada menos que cinco interventores: el concejal Solachi y Pedro Alday lo fueron de Oriol, Eusebio Ugarte y Pantaleón Quintana lo fueron de Landaburu, y el obrero ferroviario Santiago Ibargüengoitia lo fue de Susaeta. En esta ocasión, la participación descendió al 71,36% y el PNV logró una gran victoria:

            -Landaburu: 149 (52,46%)

-Oriol: 96 (33,8%)

-Susaeta: 30 (10,56%)

-Amorós (PRR): 3

-Quintana (PCE): 2

-Nulos: 3

-Blanco: 1

 

La mesa de la Sección Segunda estuvo presidida por la maestra Julia Martínez Ormazabal y contó también con cinco interventores, aunque no se indica por quién lo fueron. Eran Juan Landaluce Cortazar, José María Aramendi, Pedro Aspe Echenagorria, José Isasi Esnal y José Luis Ugarte Ugarte. Podemos adivinar que Isasi lo fue del PNV, ya que era concejal por este partido, y Aspe lo sería de CT, pues consta que fue un destacado tradicionalista de la localidad. También Aramendi, que fue detenido por los republicanos por su filiación política. La participación fue notablemente más alta que en la otra sección, alcanzando el 86,12% del censo

            -Landaburu: 153 (50,33%)

-Oriol: 136 (44,74%)

-Susaeta: 13 (4,28%)

-Amorós: 1

-Blancos: 1

 

Por lo tanto, los resultados a nivel de municipio fueron los siguientes:

-Landaburu (PNV): 302 (51,36%)

-Oriol (CT): 232 (39,46%)

-Susaeta (Conjunción Republicano Socialista): 43 (7,3%)

 

El PNV logró un importante ascenso en la Sección de Lezama, de manera que reforzó su posición como fuerza hegemónica de la localidad a pesar de que en la Sección de Baranbio el tradicionalismo recortó distancias. Las izquierdas experimentaron un retroceso importante respecto a las elecciones de 1931, sumando menos sufragios que entonces a pesar de la duplicación del censo electoral con la obtención del derecho a voto por parte de las mujeres. En la Cuenca Cantábrica, CT superó por un centenar de votos al PNV. En el conjunto de Álava, los nacionalistas obtuvieron los mejores resultados de su historia hasta el momento, y a ello habría contribuído el resultado del referéndum celebrado unos pocos días antes, atrayendo a muchos no nacionalistas partidarios de la autonomía.

 

A raíz de la aprobación de un polémico Estatuto del Vino, en el verano de 1934 se activaron movimientos para la defensa del Concierto Económico. A pesar de que dos días antes el Gobierno declaró que el Estatuto no se aplicaría en las provincias vascas, el 5 de julio se celebró una asamblea de ayuntamientos en Bilbao a la que acudieron diecisiete consistorios alaveses, incluido Lezama. Se acordó crear una comisión que convocara la elección de la definitiva comisión de defensa del Concierto por los ayuntamientos. El alcalde de Vitoria invitó a todos los ayuntamientos alaveses a acudir a una reunión el 19 de julio para elegir la comisión, pero la CAA -controlada por Oriol, en la que Lezama había ingresado en marzo a pesar de la protesta de la minoría nacionalista del consistorio- instó a no acudir y solo lo hicieron catorce ayuntamientos, Lezama entre ellos, junto a Artziniega, Ayala o Laudio. Es decir, Lezama obedeció a la CAA en enero para mostrarse contrario al Estatuto pero no siguió sus dictados en esta ocasión. En esta reunión se decidió convocar para el 12 de agosto la elección en cada ayuntamiento, por parte de los concejales, de la Comisión definitiva. Pero los gobernadores civiles, con apoyo del ministro de la Gobernación, prohibieron las votaciones y anunciaron medidas represivas para quienes participaran en ellas. A pesar de ello, se celebró en bastantes municipios de Bizkaia y Gipuzkoa, no así en Álava, donde no se había convocado la elección. Aún así, en ocho ayuntamientos (Aramaio, Artziniega, Ayala, Laudio, Okondo, Oteo, Salvatierra y Zuya) votaron un total de 37 concejales, todos nacionalistas excepto uno. Como resultado, fueron detenidos todos los alcaldes que participaron en ella.

Las comisiones defensoras del Concierto Económico convocaron una asamblea de parlamentarios y representantes de los alcaldes en Zumarraga para el 2 de agosto. Fue prohibida por el gobierno y la policía trató de impedir sin éxito su celebración, aunque hubo detenciones y solo asistieron dos representantes alaveses, los de Salvatierra y Llodio. Como protesta, acordaron la dimisión de todos los ayuntamientos vascos: el 8 de septiembre el PSOE, PNV e Izquierda Republicana dieron orden de dimitir inmediatamente a sus concejales. En Álava, solo 63 concejales de 13 ayuntamientos lo hicieron. En Lezama, el 23 de septiembre José Isasi y Ramón Azcaray presentaron su dimisión. No sabemos por qué Aldama y Bordagaray no lo hicieron, si bien es cierto que el segundo apenas fue a las sesiones en adelante. Puede que fuera una decisión tomada en el seno de la Junta Municipal del PNV quizá con vistas a no dejar el ayuntamiento sin representación nacionalista. Isasi no fue readmitido hasta el 17 de mayo de 1936 tras solicitarlo varias veces, y también reaparece Azcaray, aunque no consta que pidiera su regresa ni su readmisión.

En julio de 1935 falleció el concejal Elías Gutiérrez. Esto habría igualado las fuerzas en el seno del ayuntamiento, pero la renuncia de dos concejales nacionalistas les seguía dejando en clara inferioridad. El 14 de noviembre de 1935 se celebró una asamblea de ayuntamientos alaveses al que acudieron 48 ayuntamientos con 2 adheridos con el objeto de realizar una Carta Foral de Álava. Lezama no envió representación.

 

Las elecciones legislativas del 16 de febrero de 1936 fueron una lucha cuadrangular en Álava entre CT, PNV, el Frente Popular y la CEDA, encabezados respectivamente por Oriol, Landaburu, Ramón Viguri y Luis Pérez Flórez-Estrada. La campaña electoral fue la más intensa de todas las celebradas anteriormente. La politización era elevada. El PNV fue prácticamente el único grupo político que presentó un programa con objetivos concretos y realizó una campaña moderada para atraer el voto de los católicos independientes, frente a una CT muy radicalizada y especialmente virulenta con el PNV. Ambos realizaron actos de campaña en Lezama. Por ejemplo, la CT realizó uno en la cabeza del municipio el 1 de febrero y otro el día 9 en Lezama y Baranbio.

El mismo día 9 se nombraron apoderados, que fueron José María Urquijo, alcalde de Llodio, por Oriol en las dos mesas, Miguel Aburuza Urruticoechea en Lezama y Ricardo Ugarte Lili en Baranbio por Landaburu, y Modesto Manuel Arana por Viguri solamente en la primera mesa. Por lo demás, la única documentación que disponemos son los resultados de la misma. En la primera mesa, con una participación del 73,06%, los resultados fueron:

            -Oriol: 120 (39,87%)

-Landaburu: 101 (33,55%)

-Viguri: 66 (21,93%)

-Pérez: 11 (3,65%)

-Blanco: 3

 

En la segunda Sección, con una participación nuevamente más elevada que en la anterior, del 82,5%, los resultados fueron:

            -Oriol: 125 (39,55%)

-Landaburu: 151 (47,78%)

-Viguri: 31 (9,8%)

-Pérez: 6

-Blancos: 3

 

Por lo tanto, los resultados globales quedaron de la siguiente manera:

-Oriol: 245 (39,7%)

-Landaburu: 252 (40,84%)

-Viguri: 97 (15,72%)

 

 

La participación fue similar a la de 1933 pero los resultados cambiaron sensiblemente. El candidato nacionalista perdió medio centenar de votos, casi todos en el distrito de Lezama, donde CT volvió a resultar vencedora. El Frente Popular obtuvo unos resultados que se acercaban a los que Susaeta logró en 1931 y la diferencia entre nacionalistas y tradicionalistas era mínima. En el conjunto de Álava, el PNV quedó muy por debajo de CT y con poca diferencia sobre la CEDA. Seguramente, los católicos independientes que habían votado al PNV en 1933 les retiraron el voto ahora ante la campaña derechista y la aparición de la CEDA, pero hay que advertir que en Lezama parte de esos votos perdidos también fueron para el FP.

Hubo una segunda vuelta de las elecciones que se celebraron el 1 de marzo. Por no reincidir demasiado en las mismas cuestiones, en Lezama la participación fue casi idéntica y la mayoría de la gente tendió a votar lo mismo. En la sección de Lezama bajó el voto tradicionalista y ascendió el izquierdista, mientras que en Baranbio Landaburu amplió su ventaja sobre Oriol. De esta manera, en el conjunto del municipio el PNV reforzó su primacía con un ligero ascenso de las izquierdas.

Finalmente, el 12 de mayo de 1936 se dio por válido el referéndum de 1933 y Álava quedó incluida dentro del Estatuto. A finales de junio, comenzó una campaña a nivel municipal por medio de telegramas que los ayuntamientos enviaron a las Cortes. Lezama fue uno de los quince ayuntamientos alaveses que también lo hicieron. Tras la vuelta de Isasi y Azcaray, ahora sí había igualdad en el ayuntamiento. Incluso podemos trazar la hipótesis de que alguno de ellos se hubiera acercado a posiciones nacionalistas, como es el caso de Nicanor Guinea, ya que sabemos que su establecimiento fue lugar de reunión de los nacionalistas y que fue multado con 100 pesetas por su actuación durante el “dominio rojo-separatista”.

 

La sublevación de 1936 supuso la interrupción de la política municipal. El alcalde Julián Aguirre Respaldiza fue detenido el 29 de agosto en Baranbio por tres jóvenes que, según su posterior declaración, se habían identificado como nacionalistas de Begoña. Fue trasladado en un coche al Cuartelillo de Bilbao y al día siguiente lo encarcelaron. Permaneció en el Altuna Mendi hasta que los sublevados entraron en Bilbao “padeciendo muchos sufrimientos y torturas”, en sus propias palabras.

Por el momento, el poder quedó en estos lugares en las Juntas de Defensa que se fueron formando tanto en Lezama como en Baranbio. Sabemos que los concejales Abechuco y Solachi fueron objeto de investigación por éstas pero no tenemos constancia de que fueran apresados. El exconcejal Aldecoa se integró muy pronto, ya en septiembre, en la columna Orozko-Baranbio, donde era acemilero en noviembre. Azcaray quedó como alcalde en funciones y, en diciembre de 1936, presidió como tal la constitución del nuevo ayuntamiento. El Director General de la Administración Local de Euzkadi nombró concejales a Félix Zulueta, Tomás Cuadra, Pedro Aldama, José Ortiz de Pinedo, Julián Echevarria, Benigno Menoyo y Miguel Aburuza, que fue elegido alcalde.

José Isasi Esnal fue condenado a reclusión perpetua como autor de un delito de auxilio a la rebelión por sentencia de 8 de septiembre de 1937 dictada en Santoña por el Consejo de Guerra Permanente nº 2 dándose como hechos probados que se enroló voluntariamente en las “milicias rojo-separatistas” actuando primero como Cabo y luego como Teniente, además de haber sido presidente de la Junta Municipal del PNV en su localidad. Fue condenado al pago de 5000 pesetas en Burgos el 22 de agosto de 1940. Había estado preso en El Dueso.

Ramón Azcaray fue sentenciado por la Autoridad Militar de Álava al pago de cinco mil pesetas y pena de destierro, que cumplió en Valladolid, y fue absuelto en Burgos el 27 de junio de 1940.

Víctor Aldama Ugarte estuvo preso en Carmona (Sevilla)

 

 

 

 

 

 

 

 

Noche de ronda con consecuencias inesperadas. Orduña, 1824.

 

 

 

 

Año Nuevo del año 1824.

Los vecinos de la ciudad de Orduña disfrutaban del día festivo como mejor podían, acudiendo a los actos religiosos, reuniéndose con la familia y amigos, y no pocos optaron por pasar la tarde-noche de taberna en taberna. Nada nuevo bajo el sol, pues. Concretamente, la taberna que el zapatero Manuel de Larrondo tenía en su casa, situada en la parte baja de la calle Francos, fue el punto en el que coincidieron cinco individuos, cuatro de los cuales darían con sus huesos en la cárcel antes de que terminara la noche.

Algunos de ellos habían estado rezando el rosario en la parroquia de San Juan. Es el caso de Francisco de Marfagón Ortega, que era natural de Bueña “en el partido de Teruel del Reyno de Aragon” y estaba casado con María de la Torre Orruño. Era un joven esquilador de unos veinticinco años que vivía con su familia política y poco más tenía que lo que llevaba puesto. También estuvo Juan de Picaza Echevarria, natural de Orozko, casado en la ciudad con Ramona de Ulibarri Coloma, maestro cubero de treinta y nueve años de edad y vecino al final de la calle Orruño.

Debían ser amigos a pesar de la diferencia de edad entre ambos, ya que, tras el acto religioso, estuvieron sentados cerca de la casa del cirujano Eugenio Torrecilla, en la bocacalle de la dicha calle Orruño. Los dos amigos decidieron dar un paseo a caballo, de manera que Picaza en su propia cabalgadura y Marfagón en la de su cuñado pusieron rumbo a la “venta titulada de Mendichueta” en Saratxo. A medio camino adelantaron a un hombre que iba caminando. Era Gerónimo de Garay Aranburu, labrador de cuarenta y cuatro años, casado con Estéfana de Gabiña, nacida en Saratxo, y vecino en la calle Francos. Los tres se juntaron ya en la cocina de la venta y “tomaron una refaccion de vino y un poco de carne q habia llevado dicho Geronimo”. Al anochecer, sobre las seis de la tarde, Garay y Picaza volvieron juntos en el mismo caballo, y Marfagón lo hizo algo más tarde en el de su cuñado, llegando a la ciudad después de anochecido. Garay se apeó en su casa y Picaza fue a dejar el caballo en su establo. Pero Garay debía tener ganas de más porque seguidamente fue a casa de Picaza y le propuso ir a tomar media azumbre –un litro- de chacolí a la casa taberna de Larrondo que, como hemos dicho, estaba en la misma calle en la que Picaza tenía su domicilio.

Aunque de manera independiente a los anteriores, similar recorrido realizó Domingo de Aguirre Ahedo, labrador de treinta y cuatro años natural de Gordejuela, casado en la ciudad con Brígida de Secada Revilla y vecino también de la calle Francos. Domingo había rezado el rosario en la iglesia de San Juan pero después pasó por su casa para coger un mendrugo de pan. Aguirre salió de la ciudad por el Camino Real en dirección al “puente titulado nuevo que esta en el prado llamado de San Bartolome”. Resulta que, en un agujero de una pared próxima al puente, había escondido una bayoneta inglesa en julio de 1822 y quería recogerla para dársela a José de Marubay, que hacía tiempo se la había pedido porque le venía bien para el fusil inglés que tenía para su oficio de la Guardia de la ciudad. A pesar del año y medio que había transcurrido, la bayoneta aún estaba allí y Domingo la introdujo en la manga suelta del lado izquierdo del capote de paño pardo que llevaba puesto.

El puente pillaba de paso para la venta de Menditxueta, a donde fue, pero no estuvo con los anteriormente mencionados sino con otros orduñeses, concretamente con Manuel de Ugarte, Agustín Fernández y Luis de Izarra “por mote pelandina”. Ellos mismos aseguran que la venta estaba muy concurrida aquella tarde. La costumbre de los orduñeses de ir a beber o comprar vino en Menditxueta, donde era más barato, era ya secular y fuente de conflictos entre Ayala y Orduña. Pero esa es otra historia. Por el momento, Aguirre y sus compadres estuvieron dándole al clarete aquella tarde y, al toque de oración, salieron de vuelta para Orduña, si bien parece que Ugarte regresó un poco antes. Sobre las seis y media de la tarde, Aguirre llegó a su casa, cenó con su mujer y su familia y bajó a la cercana taberna de Larrondo para echar un trago de chacolí. Allí se juntó a Andrés de Vadillo, a quien llamaban “Medina”, Pedro de Iturricha y Pedro de Ogazon.

Por su parte, Manuel de Aldama Olabarrieta, albañil de cuarenta y un años natural de Menagarai, estaba casado con su paisana Juana de Echavarri La Cuadra y vivía en la calle Orruño. Por cierto, que Juana moriría en el transcurso de ese año, ya que Manuel se casó en diciembre con María de Oquendo, con quien vivía en la calle Cantarranas al año siguiente. Pero lo que ahora nos importa es que, sobre las tres de la tarde de aquel 1 de enero de 1824, Manuel fue “para la venta que de nueba planta esta construiendo en el lugar de tertanga (…) Thomas de Murga” para ajustar con el la obra de albañilería de la cocina y otro agregado a ella; y luego fue allí también otro maestro albañil, Pedro de La Encina. Después de ajustarse y de “echar un trago amigablemente en dicha casa de Murga, en la que se bende bino clarete de la Rioxa”, sobre las cinco de la tarde marcharon los dos a casa de La Encina “que la tiene en la Calle titulada de cantarranas” y no fue hasta las ocho y media aproximadamente que salió de casa de su colega para dirigirse a la suya. Este fue su trayecto: “por bajo de los Astiales de entre cantarranas, Calle nueba, Calle Burgos y por el arqueado de la Parroquia de San Juan el Real siguiendo por los Astiales del peso real, los de entre calle medio y Calle Yerro”. Algo que queda bastante claro en la documentación del caso es que la gente no cruzaba la plaza de noche, sino que iban por los hastiales aunque para ello tuvieran que rodearla por completo.

Aproximadamente bajo el portegado de la Casa Consistorial, Aldama se encontró con el regidor Jose de Pereda, vigilante nocturno por encargo del alcalde, quien le dijo que ya era hora de que se retirase a su casa. Le respondió que así lo haría. Pero nada más lejos de la realidad. En la bocacalle de Francos, se encontró a Marfagón y ambos fueron a echar un cuartillo –medio litro- de chacolí a la casa de Larrondo. En la portalada estaban Picaza y Garay “echando un trago” y los dos hombres se unieron a ellos con su propia consumición.

¿Qué había sido de Marfagón en el rato transcurrido entre su regreso de Menditxueta y su encuentro con Aldama? Primero, fue a su domicilio a dejar el caballo y cenar con su familia. A continuación, salió hacia la casa mesón de Manuela de Jocano en la calle Nueva. Era viuda de Ciriaco de Izarra y la casualidad es que, al igual que Aldama, se casó en segundas nupcias en diciembre de 1824, en su caso con Valerio de Samaniego. Marfagón dirá en el futuro que fue a este lugar buscando alguna caballería que esquilar y así ganar jornal. Lo cierto es que entabló conversación con el criado Vicente de Izarra, a quien pidió una bayoneta que días antes le había ofrecido. Vicente había encontrado la bayoneta tiempo atrás entre la paja de la casa y, al parecer, Marfagón la quería por no tener otra para el fusil que le habían entregado como individuo de la Guardia. Es curioso –o no- que tanto el como Aguirre se hicieran con una bayoneta ese mismo día y por idéntico motivo.

Aquí se produce una divergencia respecto a la declaración de Aldama. Éste dijo que se encontró a Marfagón en la bocacalle de Francos y bajaron a la taberna de Larrondo. Sin embargo, el aragonés declaró que fueron a la casa de Rafael de Aldama en la entrada de la calle Medio a echar un trago de aguardiente. Y lo cierto es que Juana de Polanco, la mujer de Rafael, ratificó que ambos estuvieron en la portalada interior de su casa y que Aldama bebió cuatro cuartos de aguardiente y Marfagón como un vaso de vino rancio. Este pasaje le viene ni que pintado a Marfagón porque afirmó que se encontraron con Picaza, Aguirre y Garay en la bocacalle de Francos y que nunca llegó a estar en la taberna de Larrondo. A pesar de tener numerosos testimonios en contra, Marfagón se ratificó en esta sucesión de los hechos hasta en cuatro ocasiones. ¿Por qué Marfagón insistió tanto en negar su presencia en la taberna de Larrondo si nada malo ocurrió allí? ¿Por qué Aldama omitió haber pasado por la taberna de Polanco? ¿Hay algún motivo para que Juana mintiera y encubriera a Marfagón? Ninguna respuesta podemos dar a estas preguntas a partir de la documentación producida en el caso. Pero lo que está bastante claro es que Marfagón mintió.

 

Sabemos también sin ninguna duda que, a eso de las nueve de la noche, el regidor Pereda se presentó en la taberna de Larrondo para despachar al personal a sus respectivas casas. Poco después llegó el alguacil José de Marubay con el mismo fin. Recordemos que éste es quien había pedido a Aguirre la bayoneta que tenía escondida. El caso es que las autoridades cerraron el chiringuito y Marfagón, Aldama, Garay, Picaza y Aguirre, que no habían estado juntos, se encontraron en la calle. Resistiéndose a la idea de dar por finiquitada la jornada, alguno tuvo la sempiterna clarividencia de buscar un garito donde poder echar la espuela, pues “no hera tan tarde para aquel fin”, de manera que pusieron rumbo a la casa del cirujano Genaro Gutiérrez, ayalés natural de Lujo, que traía y vendía aguardiente en su domicilio situado al final de la calle Burgos. A pesar de que, como hemos visto, los susodichos vivían en esa misma calle o en la de Orruño, las ganas de seguir pimplando superaban con mucho las de acostarse y allí que se fueron.

Siguiendo con la que parece ser arraigada costumbre de no cruzar la plaza de noche, los cinco individuos fueron por detrás de la Aduana y por la calle Cantarranas hasta la casa del cirujano, que estaba cerrada. Los abastecedores de vino y aguardiente no solo hacían que su casa funcionase a modo de tasca mientras durase su obligación contractual sino que vendían el morapio a los vecinos en diversas cantidades para que lo llevaran a su casa. Y, en ocasiones, esto podía ocurrir a cualquier hora, por mucho que habitualmente las ordenanzas locales lo prohibieran. Es así que se entiende que nuestros protagonistas llamasen a la puerta y la sirvienta Ramona de Oquendo les atendiera. Según su testimonio, reconoció las voces de Marfagón y Aldama, les entregó el aguardiente por un postigo de la puerta principal sin abrirla, lo bebieron y ambos pagaron. No vio en ningún momento a los otros tres, pero por allí debían de estar. No descartamos que Oquendo dijera esto para evitar algún tipo de reprimenda por atender a esas horas, ya que de los testimonios de los hombres se puede concluir que estuvieron dentro de la casa. Por otro lado, Marfagón aseguraría que no bebió nada porque ya había tomado en la casa de Rafael de Aldama. Otra mentira.

A partir de aquí, bien sea porque el alcohol hizo mella en sus recuerdos, bien por limpiarse las manos del suceso que estaba próximo a ocurrir, las versiones de los cinco hombres comienzan a diferir cada vez más. Dentro o fuera, el paso por la casa de Gutiérrez fue rápido, lo justo para echar el último pelotazo. Quizá no eran más de las nueve y media de la noche cuando marcharon de allí. Subiendo por la calle Burgos hacia la plaza, se produjo un rifirrafe típico de ebrios cuando Aldama resbaló y cayó al suelo, culpando a Picaza de haberle empujado. Que si te has caído tu solo, que si me has empujado, los otros tres iban por delante y Marfagón se dio la vuelta para regañarles y decirles que no metieran bulla. Picaza contestó que no lo hacían y que para aquella disputa no necesitaban quien la decidiese y que así podía llevar su camino. Según éstos, este suceso ocurrió en los soportales de la iglesia de San Juan. Según Marfagón y Garay, en las últimas casas de la calle Burgos, a la altura de la casa del maestro de obra prima Fernando de Gardeazabal.

 

Precisamente allí se encontraban amigablemente reunidas algunas personas unidas por lazos familiares y de amistad. Ventura de Marubay Quintana era natural de la misma ciudad, tenía cincuenta y tres años, estaba casado y vivía en esa misma calle. Era hermano del alguacil ya mencionado, con quien además compartía casa. Sobre las ocho de la noche había ido a casa de su vecino y amigo “con el fin de pasar un tanto de combersacion amigable según en otras ocasiones lo habia echo”. Allí estaban Gardeazabal, su mujer, su hermana María Antonia, Antonio de Salaberri y algunos criados de la casa.

Era ya bastante tarde, sobre las once u once y media, cuando María Antonia decidió regresar a su casa, situada en la parte baja de la calle Vieja. Ventura y Salaberri también salieron para sus respectivos domicilios no sin antes ofrecerse a acompañar a la mujer, como también lo hizo su hermano. Fueron por los arcos de la iglesia, el Peso Real, los portales de calle Medio y Yerro hasta la entrada de Calle Vieja. Salaberri portaba un farol con dos luces. En ese punto, fueron recibidos con una lluvia de piedras. Pero existen contradicciones en torno a este suceso. El propio Ventura narra los hechos tal y como lo hemos hecho nosotros: salieron de casa, fueron por los hastiales y al llegar al portegado de la casa consistorial comenzaron a recibir pedradas. Pero no es cierto, ya que esto ocurrió después de dejar a María Antonia en su casa y volver a subir por calle Vieja. Así lo afirma directamente Salaberri y así se explica que la mujer ni siquiera fuese llamada a declarar: no presenció los hechos.

Entonces, ¿qué hicieron los otros cinco en ese lapso de tiempo de una hora u hora y media que debió transcurrir desde que marcharon de casa de Gutiérrez hasta que ocurrió la agresión? Según Garay, cuyo testimonio fue considerado como fidedigno por los tribunales, fueron todos juntos desde la dicha casa hasta la casa consistorial, donde estuvieron de palique durante bastante rato sin que pudiera precisar si fue media o una hora. Cuando vio que por los hastiales venían tres o cuatro personas, una de ellas con un farol “bastante crecido con luz encendida dentro”, les dijo a los cuatro “muchachos vamos a casa q ya es hora” y habiéndole contestado que aguardase, marchó “sin mas detencion” para su casa. Este relato es el único plausible desde el punto de vista temporal, ya que todos los demás no solo contaron cosas diferentes sino que narran el apedreamiento como un suceso que ocurrió de manera inmediata a su llegada al entorno de la plaza.

Según Picaza y Aldama, después de su rifirrafe, seguramente con ánimo de atajar por haberse quedado rezagados respecto a los otros tres, cruzaron por el medio de la plaza hasta la casa en que habitaba Pablo Ximénez, y que era propiedad de Cayetano de Palacio, entre las calles Francos y Orruño. Sin embargo, Marfagón declaró que fueron Aldama y el quienes hicieron dicho recorrido. Picaza aseguró haber visto una luz que subía por la calle Vieja cuando iba con Aldama hacia la casa de Ximénez cruzando la plaza; es decir, al de nada de salir de la casa de Gutiérrez.

Ventura de Marubay declaró que al pasar por la bocacalle de Vieja advirtieron que algunas personas les estaban lanzando piedras desde los hastiales de la calle Francos. Creyendo que presentándose como oficial de la Guardia cesarían el ataque, se dirigió hacia ellos y debajo de la casa que habitaba Ximénez se encontró con los cuatro hombres que ya conocemos y les dijo “modosamente” que no tenían motivo para tirar piedras y que se comportasen, pero le contestaron con desprecio y amenazas. Acto seguido uno de los hombres –creía que fue Marfagón pero no lo aseguró- le agredió con una bayoneta en el costado derecho. Pensó que era una herida mortal y así lo dijo, y al ver que se desmayaba pidió a Picaza que le acompañase a casa. Y éste así lo hizo. Ni siquiera la urgencia de las circunstancias le hicieron cruzar por la plaza, sino que fueron bajo los hastiales hasta la iglesia de San Juan, donde el hombre se excusó por temor de que le encontraran los otros tres. Entonces apareció la mujer de Gardeazabal y Ventura fue socorrido en sus metros finales por Salaberri y por Pedro de Gabiña.

¿Qué fue de los acompañantes de Marubay? Cuando éste se adelantó para reconvenir a los agresores, Antonio de Salaberri Iradier, gasteiztarra de veintiún años, le siguió a escasos metros. Pero su testimonio no es del todo coincidente con el del herido, ya que aseguró haber encontrado a Picaza, sin capote ni arma alguna, en uno de los pilares bajo la casa mesón de Ignacia de Urruela, viuda de Manuel de Ballejuelo, que se corresponde con la casa de los Díaz Pimienta. Cruzaron algunas palabras entre ellos, pero al de poco oyó que Ventura caía a tierra suspirando y “diciendo herido soy de una puñalada”. Salaberri no pudo decir quién fue el autor de la agresión, ya que la noche era bastante oscura y el farol se lo había quedado Gardeazabal. La reacción del mozo fue un poco extraña, ya que en vez de ayudar al hombre fue a toda prisa a casa de Gardeazabal para “proporcionar medio” de recogerle a Ventura y ver qué había que hacer. Pero resulta que Gardeazabal no estaba en su casa. Así que Salaberri halló a Ventura ya cerca de la casa de éste y pidió ayuda a Gabiña para llevarlo a casa y dejarlo en la cama. Gabiña regresaba de pasar un “rato de conversación amigable” en casa de Clemente Sancho hacia el final de la calle Burgos, y era empleado de la Aduana.

¿Dónde estaba, pues, Fernando de Gardeazabal? En el mismo momento en que comenzaban a caerles piedras de buen tamaño, se había encontrado con Baldomero de Galíndez en el portegado de la casa consistorial. Ambos se refugiaron dentro de la casa mesón de Ignacia de Urruela. Esto no tiene sentido alguno, ya que si estaban bajo la casa consistorial habría bastado con huir en cualquier otra dirección excepto en la que tomaron. Creemos que, en realidad, debieron encontrarse en la bocacalle o en los mismos hastiales de la casa mesón, y por ello optaron por entrar en este lugar, que era a donde se dirigía Galíndez para cumplir un encargo del Comandante de la Guardia.

Se comenta que alguna piedra impactó contra la puerta principal de la casa, que cerraron tras entrar. Allí estaban Juana de Urruela, Eusebio de Laiseca y María Ortiz de Salazar. Juana subió a los dos hombres al entresuelo, que tenía una ventana que daba al hastial, y la mujer vio a Marubay ir de pilar en pilar diciendo “hixos mios no tireis pedradas”. Gardeazabal no mencionó nada de esto, solo que oyó decir “darles que son negros y matarlos”. Sabemos que «negros» era como llamaban los tradicionalistas -posteriormente los carlistas- a los liberales, bajo el supuesto de que tenían el alma negra. Según Juana, sobrina de la dueña del mesón, habría reconocido las voces de Marfagón y Picaza pronunciando expresiones ofensivas, y después oyó a Marubay llamar a Fernando con voz bastante lastimosa. Según Salazar, decía “Fernando ven acá”. Entonces, Gardeazabal y Galindez, con cuidado y temor, partieron con el farol a buscarle por los hastiales entre las calles Francos y Orruño. A la altura de la casa de Juan Francisco de Bárcena, encontraron a Marfagón, al que preguntaron por el paradero de Marubay, y les respondió con desprecio. Al ver que tras los pilares de la casa había varios bultos de personas que no pudo distinguir, temiendo que aquello terminase mal se fueron a su casa, a donde llegaron a tiempo para ver en la puerta principal a Marubay con la mujer de Gardeazabal.

 

Ahora es momento de ver los argumentos esgrimidos por los acusados. Según Picaza, cuando llegó con Aldama bajo la casa que habitaba Ximénez oyó una voz procedente de los hastiales bajo la casa mesón que dijo “joder a un negro”, y creía que había sido Marfagón. Poco después escuchó otra voz que procedía más o menos de la bocacalle de Francos, y creía que era Ventura “que dijo claramente que mal e echo a Vms”. Picaza habría ido en su busca y lo halló de pie, hacia mitad de los hastiales bajo el mesón, y le dijo que le habían herido y le pidió por Dios que le acompañase a su casa. Como sabemos, así lo hizo. Según sus propias palabras, no lo acompañó más porque creyó que si lo encontraba la Guardia de Honor lo apresarían juzgándole autor de la herida y porque no quería encontrarse con los verdaderos autores. Recordemos, sin embargo, que Salaberri aseguró haberlo visto en uno de los pilares del mesón. Picaza lo negó, así como negó haber dicho las expresiones ofensivas que se le atribuían.

Aldama, que al parecer iba bastante perjudicado, dijo que se recostó pegante a la casa contigua que habitaba Ximénez y al de poco tiempo “al parecer del declarante porque se hallaba turbado de sentido a causa de haberle ofendido un cigarro que acababa de fumar”, como entresueño (sic) oyó voces y un ruido y una persona que “en alta boz y mui clara dijo joderle a un negro”. Creía que fue Marfagón. Presa de este presunto blancón, Aldama se largó hacia su domicilio de la calle Orruño y se durmió hasta que, “siendo hora de la repetida noche que no pudo adbertir por la turbacion de su cabeza qual fuese”, su mujer le despertó porque se lo iban a llevar detenido.

Nada en particular se ha dicho de Aguirre hasta ahora. Su declaración no tiene desperdicio. Aseguraba el encartado que, después de echar la última en casa de Gutiérrez, fue por los hastiales hasta llegar a la entrada de calle Francos, yéndose derechito a su casa. Pero al de un rato notó que le faltaba el ceñidor que había vestido ese día y pensó que se le había caído detrás de la Aduana “en sazón de haber soltado los calzones para hacer una necesidad maior”, de modo que fue para allí y “bolbiendo al parage donde habia echo su necesidad hallo alli dicho ceñidor”. De regreso para su casa, se encontró con Marfagón junto a la casa del cirujano Torrecilla, que estaba pegante a la bocacalle de Orruño. Éste le propuso ir a ver quién o quiénes iban con un farol por los hastiales entre las calles Medio y Yerro y convino en hacerlo por mera curiosidad, de manera que al llegar se encontraron no con los agredidos……sino con el Comandante de la Guardia. A este encuentro regresaremos en breve. Baste señalar por el momento que Aguirre aprovechó este escatológico pasaje para negar su presencia en el lugar de los hechos ni siquiera de manera circunstancial.

Por su parte, Marfagón había suplantado a Picaza en su papel de acompañante de Aldama hasta la bocacalle de Orruño. Situado en ese lugar, afirmaba haber oído ruido de pedradas y haber distinguido bultos de personas en los hastiales entre Orruño y Francos, unos arrimados a los pilares y otros junto a las tiendas. Marfagón siempre dio a entender que allí había habido muchas personas. Avanzó hacia la casa de Torrecilla y allí se habría encontrado con Salaberri, quien le preguntó qué hacía allí y quiénes eran aquellas personas. Le respondió que no sabía, que solo veía uno de sombrero blanco que podía ser el Comandante de la Guardia, y Salaberri fue a donde el. Recordemos que Salaberri solo dijo haberse encontrado con Picaza, en ningún momento con Marfagón. Nadie aludió a persona alguna con sombrero blanco. En su línea.

El declarante aseguró que, después de esta conversación, regresó a donde estaba Aldama, llegando después Aguirre y posteriormente Picaza. Éste y Aldama se fueron a sus casas. No había visto a Garay desde que se desviara al salir de la calle Burgos, de modo que aquí contradijo nuevamente las declaraciones de sus compañeros. Además, Garay vivía en la calle Francos, de modo que no tenía ningún motivo para haber tomado un rumbo diferente cuando regresaban de la casa de Gutiérrez. Sin embargo, y tras mucho insistir los interrogadores en sus contradicciones, terminó por señalar que sí, que habían estado los cinco cerca de la bocacalle de Orruño: Aldama y él en este mismo lugar, Picaza y Aguirre hacia medio hastial y Garay cerca de la tienda de Agustín de Aranguren; y que entonces llegó Marubay y les dijo que se fueran a sus casas, a ellos y a esas otras personas misterioras que estaban detrás de los pilares y de las que nada se supo –probablemente porque no existieron-.

 

Las pesquisas para tratar de arrojar un poco de luz sobre el incidente no resultaron muy fructíferas. Algunos de los vecinos más cercanos al lugar de los hechos oyeron ruido pero, al ser día festivo, pensaron que era gente divirtiéndose –a pesar de las horas que eran ya-. Otros, como Matías Juan de Angulo, no se enteraron de nada, en su caso por haber regresado de viaje y estar agotado. El testimonio más interesante puede ser el de Ramón de Madariaga, que vivía en la segunda puerta de la calle Vieja. Ramón se asomó a la ventana hacia las nueve y media o diez de la noche y oyó voces en la plaza, entre ellas alguna que dijo tres veces en voz muy alta “biba la constitucion”. Con el Trienio Liberal recientemente abortado por la restauración absolutista de Fernando VII, en la que tomó parte de manera muy activa el vecindario orduñés, la perspectiva de hallarnos en este caso con un trasfondo político nos resultaba sumamente atractiva. Sin embargo, nada más se supo de esto. Nadie más pareció oírlo.

Digno de mención fue también la declaración de Martín de Mendieta, natural de Lezama y criado en la citada casa mesón. Según sus palabras, sobre las siete y media de la tarde, en medio de la escalera principal de la casa, Francisco de Marfagón expresó que llevaba una bayoneta francesa, la enseñó y dijo que buscaba “algun negro” para matarle pero no lo había encontrado. Juan de Arenas habría sido testigo de la conversación y, en efecto, ratificó que el encuentro se había producido, pero no recordaba qué dijo exactamente Marfagón de la bayoneta.

 

Después de dejar a Ventura en su casa, Gardeazabal y Galíndez fueron a dar aviso al Comandante de la Guardia de la ciudad, como subalternos suyos que eran, ya que también eran miembros de ella. Juan Antonio de Goiri Olabarrieta había nacido en Laudio/Llodio en 1792. Con veinte años, se alistó en el ejército en Potes para luchar contra los franceses, y a buen seguro debió destacarse en la sublevación realista del Trienio Liberal, ya que en octubre de 1823 figuraba ya como Comandante en Orduña en una carta enviada al rey vanagloriándose de su desafección hacia el régimen liberal y su masivo apoyo a Fernando VII. Todavía faltaba una década para la sublevación carlista de la que Goiri sería uno de los cabecillas comarcales hasta que se acogió al Convenio de Bergara del 31 de agosto de 1839, de manera que en enero de 1840 fue nombrado administrador de la Real Aduana de la ciudad vizcaína. En los inicios del año 1824 gozaba del importante cargo de Comandante de la Guardia de la ciudad, que no era más que la institucionalización como fuerza policial legal de las partidas realistas antiliberales que se habían formado en los años anteriores. Como la participación de orduñeses en estas partidas fue muy alta, parece que “todo quisqui” era miembro de esta Guardia.

Goiri estaba en la casa de su suegro Rafael de Aldama, por donde parece que habían pasado Marfagón y Manuel de Aldama unas horas antes. Recibido el aviso de la agresión, el Comandante ordenó a Gardeazabal y Galindez que fuesen a sus casas a por sus correspondientes fusiles, bayonetas y cananas y que acto seguido se dirigieran al portegado de la casa consistorial. Goiri acudiría al mismo sitio en compañía del sirviente de su suegro, Tomás de Acha, al mismo tiempo que envió a su propio sirviente, Santiago de Larrea, a avisar a su ayudante Ildefonso de Echevarria para que acudiera al dicho lugar armado con su espada. Ambos criados eran naturales de Orozko.

Goiri y Acha, armados con sable y carabina respectivamente, fueron los primeros en llegar. No portaban luz alguna, al contrario de lo que afirmó Aguirre. Y seguramente por eso sorprendió al susodicho y a Marfagón viniendo desde la bocacalle de Vieja. Dijeron que estaban paseando pero, sin mayores rodeos, Goiri preguntó a ver si portaban armas, y Marfagón respondió que había portado una bayoneta pero ya la había dejado en su casa. Entonces llegaron Gardeazabal y su sirviente, el laudioarra Pedro de Aldaiturriaga, con un farol, y al momento apareció también Galindez. Gardeazabal se colocó a la espalda de Marfagón y gracias a la luz de su sirviente pudo ver que el hombre tenía una bayoneta escondida debajo del capote y su brazo izquierdo. Goiri se la quitó y dispuso que los dos hombres subieran a la cárcel, que se encontraba en la misma casa consistorial. En ese momento llegaron Larrea, Echevarria e Ildefonso de Galatas, éste con su fusil y bayoneta como miembro que también era de la Guardia. Vivía cerca y había acudido al escuchar ruido y voces, especialmente las de Gardeazabal y Goiri. También Salaberri llegó en algún momento de éstos.

Como niños atrapados en alguna travesura, Marfagón y Aguirre se resistieron a subir a la cárcel y no tardaron mucho en protestar que no eran los únicos que habían andado por ahí aquella noche, delatando prontamente a Juan de Picaza y Manuel de Aldama, que también eran miembros de la Guardia. Fue Galatas quien agarró a Aguirre y le encontró otra bayoneta debajo de su brazo izquierdo. No sin resistencia, lograron subir a los dos hombres a la cárcel. Aguirre rasgó la camisa del alcaide Pedro de Iturricha, que estaba en su cama cuando su hija le avisó de que Goiri estaba llamando. Recordemos que Iturricha también había estado en la taberna de Larrondo, de donde se había marchado cuando llegó el regidor Pereda. Marfagón fue introducido en la jaula y Aguirre en el calabozo.

La comitiva encabezada por el Comandante se dirigió a casa del aludido Picaza, a quien llevaron a la cárcel; y después hicieron lo mismo con el resacoso Manuel de Aldama. Parece que en algún momento posterior Goiri fue informado de que el cirujano Gutiérrez había sido llamado de parte de la casa de Ventura de Marubay para que éste fuera asistido.

Y, con esta información, Goiri acudió a casa del alcalde y juez ordinario Juan Bautista de Basabilbaso, que estaba acostado en su cama. Enterado de todo lo ocurrido, el alcalde ordenó que los reos permanecieran detenidos bajo la custodia del alcaide y sin comunicación de ninguna clase entre ellos. Posteriormente, fue a la casa de Marubay, hacia la mitad de la calle Burgos, junto al cirujano Mariano de Barriocanal y otras personas. El herido estaba en cama en un cuarto inmediato a la sala de la casa y fue examinado de nuevo, ahora en presencia de las autoridades. Ventura estaba “adornado con camisa limpia de lienzo regular de la tierra y de un chaleco de triple fondo pajizo con solapas y seis botones en cada una, bolsillos con forro por de fuera la espalda y en las delanteros” y en la solapa derecha tenía un “ahugerito triangular de estension al parecer como de quatro linias escasas” advirtiéndose una manchita de sangre en la parte superior del agujero y otra un poco más abajo. Y tenía en sus ropas otras manchitas de sangre del tamaño de una mosca o una lenteja. El escribano recogió el chaleco para custodiarlo como prueba. Su mujer Ramona de Mendibil dijo que era el mismo chaleco que llevaba su marido al llegar a casa. Y aunque examinaron el resto de ropas que había llevado no observaron más manchas de sangre, si bien dos de las prendas estaban recién levadas para que no se estropearan con las manchas de sangre. En ellas sí localizaron algunos agujeros y más restos de sangre, de modo que el escribano también se las quedó.

En su costado derecho y próximo a la “costilla primera verdadera”, Ventura tenía una herida que, según el cirujano Barriocanal, había sido provocada con un instrumento punzante cortante de figura triangular sin que se le advierta a Ventura en su cuerpo otra alguna herida ni señal de contusión. Era una herida realizada con una bayoneta, en su opinión. Esa mañana del día 2 de enero también el cirujano Gutiérrez fue con Barriocanal a atender a Ventura, a quien hallaron con bastante opresión al pecho; le aplicaron los medicamentos que juzgaron convenirle y le hicieron una evacuación con previsión de realizar otra por la tarde.

En los días siguientes, se examinaron las ropas del herido así como las armas incautadas a los reos. Uno de los dos sastre que examinó las ropas fue otro viejo conocido, Pablo Ximénez. Por su parte, Goiri señaló que las bayonetas incautadas no eran las que se habían entregado para el servicio de la Guardia, sino que estaban más sucias y roñosas. Los maestros herreros y armeros de la ciudad, Pedro de Izaguirre y José de Unzueta, reconocieron las bayonetas, que estaban bastante usadas. No hallaron rastros de sangre en ellas pero reconocieron las ropas y constataron que los agujeritos bien correspondían con las puntas de las bayonetas.

 

La tarde del día 6 los dos cirujanos afirmaban que Ventura estaba con alguna alteración en su pulso y bastante desazonado por lo que habían dispuesto que se confesase y recibiese el Viático. El alcalde mandó que un tercer cirujano, Eugenio de Torrecilla, fuese al día siguiente a las ocho de la mañana en compañía del médico José de Gorria a reconocer al herido. Sin embargo, Gorría estaba en cama bastante indispuesto debido a una especie de flujo de sangre. A pesar de ello, al día siguiente Gorría hizo el esfuerzo de ir a examinar a Ventura; afirmó que el herido estaba padeciendo una pulmonía espuria, enfermedad peligrosa que podría haber sido causada por el invierno o por un derrame de líquidos de los pulmones por algún golpe contuso en las partes continentes de la cavidad vital, aunque de esta segunda causa no tenía nociones suficientes para afirmar que había causado la pulmonía.

El día 8 los tres cirujanos observaron que la herida no tenía rubicundez, inflamación, ni edema, manteniéndose en su color natural si bien expelía una leve serosidad y se hallaba con alguna calentura echando algunas gotas de sangre en el esputo.

Sobre la medianoche del 9 al 10 de enero, Barriocanal estaba acostado en la cama de su casa, situada en la plaza, cuando fue llamado por Benita de Marubay y María Jesús de Urdanpilleta, hija y cuñada de Ventura, para que fuera a visitarle. A pesar de la urgencia, le encontró con buen pulso y en su sano juicio. Permaneció con el varias horas, hasta las cinco o cinco y media de la madrugada, cuando regresó a su casa. Pero entre las seis y media y las siete un “sobrinito” y un nieto de Ventura le avisaron para que fuera de nuevo a verle. Sin embargo, cuando llegó a calle Burgos, le dijeron que el hombre acababa de expirar, de manera que fue a buscar a su colega Gutiérrez para examinarle juntos y lo encontraron efectivamente muerto en su cama.

Al día siguiente, 11 de enero, a las ocho de la mañana, fue examinado el cadáver en su propia casa por los tres cirujanos ya mencionados. Estaba expuesto en dos mesas, custodiado por dos personas. El examen certificó que la herida era mayor en el interior de lo que parecía en el exterior, la pleura había sido dañada y hallaron un derrame de sangre que circundaba los pulmones pero sin herida, por lo que dedujeron que habría sido causado por alguna erupción de vasos en las partes afectadas por el golpe. Su dictamen fue la herida fue peligrosa y no mortal de necesidad, pero habría causado el derrame que resultó fatal. Su cadáver fue sepultado en el cementario al norte de la iglesia.

Los interrogatorios a los reos comenzaron el 19 de enero. Por entonces, Domingo de Aguirre no estaba en muy buenas condiciones. El médico seguía indispuesto con sus achaques, de modo que fue el cirujano Torrecilla quien lo examinó y lo encontró sin habla y en precarias condiciones debido sobre todo al tiempo frío que hacía. Dispuso como remedio que le dieran vino rancio, recomendando su traslado a un habitáculo más abrigado, con una cama y lumbre bien encendida sin tufo ni peligro de incendio. Si empeoraba su estado, habrían de llamar al párroco para que le diera la Extremaunción. Todas aquellas medidas se cumplieron, por cierto.

Después de sus declaraciones, fue nombrado promotor fiscal Manuel López Borricón, un tejedor que, para variar, también era vecino de la calle Orruño. Los reos nombraron a sus defensores y comenzó el juicio del caso propiamente dicho. No nos interesa hacer un seguimiento del mismo así que nos limitamos a lo fundamental: el promotor pidió para Marfagón la pena de diez años de presidio con retención en Puerto Rico y la pena de ocho años para Aguirre. Lo más curioso de todo es una afirmación del defensor de Marfagón: que el hombre había salido para “distraerse del aburrimiento q naturalmente causa el frecuente trato y vista de su familia”.

En junio aún seguían presos y la causa había pasado al tribunal del Corregidor y Diputados Generales del Señorío, por lo que los cuatro nombraron procuradores. Este tribunal dio por buenas las conclusiones del fiscal y condenó a Francisco de Marfagón a diez años de presidio en Puerto Rico y a Domingo de Aguirre a cuatro en el castillo de San Sebastián. Picaza y Aldama tuvieron por pena la prisión que ya habían sufrido, y los cuatro fueron condenados mancomunadamente en costas. Era el 18 de noviembre de 1824. El 16 de diciembre el alcalde Basabilbaso entregó al miquelete Marcos de Barañano a los presos Marfagon y Aguirre para ser conducidos a la cárcel de Bilbao.

Pleito de Elejazar (III)

 

 

Mes y medio después de finalizar el interrogatorio a los testigos presentados por la parte contraria, el 15 de abril de 1768 el Gobernador respondió positivamente a la petición de Olabezar y Larrinbe para que se reconociera in situ el monte de Elejazar. Por esta parte, se nombró como peritos a Francisco Xabier de Irabien y Eugenio Antonio de Acha, muy destacados vecinos de Quejana y Respaldiza respectivamente. Por su parte, Amurrio se negaba a este reconocimiento y por ello no designó perito alguno, de modo que el abogado Juan Valentín de Ibarrola, vecino de Lezama, fue nombrado de oficio.

La visita se realizó los días 25 y 26 de mayo con la asistencia de Juan de Isasi, Domingo y José de Aldama, vecinos del barrio de Aldama. Éstos llevaron a la comitiva hasta el lugar en que había estado un roble que marcaba la división entre el término común de los cinco concejos y el dehesado privativo de Amurrio. Los peritos pudieron apreciar que el monte comunero estaba muy poblado y con necesidad de entresacar, aunque había muchos árboles mal podados y otros que estaban cortados por el pie a pesar de su pequeño tamaño. Después, los tres hombres mostraron un plantío –de ínfima calidad, señalan- que los vecinos de Amurrio habían hecho en el término de Salamanca pero dudaban si era comunero o dehesado; ni siquiera los vecinos más cercanos tenían muy claros los límites entre uno y otro. Y esto va a ser una constante en adelante: los testigos llamados a declarar confunden continuamente los términos, no tienen muy claro qué pertenece a quién, se contradicen unos a otros y sus propias declaraciones anteriores, etc.

Al día siguiente, Amurrio pidió la nulidad de la Ordenanza y denunció que el escribano que estaba entendiendo en la causa, José Ventura de Villodas, tenía parcialidad conocida con los pueblos demandantes y ejercía su influencia sobre el Gobernador Mendieta. Su pretensión fue denegada.

En el mes de noviembre, el concejo de Amurrio presentó una serie de escrituras para que fueran compulsadas e incluídas en el pleito; la mayoría de ellas trataba de multas que el concejo de Amurrio había cobrado de diversas personas por excesos cometidos en los montes de Elejazar. Por ejemplo, el 4 de febrero de 1743 multaron a cuatro vecinos de Berganza y Onsoño por cortar acebos por el pie. Por aquel entonces, Amurrio pleiteaba con Larrinbe sobre la roza realizada por los vecinos de este pueblo en el monte de Sobre Pagaza y término de Curzecomendi. Larrinbe se amparaba en las ordenanzas de los cinco concejos; tras varios dimes y diretes, llegaron a un acuerdo según el cual aprovecharían la roza por tres o cuatro años pero después debían hacerlo en sus propios términos, que eran desde el arroyo debajo de los manzanales y jaral del caserío Pardio de Abajo hasta el robledal de Suerraran, propio de la casa de Curzialde y desde allí por el arroyo al salcedal de la casa-rueda del difunto Bartolome de Escalza, que estaba en Amurrio –en Okeluri, concretamente-.

También se compulsó una visita de mojones entre Amurrio y Luyando que se hizo el 17 de julio de 1763 después de que algunos vecinos de éste hubieran roturado tierras en Enorduy excediéndose bastante. Con ello querían probar que había sido el concejo de Amurrio quien participó en el apeo y puso dos mojones nuevos para mayor claridad, sin participación alguna de los otro cuatro concejos.

Tras un alegato muy largo y bien fundamento presentado por parte de los dos concejos, el Gobernador sentenció el 11 de julio de 1769 que Olabezar y Larrinbe habían probado bien su demanda y declaró que el monte de Elejazar era comunero en todo género de aprovechamiento con sus dehesas. José de Aldama y Pablo de Urrutia fueron condenados a entregar en el plazo de cinco días lo que correspondía a los otros concejos de la multa impuesta a Olazar. Y todos ellos debían arreglarse a las ordenanzas en la corta y recogida de leña para sus hogares y edificios. Tras presentar las habituales alegaciones, el 17 de agosto el Gobernador ratificó la sentencia.

Aún así, no fue hasta el 12 de octubre que los regidores de Amurrio entregaron el dinero que debían a los dos concejos, y además con protestas sobre la sentencia y contra el escribano del caso porque no había querido darles traslado de algunas escrituras. De hecho, insistieron presentando un pleito que había tenido lugar en 1750-51, cuando Juan de Isasi y José de Aldama, los ya citados vecinos de Aldama, acusaron a Matías de Orue por haber hecho cortas en los castañales de Mendico Requeta –también figura como Mendico Errequeta– y Erroispe que eran de su propiedad, y habiendo sido reprendido por ello por Maria de Mendieta contestó que “tanto tenía que mandar en dhos castañales” como ellos; además a Aldama le habían robado mucha castaña de una “cortina o erizal” que tenía en un castañal propio.

Según buena parte de los testigos presentados por los acusadores, los castañales estaban situados en un dehesado propio del lugar de Amurrio, en el que otros muchos vecinos tenían por propios y plantados por sí y sus antepasados diferentes porciones de castaños y los habían gozado privativamente aprovechándose de sus frutos y leña sin dar parte a nadie y sin contradicción alguna, pagando el diezmo correspondiente por ellos a la parroquia. Un testimonio interesante es el de Francisco de Ugarte, vecino de Onsoño, que había fabricado carbón para los acusadores en varias ocasiones empleando la leña de sus castañales. Francisco contó que en una ocasión que iba para su casa se encontró al acusado Matías de Orue con un costal y dos varas injertas por medio con su brazadera de hierro para poder alcanzar mejor cualquier fruto con su gancho también de hierro.

Se cuenta también que, el año anterior, Isasi había cedido parte del fruto de sus castañales a Antonio de Salazar, vecino de Saratxo, pero cuando fue a ello resultó que las castañas habían sido vareadas y desgranadas debajo de los mismos árboles. Testigo de ello fue el joven Manuel de Aldama Echeguren, natural del barrio de su apellido y de catorce años de edad, que se encontró con Matías y le dijo “oy Matias según ba ya ha de hacer media fanega de castañas” y le contestó “vien estoy si no hago mas”. Por allí andaban también una mujer y otros mozos de la zona.

Pero claro….no faltaron testigos dispuestos a exonerar a Matías. Por una parte, los celadores de montes Juan de Abechuco y Diego de Aldama examinaron las ramas cortadas y, al parecer, dictaminaron que las ramas cortadas eran de corto valor y en beneficio de los árboles, porque en realidad los habían podado. Por otro lado, los testigos presentados por los acusados consideraban que los castañales estaban situados en Erroispe, lugar prohibido por la Ordenanza que siempre había estado en observancia, de manera que siempre se habían protestado los plantíos realizados en este lugar y de hecho Juan de Aldama, el padre de José, había sido multado. Sin embargo, los castañales de Mendico errequeta sí que eran concejiles.

Se contaba que treinta años atrás se había celebrado una junta de los cinco concejos en el campo de San Antón para tratar sobre los plantíos efectuados en ese lugar, en la que Felipe de Lezama Eguiluz propuso dejarlos para beneficio del común, en lo que se conformaron. Y unos dieciséis años atrás Domingo de Beraza y Francisco de Bolloqui fueron por orden de Diego de Landa a cortar madera a Elejazar, pero estando en ello fueron apresados por los regidores Felipe de Lezama y José Ventura de Respaldiza.

El alcalde ordinario Antonio de Echebarria sentenció el 15 de junio de 1752 con asesoría del Licenciado Juan de Latatu, vecino de Orduña; el fallo fue favorable a los demandantes, a quienes declaró dueños de los castaños, ya que los capítulos de las ordenanzas no estaban confirmadas ni en observancia ni con las solemnidades reales, por lo que los acusados fueron condenados en 1.000 reales y en seis meses de destierro de Alava, y en caso de no cumplir se les pondría el doble de pena en el castillo de Pamplona.

Hay dos aspectos muy llamativos de este pleito. Primero, que el alcalde Echebarria desechara la validez de las ordenanzas tan taxativamente y sin duda alguna. No se oculta que existía cierta organización entre los cinco concejos, que celebraban reuniones en el campo de San Antón. Y aunque podría pensarse que la existencia de esta comunidad no conlleva necesariamente la autenticidad de las ordenanzas, no deja de ser cierto que dificilmente existiría una institución de este tipo sin un reglamento u ordenanzas. Y si no eran las de 1570, ¿cuáles? El segundo aspecto que nos llama la atención es, en relación con lo anterior, que este pleito no hubiera aparecido previamente, antes de la primera sentencia, siendo tan favorable a los intereses de su defensa.

 

La cuestión es que pocos días después de que el concejo de Amurrio abonara lo que debía a Larrinbe y Olabezar procedente de la multa a Bernardo de Olazar, el regidor Pedro de Yarritu y el celador de montes Antonio de Arana habían retenido dos carros de leña que Isidro de Ugalde, vecino de Olabezar, bajaba del monte para su casa y la de Manuel Tomás de Abasolo. Según ellos, la leña había sido cortada en la dehesa de Lekuzabal, privativa de Olabezar. Ya el año anterior habían retenido dos carros del mismo Ugalde so pretexto de bajarlos de la peña de Arkotxa y no de Lekuzabal.

En todo caso, la cuestión no fue retomada hasta el 21 de enero de 1770, cuando se procedió a interrogar a los testigos presentados por ambas partes. Las contradicciones y confusiones entre ellos fueron notables. Manuel de Otaola, natural de Amurrio de 21 años, estaba con su amo Francisco de Olartegochia derramando castaña en Arkotxa cuando vio que los dos vecinos de Olabezar cortaron un roble por pie y cargaron la leña en dos carros; entonces, llegaron Francisco de Padura y Josefa de Olartegochia a bajar unos bueyes, hablaron del tema y Otaola fue enviado a dar parte al regidor Yarritu.

Curiosamente, Padura en su primera declaración dijo que la corta se había realizado en Lekuzabal, dehesa privativa de Olabezar. Pero su suegro Francisco de Olartegochia, “bien reflexionado”, declaró que había ocurrido en la Peña de Arcocha, donde los vecinos de Olabezar también solían cortar leña para sus hogares y edificios. Su hija Josefa, la mujer de Padura, dijo que fue en Arkotxa. Asensio de Aldama que fue en Lekuzabal. Pero la cuestión no era sólo dónde habían cortado el roble sino el status de cada uno de los términos. Así, Manuel de Zumelzu consideraba que Arkotxa era un término incluído en la dehesa de Lekuzabal.

Padura cambió totalmente de testimonio de un momento a otro. Decía que siempre había tenido por Lekuzabal el lugar donde les vió cargar los carros, pero que era cierto que muy cerca había una peña. Pero el principal cambio es que ahora negaba que la dehesa fuera término privativo de Olabezar. Sin embargo, su suegro se ratificó en que si los de Amurrio habían sido atrapados cortando algún árbol por pie en Arkotxa habían sido multados por los de Olabezar, tal y como le había ocurrido a el. Sin embargo, Pedro de Olartegochia afirmaba que los vecinos de Urieta iban a la dehesa a por leña para sus hogares y cerraduras sin que ningún vecino de Olabezar pusiera ningún embarazo.

Quizá el dato más significativo es que fue llamado a declarar el regidor de Amurrio, Diego de Ugarte, quien dijo haber visto la Ordenanza y que el término era para aprovechamiento exclusivo de los de Olabezar. Por eso sorprende sobremanera que el 15 de marzo, como regidor que era, figura como principal encargado de la defensa de los intereses de la localidad en la presentación de los testigos de su parte. En este contexto, Manuel de Olartegochia, vecino de Izoria de 34 años, dijo que tenía entendido que la leña fue cortada en Lekuzabal y no en Arkotxa, que “le llamaban assi por tener de señal una Peña y arriba de esta Peña un tocanal titulado Arcocha” y ambos estaban dentro de la dehesa; sin embargo, había visto a los de Amurrio, no a los de Olabezar, aprovechar la leña de Arkotxa, y de Lekuzabal a los dos; ambos estaban en término de Amurrio. Contradictorio al máximo.

Tanto Manuel como Francisco de Olartegochia creían que los de Olabezar iban a Arkotxa a cortar leña para regresar por el camino de San Silvestre y evitar ser prendidos. Felipe de Olartegochia, sin embargo, negaba estas cortas clandestinas, y afirmó que al tiempo había hecho una rotura en Lekuzabal junto a su padre sin objeción alguna por los de Olabezar, ya que unos y otros se aprovechaban del término.

Pero las contradicciones no cesan. Francisco de Viguri, vecino de Apregindana de 28 años, había servido nueve años en Amurrio y parte de ellos en el barrio de Urieta y había visto que el término de Arkotxa era separado del de Lekuzabal aunque no había islos sino una peña o esquina que bajaba del campo de Salamanca.

 

Como resumen de todo este galimatías, Amurrio quería que se declarase propio y privativo del pueblo el monte de Elejazar y sus dehesas, sin que ello supusiera una contradicción a la comunidad de pastos -solo de pastos- con los cuatro concejos. Consideraban haber probado que habían sido sus regidores quienes daban permiso y marcaban los árboles que se podían talar o podar; que eran ellos quienes cuidaban los montes, apagaban los incendios, hacían plantíos y apeos, todo a su costa; que cuando los vecinos de los otros pueblos habían entrado a cortar leña y fueron prendados, habían pagado las multas sin contradicción. Solo alguna vez los regidores de Amurrio habían dado a los otros concejos parte de lo percibido por algunas ventas, “deslumbrados” por la Ordenanza.

Insistían, como habían hecho antes, en que la Ordenanza de 1570 nunca había estado en vigor ni había sido consentida en Amurrio, de modo que muchas de las prácticas que en ellas se estipulaban nunca se habían observado, como la existencia de jueces diputados o la revisión de los montes por los montaneros cada quince días. Consideraban público y notorio que nunca se había observado la prohibición de plantar castaños en ciertos términos que se citaban en la Ordenanza, lo cual se demostraba con el auto dado por el Consejo el 4 de diciembre de 1754. En definitiva, se mantenían en su postura de que la Ordenanza se había hecho para facilitar la cobranza de los grandes gastos que estaba haciendo Juan de Urrutia, administrador de Pedro de Ayala, en sus pleitos contra el valle de Orozko. Urrutia era poderoso e influyente y por medio de la participación en los montes de Amurrio, “que son considerables”, quiso atraer a los principales vecinos de los cuatro concejos para que contribuyesen en los gastos de los pleitos con Orozko, especialmente en el de comunidad de pastos que solo seguía, según afirmaban, con el fin de cansar y consumir a Orozko para que no se pudiera defender en el que tenía con Pedro de Ayala, nieto del Comunero a quien se confiscaron los bienes y de cuyo dominio fue separado el valle de Orozko.

Amurrio alegaba que cada concejo era totalmente independiente, cada uno gobernado de acuerdo con sus propias ordenanzas y todos por las de la Tierra de Ayala; de las supuestas Ordenanzas de los cinco concejos solo se habían acordado cuando algún vecino o vecinos habían querido aprovecharse de lo ajeno. Remarcaba que las partes contrarias llamaban “monte comunero” a Elejazar pero las Ordenanzas se referían a el como “dehesado”. Se preguntaban: ¿por qué la Ordenanza llama monte común a todo si luego hablan de montes privativos y dehesados?

 

Por su parte, el representante de Olabezar y Amurrio se basaba sobre todo en lo contenido en la escritura de venta de leñas que se hizo a Olazar y el incumplimiento de Amurrio de la misma al negarse a pagar lo estipulado (y en ello tenían toda la razón, porque Amurrio estaba incumpliendo las condiciones pactadas en esa escritura concreta). Argumentaba también que Amurrio no había justificado la propiedad del monte de Elejazar ni nada de lo que había alegado. Consideraban que, aunque el monte de Elejazar estuviera dentro de los límites de Amurrio, no por ello era suyo el dominio ni mucho menos eran privativos sus aprovechamientos, ya que los cinco concejos siempre habían sido dueños de los montes y dehesas comunes, y no tenían una simple comunidad de pastos sino de todos los aprovechamientos. No se le habían pasado por alto las contradicciones de los testigos –lo mismo se decia que los montes de Elejazar eran privativos de Amurrio que se reconocía que la dehesa de Lekuzabal era de Olabezar- y fue refutando los argumentos con un lenguaje muy confuso, técnico, más centrado en cuestiones legales que en hechos concretos, y señalando puntillosamente contradicciones de los testigos presentados por la parte contraria. Por ejemplo, consideraba que la detención de los carros o las multas a vecinos de Larrinbe no habían sido por el mero hecho de cortar leña sino por cortar árbol mayor y carrasco de vida por pie, lo que estaba prohibido por la Ordenanza. También resaltó que tantos testigos dijeran que para sacar materiales para sus casas de Elejazar había que pedir permiso a los regidores de Amurrio pero que estos no se pudieran negar y que en caso de hacerlo lo habían ejecutado igualmente sin contradicción alguna.

Por el contrario, pasó muy de puntillas por el tema de la Ordenanza. Uno de sus pocos argumentos al respecto fue que si desde su primera Junta General en 1571 había algunos capítulos que se habían dejado de observar, no por ello se podía decir que nunca hubieran tenido comunidad de pastos. Se hace notar también que en esos pleitos que tuvieron a mediados de siglo los regidores de Amurrio fueron instados a presentar el libro de ordenanzas para su compulsa y así lo hicieron, y eran las mismas que se habían compulsado en este pleito. Finalmente, para ellos el dehesado y el monte de Elejazar eran dos cosas distintas; y termina mencionando ordenanzas de otras comunidades montes que tampoco estaban aprobadas por el Consejo Real.

Estos dos últimos puntos fueron probados cuando el pleito fue retomado nada menos que en ¡septiembre de 1773! Más de tres años después. Fue en noviembre de dicho año cuando los apoderados de Olabezar y Larrinbe volvieron a presentar testigos. José de la Torre aseguró que, además del monte comunero de Elejazar, había un poco del mismo nombre que estaba en el centro de uno de los dehesados de Amurrio, al principio de donde se entraba a dichos montes comuneros y en ese campo había visto  plantados muchos carrascos y árboles mayores sirviendo dicho campo y árboles de separación. Antonio de Landaluze dijo que el campo que llamaban de Elejazar “según se entra como se ba por el camino real de Urietagoicoa de dho lugar de Amurrio a el” estaba en dehesado propio del mismo lugar, que seguía hasta un segundo campo, mediante entre uno y otro había una bajadita, y en los dos había estado plantando carrascos con el concejo y vecinos, que eran campos que siempre se habían tenido por dehesa de Amurrio; pero desde ellos hacia la parte de Olarte ya era el monte comunero de los cinco lugares, que lindaba con dehesados de Inordio y el de Arroispe.

Francisco de Orue, que se había criado y vivido en Amurrio hasta que se casó en Izoria un par de años antes, dijo que el monte comunero de los cinco concejos hacia la parte de Olarte se llamaba basogalanta “que quiere decir monte hermoso” y no lo había oido llamar Elejazar y la única división entre ambos era el mencionado campo. Es decir, su testimonio contradice el de José de la Torre.

En todo caso, el mayor acierto que en este momento tuvo la parte favorable a Olabezar y Larrinbe fue la compulsa de una serie de ordenanzas de montes entre diversas localidades ayalesas, ninguna de las cuales estaba aprobada por el Consejo Real y pocas por el Gobernador o algún representante de la Tierra de Ayala. Entre estas ordenanzas, que deben ser de gran interés, se observan las siguientes:

  • Ordenanzas entre Respaldiza y el barrio de Etxaurren para la conservación del ejido que tenían en común en el monte de Bagaza así como los derechos a comer la grana, pacer las yerbas, beber las aguas y aprovechar la leña. Año 1655. Tenía la firma de Juan López de Gorbea, alcalde ordinario.
  • Ordenanzas de los montes comunes de Izoria, Murga, Respaldiza y Luyando
  • Ordenanzas de Maroño e Izoria sobre el aprovechamiento de leñas, hierbas y aguas del monte común titulado de Babio. Año 1487.
  • Ordenanzas de Salmantón, Maroño, Aguiñiga y Madaria para la conservación del monte comunero de Yas. Año 1663. Aprobada por el Gobernador
  • Ordenanzas entre Zuaza y Quejana. Año 1500. Aprobada por la justicia ordinaria de la Tierra de Ayala
  • Ordenanzas de Llanteno, Retes y Costera para la administración de sus ejidos comunes. Año 1544.

 

Finalmente, se compulsó una pieza de autos formados por el Licenciado Pedro de Fontecha, que fue Gobernador y además administrador del Conde de Ayala. Entre las escrituras de esta pieza, se observa una reunión concejil de Amurrio en la que afirmaban que tenían comunidad de montes con Larrinbe, Saratxo, Etxegoien y Olabezar y que solo tenían derecho a la quinta parte de la madera de los montes comunes. Esto ocurrió en 1747.

 

El 9 de octubre de 1781 se sancionó finalmente el asunto y básicamente se confirmó la sentencia dada el 11 de julio de 1769. Los cinco concejos debían ajustarse a la Ordenanza de 1570 hasta que dispusieran unas nuevas, lo cual no parece que llegara a ocurrir nunca. Por lo tanto, los tribunales juzgaron probadas las reivindicaciones de Olabezar y Larrinbe, y en consecuencia la validez y veracidad de la Ordenanza de 1570. ¿Significa eso que la versión esgrimida por Amurrio respecto a las maquinaciones de Juan de Urrutia fuese incierta? Probablemente no, es muy posible que algo de cierto hubiera en todo ello. Pero, por otro lado, parece indudable que existió una comunidad de montes -de hecho hemos localizado el expediente de disolución de la misma, el cual dejamos para otra ocasión- y debió regirse sin duda por una ordenanza. Otra cosa es que parte del capitulado de la misma fuese reiteradamente vulnerado, lo cual no es de extrañar, porque lo mismo ocurrió sin ir más lejos con las Ordenanzas de la Tierra de Ayala.

 

 

Pleito de Elejazar (II)

 

 

 

 

Seguimos con el conocido como Pleito de Elejazar.

El 8 de febrero de 1768 comenzó en la casa del escribano Domingo Tomás de Echeguren, vecino de Olabezar, una serie de compulsas de documentos que tendrían su peso en el pleito. Concretamente, se presentó un apeo que tuvo lugar el 24 de agosto de 1675 con los regidores de Olabezar Juan de Ugarte de Belaunde y Juan de Gabiña y otros vecinos del pueblo que visitaron los mojones del monte de Elejazar propio de los cinco concejos. Primero visitaron un mojón yendo a la casa de Urietagoicoa en el puesto de Enorduy, que era el primero que confinaba con la jurisdicción de Luiaondo; más arriba y a la vista de éste visitaron otros dos mojones y luego otro en el punto de Lantegui que tenía grabado en la parte de arriba la fecha 1648 y a la parte de Luiaondo la de 1671 y los regidores pusieron en la piedra hacia la parte de arriba el año actual, a la vista de Olarte; visitaron el siguiente mojón que estaba más abajo, en el arroyo lindante con la jurisdicción de Luiaondo y Olarte, y con el castañal de Juan de Urrutia; visitados estos cinco mojones, fueron al punto de la entrada de Elejazar y plantaron un roble y después bajaron a Lekuzabal donde hallaron plantados muchos castaños, lo cual había ejecutado San Juan de Urrea, vecino de Amurrio, de quien se dice que era el vecino más cercano al lugar.

También se presentaron las escrituras entre Joaquín de Urizar y Roque de Picaza y pleito que pasó ante el Gobernador. Dicho pleito comenzó el 7 de enero de 1751 cuando Picaza, arrendatario de la ferrería de Zabalibar, propia de los herederos de Diego de Landa, compareció ante el Gobernador y pidió que se impidiese a Joaquín de Urizar, vecino de Miraballes, que cortase la porción de leña que se le había rematado en el monte de Elejazar. Picaza argumentaba que por costumbre y privilegio, como arrendatario de la ferrería de Amurrio, debía ser preferido a cualquier otro en el aprovechamiento de la leña que producían los montes comunes y particulares de dicha jurisdicción, y estaba presto a pagar el precio de las dichas cargas con las mismas condiciones en que se remataron. El Gobernador ordenó que quedase Manuel de Lezama como depositario y no se hiciera corta alguna.

Urizar protestó la decisión en base a tres argumentos. Primero, que Picaza asistió al remate y cuando Francisco de Aldama le ofreció los carbones dijo que no le convenía. Segundo, que Amurrio tenía recursos suficientes para alimentar cuatro ferrerías si fuera necesario. Tercero, que ya tenía la leña preparada para poner en hoyas y que no podía dejarla expuesta a robos o que se perdiera.

El 29 de marzo de 1754 se procedió a la presentación de testigos para este caso. El primero fue Francisco de Aldama Isasi, de 28 años, quien afirmó que el término de Elejazar era propio y privativo de los cinco concejos tanto para su aprovechamiento como en su propiedad; que al remate asistió Picaza, Pedro de Hernani y otros ferrones -pero no Urizar- y Hernani dijo que pujase el que quisiera pero que nadie importunase después a la persona que lo hiciera. En el segundo remate, que fue en favor de Hernani, éste le dijo a Picaza que hiciera postura para el tercero como ya lo había hecho en el primero pero le contestó que no le convenía porque era caro. El tercer remate se lo llevó Aldama, que luego lo cedió a Urizar por medio de escritura pública. Añadió que no había visto ni tenía noticia de que se hubieran sacado de los montes de los cinco concejos carbón para otras ferrerías pero sí había visto transportarlos del valle de Arrastaria y de montes particulares sin que nadie hubiera puesto traba alguna.

Pedro de Yarritu, vecino de Amurrio de 58 años, había tasado la leña vendida junto a José de Zulueta, de Larrinbe. Dijo que Picaza le había dicho que no a Aldama porque en Elejazar no podía entrar con el carro. En todo caso, opinaba que le vendría mucho mejor tomar los montes particulares que había cerca de la ferrería, los cuales solían vender su esquilmo para carbón. Al contrario que el testigo anterior, y que Diego de Ugarte, vecino de Amurrio de 38 años, comentó que sí se habían rematado leñas para carbón a personas que lo habían llevado fuera, y unos cuatro años atrás él mismo vendió hasta 400 cargas de sus propios montes a Juan de Barrones, de Llodio, que las llevó a sus ferrerías sin mayor impedimento.

Tomás de Gabiña, vecino de Etxegoien de 60 años, asistió al remate y le dijo a Picaza que entrase porque le traía a mayor cuenta que a un forastero y le contestó que no porque no podía entrar con carro en aquel paraje. Coincide en que se habían llevado carbones fuera sin oposición alguna.

La declaración continuó al día siguiente con testigos como Bartolomé de Esnarriaga, de 45 años, Francisco de Aldama, de 60, Juan de Zulueta, vecino de Larrinbe de 60 años, y Diego de Aldama, de 43, quien dijo que los montes cercanos a la ferrería no eran capaces de producir 8.000 cargas de carbón (que era lo que les preguntaban) pero las que hubiera las tenía mas en cuenta Picaza tomarlas que las que podía conseguir en Elejazar.

La causa continuó a principios de mayo en la casa de Águeda de Zulueta, vecina de Amurrio, con el interrogatorio de Picaza y la presentación de sus testigos. Roque dijo que no se halló en el tercer remate, que era imposible que en las cercanías de la ferrería sacara 8.000 cargas de carbón, sino 800 o 900 como mucho; dejó por cierto que se tenía costumbre de vender leña en remate público pero que si se había conducido a ferrerías de fuera había sido con ignorancia de los ferrones o porque no las necesitaban.

Domingo Tomas de Echeguren, el escribano de Olabezar que por aquel entonces tenía 34 años, añadió que había oido vagamente decir a Martín de Otaola, de Amurrio, que Roque no necesitaba los carbones y los tenía ofrecidos a otro ferrón, pero se remitió a lo que había declarado el propio Roque. La mencionada Águeda, de 41 años, afirmó que Urizar, Aldama y Yarritu estuvieron comiendo en su casa, y les dijo que “era mucho” que Roque no hubiera entrado en los carbones que se habían rematado, a lo que le contestaron que no los había querido.

Juan de Ugarte, vecino de Amurrio de 51 años, dijo que Picaza era arrendatario de la ferrería de Zabalibar desde hacía unos 13-14 años y lo había renovado por otros nueve; que el monte de Elejazar estaba sito en jurisdicción de Amurrio y que los cinco concejos tenían comunidad de aprovechamiento; tenía por cierto que los arrendatarios de las ferrerías de Zabalibar y Luyando –cuyo administrador entonces era Luis Cristobal de Garbiras- tenían preferencia a otras de fuera no solo sobre la leña de los montes de Elejazar sino también a las de otros montes comunes y particulares; dijo que los montes del lugar no producían el suficiente carbón para alimentar la ferrería de Zabalibar y por eso le constaba que Picaza se valía de los montes de Altube y de otras partes, como había hecho ese año con 4000 o 5000 cargas y que los dueños de las ferrerías de Berganza y Ziorraga se las habían quitado y por ello le hacían mucha falta dichas cargas de Elejazar.

Domingo de Arana, vecino de Amurrio de 49 años, fue quien comunicó a Roque que le habían prendado las cargas que había comprado en Altube. Los demás testigos no aportaron nada nuevo. La sentencia pronunciada por el Gobernador el 14 de junio de 1751 desestimó la pretensión de Roque de Picaza.

 

Regresando al 8 de febrero de 1768, a la casa del escribano Echeguren acudió Francisco de Yarritu Bañueta y dijo que el día anterior el pueblo de Amurrio reunido en concejo decidió que ahora sus representantes en este asunto fuesen los actuales regidores, que eran el mismo Yarritu y Bartolomé de Esnarriaga menor.

El 24 de febrero, en la casa de Antonio de Urrutia en Luyando, se procedió a la presentación de testigos de la parte de Amurrio. Los puntos por los que se les preguntaría, y lo que querían demostrar, eran los siguientes:

  • que cada uno de los cinco concejos era separado y el monte de Elejazar estaba dentro del término de Amurrio, de modo que vendían la leña de dicho monte sin intervención de otros lugares, multaban a los vecinos de los cuatro concejos que habían entrado a cortar leña, y cada vez que hubieran necesitado materiales para sus casas pedían licencia a los regidores de Amurrio
  • que habían hecho en Elejazar cuantos plantíos habían querido sin asistencia de los otros lugares, así como apeos y demás por valor de 20.000 pesos en los últimos 200 años;
  • que el monte era de muchas leguas de extensión y para reconocerlos era necesario invertir muchos días, que en 1570 sumaban los cinco concejos unos 270 vecinos y Amurrio pasaba de los cien, y que Diego de Urrutia escribano fue vecino de Etxegoien y Presebal de Mujica de Larrinbe, todo ello encaminado a mostrar la falsedad de las ordenanzas
  • que en 1570 había un pleito pendiente entre el valle de Orozko y el Conde de Ayala sobre nombramiento de alcaldes y otros oficios, y al mismo tiempo se seguía otro entre Orozko y los cinco concejos sobre mero aprovechamiento de pastos y aguas. Por aquel entonces, Juan de Urrutia era vecino de Amurrio y administrador de los bienes del Conde, “sujeto de mucha estimación, poderío y de grandes combeniencias, de que dan testimonio las compras edificios y fundaciones que hizo”, que habría seguido este segundo pleito con el mayor tesón imposibilitando que Orozko se defendiera convenientemente en el primero y así el conde la gratificaría, como le hizo al otorgarle los diezmos de varios lugares.
  • En relación al punto anterior, preguntaban sobre Juan de Urrutia, Diego de Urrutia, Christobal de Ugarte, Juan Perez de Echeguren y Juan de Velasco, sujetos de muchas conveniencias, escribanos reales “y como tales de maior autoridad y estimación en este país” y todos juntos, también con Presebal de Muxica, habrían sido los más interesados en la prendaria de ganado hecha por Orozko y fueron los que manejaron y costearon el pleito; en este sentido, habrían usado del artificio de las Ordenanzas para facilitar el reintegro de los gastos cuando se siguió nuevo pleito con Orozko y debe suponerse que los otros cuatro lugares contribuyeron gustosísimos al salir tan beneficiados por las ordenanzas, pero no por ello Amurrio las admitió y como prueba de ello su concejo y vecinos nunca las habían observado ni tenían copia de ellas
  • Se preguntaba también sobre un pleito entre Olabezar y Etxegoien sobre límite de jurisdicción y propiedad de una porción de monte dentro de los términos delimitados por la ordenanza, el cual fue ganado por el primer concejo, que vendió mucha leña para carbón de ese monte y se quedó con todo el import
  • Se preguntaría sobre el supuesto hecho de que Olabezar y Saratxo impedían a los vecinos de Amurrio usar la piedra de los ríos de su jurisdicción y cuando les permitieron llevar alguna fue a cambio de dinero, mientras que los vecinos de Larrinbe cuando necesitaron piedra de las canteras de Amurrio pedían licencia

 

 

El primer testigo fue Domingo de Urquijo Bengoa, vecino de Luyando de 66 años. Como harán todos, a grandes rasgos ratifican la versión anterior y al mismo tiempo aportan detalles de su propia experiencia. Por ejemplo, que en una ocasión los regidores y vecinos de Amurrio acudieron a apagar un incendio sin ayuda de los otros concejos, y se les llevó vino y alimento.

Domingo Bajaneta, morador en Orduña de 76 años, había sido vecino de Amurrio unos 26. Sabía por Pedro de Urrea, dueño que fue de la casa de Zalbio, José de Orue y José de Isasi Urrea, que hacía unos 25 años habían estado trabajando en el monte unos “probincianos carboneros” por orden del lugar de Amurrio; él mismo había plantado carrascos en “deesados de Eroispe” por orden de los regidores del pueblo sin que interviniera nadie de los otros cuatro pueblos; habló también de que hacía unos 23 o 24 años vio cómo en Urieta detuvieron unos carros de unos vecinos de Olabezar que habían cortado un árbol mayor; sabía que se dio licencia a Antonio de Zulueta y José de Olarieta, vecinos de Larrinbe, para extraer madera para sus edificios y que fueron multados por Amurrio por haberse excedido en las cortas que le señalaron.

Diego de Laña, vecino de Luyando de 42 años, declaró que unos seis años antes había visto a los regidores de Amurrio, Juan de Isasi y Domingo de Ugarte, colocar los mojones entre dicho pueblo y Luyando junto con Domingo de Laña y Benito de Aranoa, que lo eran de esta localidad, sin que concurriera nadie de los otros cuatro concejos.

José de Yarritu, vecino de Lezama de 48 años, natural de Amurrio, dijo que los cuatro concejos tenían derechos en Basogalante, de Elejazar hacia Olarte y confinante con Orozko. De joven estuvo de criado en Urietagoikoa y junto a otros vecinos de Amurrio hizo plantío de quejigos en Elejazar sin concurrencia de vecinos de otros lugares y según tenía oido se hacía todos los años. Estando en su caserío natal de Aldama había visto en dos ocasiones cómo los vecinos de Amurrio fueron a pagar incendios aunque no podía decir si los gastos de todo ello se repartieron entre los cinco concejos o no.

Juan de Larrazabal, vecino de Llodio en su barrio de Olarte, de 79 años, habló del citado incendio de unos años antes, que salió de una hoya de los operarios de Urizar, que fue quien pagó el gasto del refresco que se dio a quienes fueron a sofocarlo, que fueron vecinos de Amurrio y Luyando. No aportaron más detalles los testimonios de Francisco de Ibarrola, vecino de Luyando de 60 años; Domingo de Laña, vecino de Luyando de 47; e Ignacio de Isasi, vecino del barrio de Olarte de 58 años.

El día 28 declaró Francisco de Urrutia, vecino de Olabezar de 60 años. Dijo que no había visto a ningún vecino de los cuatro lugares ir a cortar leña a Elejazar y no sabía si lo habían hecho pero lo reconocía como monte comunero, teniendo Amurrio como suyo propio el dehesado de Arrospide y Olabezar el de Lekuzabal. Afirmó también que no sabía que ningún vecino de Olabezar y Saratxo tuvieran puesta traba alguna para la saca de piedra del río a los de Amurrio.

El siguiente testigo fue Juan de Orortegui, vecino de Orozko de 70 años, que por 40 años fue vecino en Amurrio “y su varrio de Basarte” y hoy lo era su hijo Juan, motivo por el cual su testimonio fue protestado por las partes contrarias. Dijo que tres años antes vio en Elejazar a unos carboneros que le dijeron que cocían carbón para Bernardo de Olazar a quien se lo había vendido el lugar de Amurrio.

Antonio de Picaza, vecino de Orozko de 78 años, sabía que la divisoria entre Orozko y Amurrio constaba de 19 mojones y tenía el monte de Elejazar como privativo de dicho lugar; hacía unos 24 años fue con una caballería a por una carga de leña de unos despojos que se hallaban caídos en jurisdicción de Orozko de materiales que se habían cortado en dicho monte de Elejazar y estando en ello los regidores José de Orue y Juan de Isasi le prendieron y embargaron la caballería, y aunque le quisieron multar intervinieron algunas personas y al final pagó por lo que se llevó y alguna carga más, y que todo ello pasó sin intervención de las personas de los otros concejos; había oido al difunto José de Olarieta que, al tiempo que fabricó una casa de nueva planta en el barrio de Elgeta de Larrinbe, pidió licencia a los regidores de Amurrio para cortar materiales para la casa.

Vicente de Beraza, apoderado del lugar de Larrinbe de 43 años, dijo que el personalmente y por medio de operarios, sin pedir permiso alguno y en diferentes años, había sacado mucha piedra de las canteras contiguas a la torre de Mariaka para la cerradura de su manzanal, y solo en una ocasión un criado suyo le dijo que le había salido al camino el regidor Juan de Aldama y le hizo parar el carro y a tres o cuatro carreteros, y les dijo que no volvieran a la cantera, pero no hicieron caso.

Francisco de Garayo, vecino de Luyando de 52 años, había conducido carbón para Urizar desde Elejazar y le dijo que se lo había vendido Amurrio y que pagó por ello a los regidores de este pueblo. José de Padura, vecino de Larrinbe de 35 años, comentó que unos 16 años atrás había ido cinco o seis veces con su carro y bueyes al término de Vasogalanta a cortar y traer leña en compañía de los hermanos Juan y Domingo de Orortegui, y nadie se había opuesto excepto la última vez que cortó un carrasco de vida y Francisco de Aldama dio parte a los regidores porque le había visto, fue multado y pagó, aunque había cortado dicho carrasco para sostener el carro en las bajadas del monte; dijo que tenía oído que los vecinos de los cuatro concejos siempre habían pedido licencia a los regidores de Amurrio cuando necesitaban madera para sus edificios y así lo hicieron los de Larrinbe cuatro o cinco años atrás cuando se fabricó de nueva planta la ermita de San Mamés, y que por haber pedido mucha madera se lo negaron, aunque creían que no tenían derecho y enviaron carpinteros de todos modos.

Tomás de Gabiña, vecino de Etxegoien de 40 años, dijo que no había visto ni había oido que ningún vecino de los cuatro concejos hubiera pasado a hacer leña a Elejazar ni que hubiera sido multado por ello por los regidores de Amurrio hasta el dia 27, cuando fue presentado y juramentado para este pleito, viniendo por el camino en conversación con su convecino Manuel de Echeguren y con Bartolomé de Esnarriaga menor, regidor de Amurrio, quienes le contaron que Padura había sido multado por ello; su difunto padre Tomás necesitó hace unos 14 años de un árbol para teguillo para su casa, pidió permiso a los regidores de Amurrio y fueron los dos a Elejazar a cortarlo, y lo mismo había hecho su convecino Mateo de Gabiña haría ocho o nueve años; también relató que Olabezar y Etxegoien tenían un pleito sobre un pedazo de monte encima de la casa de Arrigoyco (Olabezar) que sube hasta la “cruz de Vabio”, y que los otros tres concejos no habían participado para nada.

El citado Manuel de Echeguren, de 50 años, había oído de algunos vecinos que habían sido multados y lo mismo le había oido a su padre; el había pedido licencia a los regidores de Amurrio para un “cocino” del molino de Etxegoien, y lo mismo había visto hacer a Juan y Tomas de Gabiña difuntos, y a Mateo de Gabiña; el pleito entre Etxegoien y Olabezar era por el término de Orbeguchi pero había sido un litigio entre los dos concejos sobre un monte privativo del lugar de Olabezar. Esto aclara un poco este término y contradice la versión que querían presentar.

Agustin de Orue, vecino de Larrinbe de 74 años, sabía que Padura y Landaburu fueron multados por cortar un carrasco con vida y pidieron ayuda al concejo pero se la denegaron porque si habían errado lo debían pagar ellos; cuando era regidor hacia 30-32 años el difunto Antonio de Zulueta le dijo que necesitaba algunos materiales de madera de Elejazar para la fábrica de su cabaña y le contestó que pidiera licencia a los regidores de Amurrio y si se la negaban el se la daría, pero se la dieron, y también vio al difunto José García, también vecino de Larrinbe, traer materiales de Elejazar para reposición y composición de la casa en que habitaba y una cabaña contigua a ella; y cuando hicieron de nueva planta la ermita de San Mamés los regidores de Amurrio se negaron a conceder permiso y entonces fueron al termino de Astepe en Elejazar y cortaron las maderas necesarias.

Diego de Zulueta, vecino de Larrinbe de 64 años, certificó que su difunto padre Antonio construyó de nueva planta una casa y cabaña con materiales de Elejazar. También asistió a la conducción de materiales para la reposición de una casa de Jose Ignacio de Salazar en Saratxo; según la ordenanza, debían pedir licencia a los regidores de los lugares donde se ejecutase la obra. Nadie había dicho esto antes.

Domingo de Orbe Marquijana, vecino de Luyando de 50 años pero que había vivido 34 en amurrio, comentó que había visto muchas veces a vecinos de Olabezar  cortar y llevar leña para sus hogares del dehesado de Lekuzabal sin impedimento ni embarazo alguno, pero el y otros vecinos de Amurrio también sacaron leña de ahí e incluso hicieron rotura, por lo que no sabía de quién era privativo. Lo que sí sabía es que el dehesado de Arroispe era de Amurrio y había oido que los de Larrinbe tenían el suyo hacia la parte de Onsoño.

Domingo de Gabiña, vecino de Saratxo de 54 años, declaró que 8 o 9 años atrás sus convecinos Nicolás de Salazar y Matías de Orue habían pedido licencia a los regidores de Amurrio para cortar materiales en Elejazar para la construcción de las casas que hicieron de nueva planta y aunque se les concedió no usaron de ellas porque se les ofrecieron materiales con más comodidad.

Domingo de Ugarte, vecino de Saratxo de 44 años, dijo que sabía por su padre Francisco, que murió con 97 años, que ninguno de los vecinos de los cuatro concejos podía ir a Elejazar a cortar materiales sin pedir licencia a los regidores de Amurrio pero éstos no la podían negar. Su testimonio fue protestado por Abasolo por ser inquilino de Juan Bautista Jiménez Bretón, vecino de Orduña y suegro de Manuel de Landa.

Manuel Domingo de Zaballa, vecino de Luyando de 68 años, dijo que había oido al difunto Felipe de Lezama Eguiluz, “caballero de muchas noticias”, ciertas informaciones sobre el pleito que el Conde de Ayala, que creía erróneamente que se llamaba Cayetano de Ayala, había seguido con el valle de Orozko. Por el mismo Felipe, sabía que Juan de Urrutia costeó la fábrica del palacio de Amurrio, que fue sujeto “de muchas conveniencias” y administrador del Conde de Ayala y por lo bien que cuidó de sus bienes e intereses le cedió por sus días los diezmos de Amurrio y Larrinbe y por ello creía que Urrutia habría hecho cualquier cosa a favor del Conde.

Así finalizó la presentación de testigos, a pesar de que Yarritu tenía presentados anteriormente a otros como Domingo de Acha, Manuel de Larrazabal y a los escribanos Gerónimo de Arana y Domingo de Larrazabal, ninguno de los cuales llegó a declarar, por los motivos que sean.

Como se puede ver, a pesar de que los testigos fueron presentados para ratificar una versión plenamente establecido, hubo disparidad de opiniones y, quizá intencionadamente, se dibuja una nebulosa acerca de la cuestión de la propiedad de los montes de Elejazar.

Continuará

El Batallón Araba (III)

  1. La Torre Iglesias, Arcadio:

Laudio

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de noviembre; luego a la Sección de Enlaces donde entra como Sargento, es Teniente desde la segunda quincena de diciembre hasta junio. Preso en Santoña, fue condenado a muerte y luego se le conmutó la pena por la inferior en grado

  1. La Torre Iglesias, Tomás:

Laudio

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña; Cabo desde noviembre; Sargento desde enero; herido desde la segunda quincena de mayo. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 51

  1. Lag Garayo, Patricio:

Compañía Ayala desde octubre hasta Santoña. En abril de 1936 había aprobado una oposición de Auxiliar de la Dirección General de Seguridad

  1. Laburu Bilbao, Martín:

Arrankudiaga (vecino de Laudio)

Compañía Alaitza desde abril hasta Santoña, herido desde junio

  1. Laburu Mendizabal, José María:

Laudio

Compañía Alaitza desde diciembre hasta Santoña, siendo Cabo hasta abril, Sargento en la primera quincena de mayo y luego herido. Fue encarcelado y salió de la prisión de Bilbao en julio de 1941

  1. Laburu Orueta, Juan:

Laudio

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de noviembre, siendo Sargento solo en octubre; luego pasa a ser Suboficial de la Plana Mayor hasta marzo; después es Suboficial de la Compañía Urrutia; herido en Santoña

  1. Laibarra Echeandia, Sebastián:

Olabezar

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de diciembre, siendo Cabo las dos últimas; fue Auxiliar en enero y febrero; y armero en los Servicios Mecánicos desde febrero hasta junio. Fue encarcelado en Vitoria de noviembre de 1937 a junio de 1938

  1. Lambarri Bea, Gerardo:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta junio

  1. Lambarri Bea, Pablo:

Orduña

Compañía Eleizalde desde octubre hasta junio; Cabo desde diciembre pero dejó de serlo en abril; herido en la segunda quincena de mayo y junio

  1. Lambarri Bergara, Eusebio:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta junio; ascendió a Cabo en la segunda quincena de noviembre

  1. Lambarri Bergara, Pedro:

Orduña

Compañía Alaitza desde diciembre hasta Santoña, herido en este momento

  1. Lambarri Bergara, Vicente:

Orduña

Compañía Ayala en mayo y junio

  1. Lambarri Llanos, Jesús:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta junio

  1. Landa Anucita, Marino:

Compañía Ayala desde noviembre hasta junio

  1. Landa López, Anastasio:

Ilarraza

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña. Falleció en la prisión florante de Upo Mendi en Bilbao el 18 de mayo de 1938

  1. Landa López, Pedro:

Ilarraza

Servicios Auxiliares (guardia) en noviembre y diciembre; luego fue miembro del Cuartel

  1. Landaluce Aspuru, Bernardo:

Okondo

Compañía Eleizalde desde octubre hasta abril; Urrutia de mayo a Santoña; en julio en el Batallón Simón Bolibar. Fue destinado a un Batallón de Trabajadores en Zorroza

  1. Landaluce Aspuru, Timoteo:

Okondo

Compañía Urrutia desde la primera quincena de diciembre hasta junio (falta en abril). A finales de noviembre de 1936 se encontraba preso en El Carmelo.

  1. Landaluce Isusi, Andrés:

Astobiza

Compañía Ayala desde noviembre hasta junio. Preso en el Campo de Concentración de Santander

  1. Landaluce Larrinaga, Cipriano:

Laudio

Compañía Urrutia desde la segunda quincena de diciembre, ya como Sargento; asciende a Teniente en febrero; herido desde mayo hasta Santoña

  1. Landaluce Zurimendi, Leonardo:

Ayala

Compañía Eleizalde en la segunda quincena de octubre, luego pasa a la Ayala hasta junio

  1. Laña Elorza, David:

Lekamaña

Compañía Ayala en mayo y junio

  1. Lapaza Guenbe, José:

Compañía Ayala en la primera quincena de noviembre

  1. Largacha Urieta, José María:

Compañía Ayala desde octubre hasta la primera quincena de diciembre; luego en la Sección de Enlaces hasta febrero; Servicios Auxiliares en marzo; Enlaces desde abril hasta junio de nuevo

  1. Larrañaga Tolosa, Esteban:

Servicios Auxiliares (guardia) en la segunda quincena de noviembre y diciembre; luego fue miembro del Cuartel

  1. Larrañaga, Luis;

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de noviembre

  1. Larrazabal, Eusebio:

Servicios Mecánicos la primera quincena de diciembre

  1. Larrazabal Barbara, Ignacio:

Laudio

Compañía Ayala desde octubre hasta Santoña, estando herido desde la primera quincena de mayo

  1. Larrazabal Barbara, Marcos:

Laudio

Compañía Ayala desde abril hasta junio

  1. Larrazabal Linaza, Nicanor:

Okondo

Compañía Eleizalde en la segunda quincena de octubre; luego pasa a la Estabillo hasta junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 20

  1. Larrazabal Martínez, Vicente:

Luiaondo

Compañía Eleizalde desde octubre hasta junio

  1. Larrazabal Udaeta, Cirilo:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta junio

  1. Larrazabal Ugarte, Ceferino:

Orozko

En enero, en el Cuartel de Lamuza. Falleció en prisión en Vitoria el 2 de julio de 1938, donde llevaba desde el 12 de julio de 1937

  1. Larreategui Letona, Gumersindo:

Orozko

Servicios Mecánicos (chofer) desde diciembre hasta Santoña

  1. Larrinaga Aldecoa, Víctor:

Amurrio

Sección Enlaces en la segunda quincena de diciembre y enero; Sección Mixta de febrero a mayo, Cabo desde marzo; Compañía Urrutia en junio y Santoña

  1. Larrinaga Aspuru, Venancio:

Laudio

Compañía Estabillo de noviembre a marzo, Cabo desde febrero; Cabo en la Compañía Urrutia de abril a junio

  1. Larrinaga Barbara, Gonzalo:

Laudio

Compañía Ayala la primera quincena de noviembre, Eleizalde la segunda, luego Ayala de noviembre a abril, siendo Cabo en este mes; en la Urrutia hasta Santoña, siendo Cabo solo en mayo; en julio en el Batallón Simón Bolibar

  1. Larrinaga Barbara, Santos:

Laudio

Compañía Ayala desde octubre hasta marzo, Cabo desde febrero; Urrutia de abril a Santoña; en julio en el Batallón Simón Bolibar

  1. Larrinoa, Juan:

Compañía Alaitza desde diciembre hasta marzo

  1. Larrinoa Azcoaga, Paulino:

Ibarra

Sección Mixta en enero; luego en la Eleizalde hasta junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 13

  1. (Fernández de) Larrinoa Castañares, José:

Elosu

Compañía Eleizalde desde diciembre hasta junio. Fue hecho prisionero en Santurtzi

  1. Larrondo Eceiza, Juan:

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio

  1. Latatu Badillo, Blas:

Amurrio

Compañía Eleizalde en octubre y luego en la Alaitza hasta junio

  1. Latatu Villate, Benito:

Compañía Ayala desde octubre hasta Santoña, herido en este último momento

  1. Leal de Ibarra Murga, Ángel:

Respaldiza

Compañía Estabillo de septiembre a la primera quincena de diciembre; luego en la Urrutia hasta Santoña, Cabo desde mayo. Parece que luego estuvo con los sublevados y se pasó de nuevo al ejército republicano en el frente de Guadalajara

  1. Lecanda, José:

Compañía Eleizalde en octubre, luego en la Estabillo hasta la primera quincena de diciembre; Teniente de la Compañía Urrutia hasta enero

  1. Lecanda Aguirre, Jesús:

Orduña

Sección de Enlaces en mayo y Compañía Alaitza en junio

  1. Lecanda Albinarrate, Antonio:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta febrero. Debió ser encarcelado posteriormente, porque figura en una relación de presos presentados ante el Gobierno Civil de Gipuzkoa tras la toma de Bilbao.

  1. Legarda, Primitivo:

Compañía Ayala en la primera quincena de noviembre

  1. Lemoniz Leguina, Juan:

Gorliz, vecino de Amurrio

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de diciembre. Fallecido en Ubidea el 1 de diciembre

  1. Leza, Manuel:

Compañía Eleizalde en diciembre y enero

  1. Loizaga San Román, Calixto:

Zalla, vecino de Laudio

Compañía Alaitza desde diciembre hasta abril como Teniente. Falleció en combate. Había estado preso de octubre de 1934 a febrero de 1935

  1. Loizaga San Román, Miguel:

Compañía Alaitza desde la segunda quincena de marzo hasta Santoña; en julio en el Batallón Simón Bolibar

  1. López de Abechuco Landaluce, Andrés:

Baranbio

Compañía Alaitza desde abril a junio

  1. López de Abechuco Landaluce, Luis Rafael:

Baranbio

Compañía Alaitza en diciembre, Sección Mixta en enero y febrero, y regresa a Alaitza hasta junio

  1. López de Arroyabe Martínez de Maturana, Carmelo:

Compañía Ayala desde noviembre hasta la primera quincena de marzo. En Santoña aparece en la Alaitza

  1. López de Bergara Orueta, Hermenegildo:

Compañía Eleizalde desde diciembre hasta mayo

  1. López de Guereñu, José Luis:

Compañía Ayala en la primera quincena de noviembre

  1. López de Ipiña Fernández de Aranguiz, Marcelino:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña, herido en este momento

  1. López de Ipiña Fernández de Aranguiz, Teófilo:

Sección Enlaces la segunda quincena de diciembre y enero; Sección Mixta febrero y marzo; Alaitza hasta Santoña

  1. López de Juan Abad, José:

Compañía Ayala en octubre y primera quincena de noviembre

  1. López de Juan Abad, Luis:

Compañía Ayala desde la segunda quincena de noviembre hasta marzo, aparece en la Alaitza en Santoña. Estuvo herido durante la segunda quincena de diciembre

  1. López de Munain Goñi, Avelino:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta junio

  1. López Buruchaga, Miguel:

Baranbio

Compañía Alaitza de abril a junio. Fue destinado a un Batallón de Trabajadores

  1. López Gordejuela, Ángel:

Laudio

Compañía Ayala en la primera quincena de noviembre y luego desde febrero hasta Santoña; en julio en el Batallón Simón Bolibar. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 64

  1. López Gordejuela, Francisco:

Laudio

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio, Cabo desde la segunda quincena de mayo. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 19

  1. López Rico, José:

Orduña

Compañía Estabillo desde septiembre hasta marzo; Cabo desde noviembre; Teniente desde enero. Murió en Amurrio el 20 de abril de gangrena por un tiro disparado desde la Peña

  1. López Santa Coloma, Lucas:

Compañía Estabillo desde abril hasta Santoña, herido desde junio

  1. Luengas Salabarria, Florencio:

Erbi

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña. Fue sometido a Consejo de Guerra Sumarísimo en 1938, siendo liberado en 1943

  1. Llano Cangas, Damián:

Olabezar

Compañía Urrutia desde la segunda quincena diciembre hasta marzo; Alaitza hasta Santoña, herido en este momento. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 67

  1. Llano Cangas, Faustino:

Olabezar

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 66

  1. Llanos Urruela, Francisco:

Amurrio

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña

  1. Llanos Urruela, Luis:

Amurrio

Compañía Eleizalde en octubre; luego en Servicios Auxiliares (guardia) en noviembre y diciembre; Cuartel en enero; Sección Mixta en febrero; y en marzo está de nuevo en Auxiliares. Estuvo preso en Vitoria de octubre de 1937 a diciembre de 1938, y un mes entre marzo y abril de 1939

  1. Llarena Manrique, José:

Orduña

Compañía Ayala desde abril hasta Santoña, herido en este último momento

  1. Madaria Arechaga, Germán:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta marzo; asciende a Cabo en la primera quincena de noviembre. Luego pasó al Batallón Askatasuna de ANV

  1. Madariaga, Enrique:

Compañía Estabillo de septiembre hasta la primera quincena de diciembre; en la Urrutia hasta enero

  1. Madariaga Goirigolzarri, Juan:

Cuartel de Lamuza en enero, herido en junio y Santoña

  1. Madina Bengoa, Francisco:

Ibarra

Compañía Estabillo desde enero hasta junio

  1. Madinabeitia Ortiz de Andoin, José:

Compañía Ayala desde noviembre hasta marzo

  1. Madurga Alcalde, Isidoro:

Compañía Eleizalde en octubre, luego en la Alaitza hasta marzo

  1. Madurga Alcalde, Vicente:

Compañía Eleizalde en octubre y luego en la Alaitza hasta marzo. Su hermano Eugenio estuvo en el batallón Irrintzi

  1. Malcuartu Landa, Víctor:

Luiaondo

Sección Mixta en enero; pasa a la Estabillo hasta junio

  1. Marcaida Echebarria, Andoni:

Sección de Enlaces desde febrero hasta junio

  1. Marcos Iraurgui, Eusebio:

Zuaza

Compañía Ayala la primera quincena de octubre; Estabillo en noviembre y primera quincena de diciembre; en la Urrutia la segunda quincena; Enlaces en enero y febrero; Mixta en marzo; en la Estabillo hasta junio. Fue encarcelado en Vitoria del 25 de junio de 1939 al 7 de junio de 1940

  1. Marcos Iraurgui, Francisco:

Zuaza

Compañía Eleizalde en octubre y luego en la Alaitza hasta junio. Estuvo preso en Vitoria de septiembre a noviembre de 1937

  1. Martiarena Martínez, Francisco:

Araia

Compañía Ayala en octubre y primera quincena de noviembre; luego en Enlaces hasta Santoña, siendo Cabo desde febrero. Fue encarcelado y sentenciado a muerte, aunque se le conmutó la pena

  1. Martín Ruiz de Zarate, José Luis:

Orduña

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de noviembre; luego pasa a ser Suboficial de la Plana Mayor hasta enero; Capitán de la Sección Mixta en febrero y marzo; armero en los Servicios Mecánicos en abril; luego pasó al Batallón Simón Bolibar. Fue encarcelado, si bien en mayo de 1938 fue confirmado como Teniente del ejército republicano

  1. Martínez Anda, Bruno:

Compañía Estabillo de septiembre a la primera quincena de diciembre, Cabo desde noviembre; Compañía Urrutia desde la segunda quincena de diciembre hasta marzo; Sección Mixta en abril y mayo; Compañía Estabillo en junio y Santoña

  1. Martínez Anda, Saturnino:

Vecino de Orduña

Compañía Estabillo desde la segunda quincena de marzo hasta la primera de mayo. Falleció en combate el 14 de mayo de 1937.

  1. Martínez Larrieta, Jesús:

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña

  1. Martínez Ortiz de Zarate, Eugenio:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta Santoña; asciende a Cabo en la segunda quincena de noviembre

  1. Martínez Ortiz de Zarate, Norberto:

Orduña

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña. Fue destinado a un Batallón de Trabajadores

  1. Meaza Idirin, Andrés:

Compañía Ayala en noviembre y primera quincena de diciembre; Urrutia hasta abril, Cabo desde febrero

  1. Meaza Idirin, Julián:

Compañía Eleizalde en octubre, luego en la Alaitza hasta marzo; luego figura en el Batallón Capitán Casero

  1. Méndez Estrada, Angel:

Barakaldo

Sección Mixta en la segunda quincena de marzo, luego pasa a la Ayala hasta junio

  1. Mendia Abasolo, Antonio:

Compañía Eleizalde en octubre; en la Ayala en noviembre

  1. Mendia Gabiña, Antonio:

Amurrio

Compañía Ayala en la primera quincena de noviembre

  1. Mendia Linacero, Julio:

Orduña

Compañía Eleizalde desde octubre hasta mayo; Teniente desde diciembre. Compañía Ayala en junio y Santoña. Fue encarcelado

  1. Mendialdea Asurmendi, Vicente:

Compañía Alaitza desde enero hasta junio

  1. Mendibil Astondoa, Luis:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta la primera quincena de marzo

  1. Mendibil Manrique, Jesús:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta Santoña; Teniente desde la primera quincena de noviembre. Fue encarcelado en Cádiz en diciembre de 1938 y salió en enero de 1942 acusado de rebelión.

  1. Mendibil Uriarte, Celestino:

Agiñiga

Compañía Estabillo desde la segunda quincena de diciembre hasta Santoña. Antes o después de la Guerra, estuvo en el Batallón Cazadores de Montaña Arapiles, nº 7. El padre y un hermano estuvieron encarcelados

  1. Mendieta Jocano, Felipe:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta Santoña, herido en este último momento.

  1. Mendieta Orue, Adrián:

Lezama

Sección Mixta en enero; Urrutia hasta mayo. Fue alistado forzosamente en enero tras pasar unos meses encarcelado por estar afiliado al Partido Tradicionalista.

  1. Mendieta Otaola, Juan Cruz:

Soxoguti

Compañía Urrutia desde la segunda quincena de diciembre hasta Santoña

  1. Mendibil Lartundo, Luis:

Mendeika

Compañía Eleizalde desde la segunda quincena de marzo hasta junio

  1. Mendizabal Jayo, Martín:

Elosu

Compañía Estabillo en noviembre, y luego en la Eleizalde hasta junio

  1. Menoyo Aldaiturriaga, Eusebio:

Respaldiza

Compañía Alaitza de mayo a Santoña

  1. Menoyo Aspiazu, Cipriano:

Llanteno

Compañía Eleizalde desde octubre hasta junio

  1. Menoyo Aspiazu, Florentino:

Llanteno

Compañía Eleizalde desde diciembre hasta junio

  1. Menoyo Gochi, Zacarías:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta la primera quincena de diciembre, si bien falleció el 30 de noviembre de 1936 en la batalla de Villarreal

  1. Menoyo Lezameta, José Luis:

Lezama

Compañía Estabillo en mayo y junio

  1. Menoyo Padura, Bernardo:

Respaldiza

Compañía Estabillo desde septiembre hasta enero, es Teniente desde noviembre; luego Teniente en la Compañía Ayala hasta Santoña. Estuvo encarcelado en El Dueso y luego fue trasladado a Puerto de Santa María, donde estuvo por dos meses en 1938 antes de ser trasladado a Vitoria.

  1. Menoyo Ulizar, Antolín:

Izoria

Compañía Ayala desde la segunda quincena de noviembre hasta Santoña. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 16

  1. Mezcorta Lataburu, Felipe:

Olabezar

Compañía Estabillo desde septiembre hasta junio

  1. Minguez Aldama, Angel:

Orduña

Compañía Estabillo desde septiembre hasta enero; armero en los Servicios Mecánicos en febrero y marzo; luego fue Suboficial de la Plana Mayor hasta Santoña

  1. Molinuevo Bardeci, Augusto:

Compañía Ayala desde noviembre hasta junio; asciende a Cabo en mayo

  1. Molinuevo Santa María, Atanasio:

Compañía Estabillo desde noviembre hasta Santoña

  1. Molinuevo Santa María, Juan Bautista:

Compañía Urrutia desde la segunda quincena de diciembre hasta junio

  1. Mondragón Ibabe, Cirilo:

Uribarri

Compañía Eleizalde desde diciembre hasta Santoña; Sargento desde abril. En julio de 1938 estaba preso en Burgos

  1. Mondragón Ibabe, Vicente:

Uribarri

Compañía Eleizalde desde diciembre hasta Santoña. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 110

  1. Montllor Delgado, Justo:

Amurrio

Compañía Estabillo de septiembre a la primera quincena de diciembre, siendo Cabo la primera de noviembre; luego en la Urrutia hasta junio. Su hermano Aurelio estuvo en el Batallón de Trabajadores nº 34

  1. Muguruza Meiro, Cándido:

Compañía Urrutia de mayo a Santoña

  1. Muguruza Mendieta, Elías:

Lezama

Compañía Estabillo en mayo y junio. Tuvo tres hermanos en otros batallones.

  1. Mujica Aizmendi, Cipriano:

Servicios Mecánicos (armero) desde enero hasta Santoña

  1. Murga Álava, Juan:

Salmanton

Compañía Eleizalde la segunda quincena de octubre; luego pasa a la Estabillo hasta junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 18

  1. Murga Bea, Gerónimo:

Orduña

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio; en julio en el Batallón Simón Bolibar. Entre 1940 y 1941 sirvió en el Batallón de Cazadores de Montaña Arapiles nº 7

  1. Murga Bea, Isidoro:

Orduña

Compañía Alaitza desde diciembre hasta Santoña, Cabo desde abril; luego en el Batallón Simón Bolibar

  1. Murga Landa, Andrés:

Zuaza

Compañía Ayala desde abril hasta junio

  1. Murga Larracoechea, Gregorio:

Artomaña

Compañía Alaitza desde diciembre hasta abril. Su hermano Gerardo fue fusilado el 13 de septiembre de 1936.

  1. Murua Echevarria, Vicente:

Luko

Compañía Estabillo desde enero hasta mayo; Teniente de la Compañía Eleizalde en junio y Santoña

  1. Navarro Galindez, José Antonio:

Laudio

Compañía Eleizalde en octubre, herido en esta misma compañía en enero y febrero; luego fue miembro del Cuartel

  1. Nieva Barrio, Eliseo:

Orduña

Compañía Alaitza de diciembre a marzo

  1. Nieto, José:

Servicios Auxiliares (cocina) en noviembre y diciembre

  1. Nogueira García, Manuel:

Compañía Ayala en la primera quincena de octubre; aunque figura también en la Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de noviembre

  1. Novales, Lamberto:

Compañía Ayala en la primera quincena de octubre; también figura en la Estabillo en septiembre y primera de octubre

  1. Ochoa Garayo, Ángel:

Compañía Ayala desde octubre hasta junio

  1. Odiaga Barbara, Gregorio:

Laudio

Compañía Eleizalde en octubre; luego en la Alaitza hasta junio. Fue destinado a un Batallón de Trabajadores

  1. Odriozola, José María:

Compañía Eleizalde en octubre; Cabo de esta compañía en diciembre

  1. Ojembarrena Menoyo, José María:

Amurrio

Secciones Auxiliares en diciembre, luego pasa a Enlaces hasta Santoña (excepto en abril que figura en la Ayala)

  1. Olabarriaga Landa, Pedro:

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña

  1. Olabarrieta, Timoteo:

Compañía Ayala en la primera quincena de octubre

  1. Olabuenaga Landa, Antonio:

Luiaondo

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña; herido desde la segunda quincena de mayo. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 14

  1. Olabuenaga Landa, José María:

Luiaondo

Compañía Eleizalde desde octubre hasta junio

  1. Olabuenaga Landa, Severino:

Luiaondo

Compañía Eleizalde desde abril hasta junio

  1. Olamendi Aguirre, Ángel:

Baranbio

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio, Cabo desde mayo. Luego pasó al Batallón Cazadores de Montaña Arapiles nº 7 en 1937

  1. Olamendi Bordes, Jorge:

Lezama

Compañía Estabillo desde septiembre hasta marzo; luego pasó al Batallón Bakunin, en el que estaba su hermano Rafael. Estuvo prisionero en Corbán (Santander).

  1. Olamendi Gauna, Justo:

Amurrio

Compañía Estabillo de septiembre hasta la primera quincena de diciembre, siendo Cabo desde la primera de octubre; luego es Cabo de la Compañía Urrutia hasta marzo. Estuvo preso en Aranda de Duero

  1. Olano Galdós, Iñaki:

Compañía Ayala desde octubre hasta abril; en mayo en la Alaitza; vuelve en junio a la Ayala

  1. Olano Galdós, Xabier:

Compañía Ayala desde noviembre hasta abril y en junio; en mayo fue armero en los Servicios Mecánicos

  1. Olazaran Zubieta, Bernardo:

Orduña

Compañía Eleizalde desde octubre hasta enero; Teniente en diciembre y enero. Había sido miliciano en la columna Aizpuru en septiembre, ya que participó en la defensa de Orduña el 4 de agosto. Fue encarcelado en El Dueso y luego en Puerto de Santa María hasta julio de 1940

  1. Olazaran Zubieta, Vicente:

Orduña

Compañía Ayala de noviembre a marzo, siendo Cabo la primera quincena; Urrutia desde abril a mayo. Había sido miliciano en la columna Aizpuru en septiembre. Luego pasó al batallón Aralar

  1. Olea Atucha, Eulogio:

Luiaondo

Compañía Eleizalde en octubre y luego en la Alaitza hasta junio, siendo Cabo en junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 12.

  1. Oqueranza Landaluce, Andrés:

Laudio

Compañía Estabillo de noviembre a enero; Cabo de la Sección Mixta de febrero a mayo; Sargento de la Compañía Eleizalde en junio. Falleció en el monte Arraiz el 18 de junio de 1937

  1. Orbe Galdos, Juan:

Servicios Mecánicos (armero) desde enero hasta Santoña

  1. Oribe Zubiaga, Manuel:

Orduña

Compañía Ayala desde la segunda quincena de noviembre hasta junio

  1. Oribe Zubiaga, José:

Orduña

Compañía Ayala desde mayo hasta Santoña, herido en junio y julio

  1. Ornes Mendibil, Lorenzo:

Orduña

Compañía Ayala desde octubre hasta Santoña. Estuvo en la cárcel de Pamplona entre el 21 de septiembre de 1938 y el 4 de junio de 1939

  1. Orozco Pomposo, Esteban:

Sección de Enlaces desde febrero hasta Santoña

  1. Ortega Ribacoba, Vicente:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta junio

  1. Ortiz de Guinea Sobrón, Casiano:

Compañía Ayala en la primera quincena de noviembre; Servicios Auxiliares en la primera de diciembre; al final de la guerra era miembro del Cuartel. Fue destinado a un Batallón de Trabajadores

  1. Ortiz de Landaluce Vea-Murguía, Domingo:

Vitoria-Gasteiz

Compañía Ayala de noviembre a enero; Sección Mixta en febrero y primera quincena de marzo. Se había pasado a zona republicana el 30 de agosto por Arlabán. Parece que del Araba pasó a la Academia Militar Popular de Guerra de Bilbao, graduándose como Teniente de Milicias. Fue hecho prisionero en Santander el 26 de agosto de 1937

  1. Ortiz de Mendibil Elorriaga, Nicolás:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña; Cabo desde diciembre; herido desde la segunda quincena de mayo

  1. Ortiz de Pinedo Esnal, José:

Baranbio

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio, Cabo desde mayo

  1. Ortiz de Pinedo Esnal, Juan:

Baranbio

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña. Fue encarcelado en los Escolapios

  1. Ortiz de Pinedo Esnal, Víctor:

Baranbio

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 12

  1. Ortiz de Urbina Parrazar, Gerónimo:

Compañía Estabillo de septiembre a marzo; Sección Mixta en abril y mayo; vuelve a la Estabillo en junio y Santoña

  1. Ortiz de Urbina Parrazar, Luis:

Compañía Estabillo desde la segunda quincena de noviembre hasta marzo; Urrutia hasta Santoña, Cabo en este momento (falta en junio). Fue destinado a un Batallón de Trabajadores

  1. Ortiz de Zarate Garmendia, José:

Elosu

Compañía Eleizalde en octubre; en Servicios Auxiliares desde la segunda quincena de noviembre hasta Santoña primero como guardia y luego en convoyes

  1. Ortiz de Zarate Martínez de Sabarte, Santiago:

Murua

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña

  1. Ortiz de Zarate Martínez de Sabarte, Timoteo:

Murua

Compañía Eleizalde desde febrero hasta mayo. Falleció el 12 de junio de 1937 en combate

  1. Ortiz de Zarate Palacios, Antonio:

Compañía Eleizalde desde abril hasta Santoña; herido en junio y este momento

  1. Ortiz Gurbista, Daniel:

Tertanga

Compañía Ayala en octubre, Estabillo en noviembre, Servicios Mecánicos (chofer) desde la segunda quincena de diciembre hasta Santoña. El 3 de abril de 1943 se le concedió la libertad condicional de la prisión provincial de Valladolid

  1. Ortiz Gurbista, Félix:

Tertanga

Compañía Estabillo desde septiembre hasta junio. Su hermano Lucio fue asesinado en Orduña el 4 de agosto de 1936

  1. Ortiz Gurbista, Jesús:

Tertanga

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña; Cabo desde enero; Sargento desde junio. Esuvo preso en los Escolapios.

  1. Ortiz Larrea, Antonio:

Respaldiza

Compañía Ayala de octubre a abril, herido la segunda quincena de diciembre; Urrutia de mayo a Santoña. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 23

  1. Ortiz Larrea, Severino:

Respaldiza

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 23

  1. Ortiz Menoyo, Agustín:

Izoria

Compañía Ayala en octubre y primera quincena de noviembre; luego pasa a Enlaces hasta junio. Falleció el 16 de marzo de 1938 en Caspe, cuando era Legionario de la 14ª Bandera

  1. Ortueta Ibernia, Isaías:

Ziorraga

Compañía Ayala de noviembre a marzo; Sección Mixta en abril y mayo; Compañía Urrutia en junio y Santoña

  1. Orue Otaola, Antonio:

Larrinbe

Compañía Alaitza desde abril hasta junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 11

  1. Orue Otaola, José:

Larrinbe

Compañía Estabillo desde la segunda quincena de diciembre hasta junio. Estuvo preso en la cárcel de Larrinaga y en Vitoria del 20 de agosto de 1937 al 18 de junio de 1938, y de marzo a agosto de 1939

Su hermano Eugenio falleció en combate el 18 de abril de 1937 y su hermano Ángel el 9 de diciembre de 1936

  1. Orue Somocurcio, Patricio:

Artomaña

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña; Cabo desde enero. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 64.

  1. Orueta, Julio:

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de diciembre; Cabo desde la segunda de noviembre

  1. Orueta Alcorta, Sergio:

Zuaza

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña, herido desde enero; en noviembre figura en la Ayala.

  1. Orueta Olabarria, Marcos:

Laudio

Compañía Alaitza desde diciembre hasta Santoña; siempre como Capitán. Fue fusilado el 24 de octubre de 1938, al parecer acusado de haber participado en un asesinato.

  1. Orueta Sanz, Dalmacio:

Laudio

Compañía Ayala en la primera quincena de octubre

  1. Orueta Sanz, Julio:

Laudio

Compañía Urrutia desde la segunda quincena de diciembre hasta marzo

  1. Orueta Zorrozua, Ricardo:

Laudio

Compañía Ayala la primera quincena de octubre, luego pasa a la Eleizalde hasta mayo; Capitán desde diciembre. Fue encarcelado en Vitoria del 21 de abril de 1939 al 10 de mayo de 1940

  1. Oseguera Amirola, Esteban:

Respaldiza

Compañía Estabillo desde abril hasta junio

  1. Oseguera Amirola, Florencio:

Respaldiza

Compañía Estabillo desde septiembre hasta mayo; herido en febrero. Falleció en Gatika el 6 de junio de 1937

  1. Oseguera Basaldua, Antonio:

Okondo

Compañía Eleizalde desde octubre hasta Santoña; herido desde la segunda quincena de mayo. Fue encarcelado. Estuvo preso en Vitoria del 3 de noviembre de 1937 al 8 de octubre de 1939

  1. Oseguera Basaldua, Ildefonso:

Okondo

Compañía Eleizalde desde abril hasta junio

  1. Oseguera Gochi, Pablo:

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio. Su hermano Manuel estuvo posteriormente en el ejército del aire.

  1. Oseguera Urquijo, Ildefonso:

Olabezar

Compañía Ayala desde octubre hasta junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 12

  1. Otaola, Dionisio:

Compañía Eleizalde en octubre

  1. Otaola Amirola, Francisco:

Zuaza

Compañía Alaitza en mayo y junio

  1. Otaola Aranzadi, Alejandro:

Okondo

Compañía Eleizalde en octubre y luego en la Alaitza hasta marzo; en mayo estaba en la sección de Ametralladoras del Batallón Leandro Carro. Falleció en el monte Sollube.

  1. Otaola Aranzadi, Ramón:

Okondo

Compañía Ayala abril hasta Santoña. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 42

  1. Otaola Izaguirre, Luis:

Zuaza

Compañía Estabillo desde septiembre hasta Santoña, herido en este último momento

En agosto de 1938 estaba en paradero desconocido. Su hermano Faustino estuvo preso en Vitoria cuatro días de junio de 1938

  1. Otaola Lambarri, Dionisio:

Okondo

Compañía Alaitza desde diciembre hasta junio. Fue destinado al Batallón de Trabajadores nº 20

  1. Otaola Tuero, José:

Compañía Estabillo desde septiembre hasta la primera quincena de diciembre; luego pasa a Enlaces hasta enero; Cabo de la Sección Mixta de febrero a Santoña, desciende a gudari en junio

  1. Otaza Villalañez, Juan:

Cuartel de mayo a Santoña

  1. Oyarzabal Laburu, José:

Respaldiza

Compañía Estabillo desde septiembre hasta mayo; Cabo desde febrero; Sargento desde abril; Teniente de la Eleizalde en junio y Santoña. Estuvo en El Dueso y luego en Puerto de Santa María por “adhesión a la rebelión” entre agosto de 1938 y agosto de 1940

  1. Ozaeta, José:

Compañía Eleizalde desde octubre hasta febrero