Ardizitala: un insulto en euskera

 

Una pequeña historia. Una rencilla ocurrida en Luiaondo en abril de 1723 entre vecinos y parientes lejanos. Desconocemos la razón por la que se cruzaron palabras de trazo grueso que derivaron en una agresión, sangre y riesgo de muerte para una joven muchacha. El documento en cuestión no es fácil de leer.

Lo relevante en esta ocasión es el dato lingüístico, que certifica el empleo de la lengua vasca en Luiaondo en 1723. Nada inesperado, por otra parte, pero sí que es especialmente interesante que el epíteto se refleje en euskera y además se traduce al castellano. Y esto es algo tremendamente poco frecuente, al menos en lo que a la documentación de nuestra tierra se refiere.

Vayamos con los protagonistas. La acusada, quien presuntamente empleó el vocablo ardizitala, se llamaba María Pérez de Urrutia Urteaga, tenía 44 años y era natural y vecina de Luiaondo. En abril de 1723, y en días consecutivos, insultó a las hermanas Catalina y Lucía de Beraza Isasi, que si bien eran naturales de Laudio tenían profundas raíces en Luiaondo, donde se había casado la primera y de donde eran naturales ambos progenitores. A Lucía no solo la insultó sino que la persiguió y la agredió gravemente. O de eso al menos fue acusada.

Pícara sucia de malvivir, desvergonzada o perra malvada son algunos de los insultos que salen a la palestra. Nada nuevo, palabras muy en la línea de las que suelen protagonizar estos pleitos: pícaro, bribón, judío, cornudo, etc. Lo novedoso e interesante es que, según Antonio de Beraza como representante de su hija Lucía, María Pérez le llamó a la joven ardizitala “en lengua bascongada que en la bulgar castellana significa oveja sucia”.

Servidor no es filólogo y admite que, a buen seguro, muchas de las implicaciones que subyacen este documento se le escapan. Así que bienvenida será cualquier aportación al respecto.

La palabra no parece ser de uso común y su traducción literal no sería «oveja sucia»; en todo caso, el adjetivo «sucia» habría que entenderlo referente a un rasgo del carácter o la identidad (mezquino, bellaco, o quizá refiriéndose a una carencia de sangre limpia, es decir, en otras palabras: que fuese una manera de llamarla judía). Más allá de estas especulaciones, no acertamos a establecer una traducción fidedigna ni vislumbramos qué es lo que realmente María Pérez quería decir con ese epíteto a Lucía.

Por otro lado, desde el punto de vista de la historia y el uso de la lengua, es evidente que el insulto fue realizado en una lengua que ambas partes comprendían, si bien por alguna razón fue traducido en los autos que, lógicamente, estaban escritos en castellano. Se podría pensar que la razón es que la palabra no tenía traducción exacta, y lo de «oveja sucia» fue una explicación literal sin más.

Resulta dificil encontrar una explicación porque, al menos en la documentación relativa al Alto Nervión, cuando se reproduce una conversación o un intercambio de palabras e insultos, éstos siempre aparecen en castellano, bien por haber sido pronunciados en esta lengua, bien por haber sido traducidos previamente. Después de tantas consultas, y a la luz de los datos disponibles y las últimas reflexiones, creemos que la situación lingüística es mucho más complicada de lo que se ha considerado (o se ha querido considerar).

Y, por último, no pasamos por alto el detalle de que, en este documento, la castellana aparece con el adjetivo de lengua «vulgar» que, por el contrario, tantas veces aparece acompañando a la lengua vasca (el euskera era la «lengua vulgar» y el castellano el oficial). Puede referirse simplemente a una traducción al castellano vulgar o hablado por un pueblo no muy alfabetizado. Pero también podrían desprenderse de ello consideraciones de mayor calado en cuanto al desigual empleo de ambas lenguas. No lo sabemos, pero no pasamos ocasión de dejar constancia de ello.

En definitiva, un testimonio más sobre la presencia del euskera en la Tierra de Ayala y el Alto Nervión, un dato que testifica el uso y comprensión de la lengua vasca, si bien no aclara demasiado en cuanto a su alcance y presencia del castellano. Una anécdota que puede resultar interesante también desde el punto de vista filológico, pero no es ese nuestro campo.

Nuevos datos para la historia lingüística del Alto Nervión

 

 

De vez en cuando la gente me pregunta por el momento en que el euskera nativo se perdió en la comarca. Algunos esperan obtener una respuesta concreta y sencilla, que evita entrar en mayores consideraciones sobre nuestro pasado al mismo tiempo que encuentra un factor externo que explique la razón por la que el euskera autóctono es una lengua desaparecida. Hablamos, claro está, de Franco.

Pero la realidad nunca es tan simple: el panorama lingüístico de los últimos siglos de nuestra historia es mucho más complejo de lo que hemos creído, pero las fuentes de información disponibles son limitadas y pocas respuestas categóricas podemos aportar. La recopilación de datos sobre la presencia pasada del euskera en el Alto Nervión más completa en lo que respecta a la elaboración de una cronología que estudie el proceso de desaparición de la lengua vasca en este lugar lo constituye el  artículo que publiqué en agosto en la revista Kondaira.

A pesar de que su publicación es reciente, por fortuna continúan apareciendo datos que nos ayudan a presentar un panorama cada vez más definido al respecto, si bien aún insuficiente. Vamos con ello.

 

El expediente para la concesión del hábito de la Orden de Santiago al Capitán Juan de Ugarte Berganza, natural de Lezama, en el año 1638, es un documento de gran valor por muchas razones, entre ellas por los poco habituales datos lingüísticos que contiene. Para ponernos en contexto, la obtención de este hábito conllevaba una investigación previa en la que dos caballeros de la Orden se desplazaban a la localidad natal del sujeto para investigar su nobleza, lo que hacían interrogando a testigos, visitando el solar del que procedía, compulsando partidas sacramentales, testamentos, etc. Y así se efectuó también en el caso del Capitán Ugarte.

Es relativamente frecuente que estos, llamémosle investigadores, hubieran de recurrir a intérpretes locales para entenderse con unos lugareños que hablaban exclusivamente euskera. O al menos eso nos consta en ciertos casos paralelos, incluso en la provincia de Álava. Pero nunca había visto tal cosa en los expedientes de acceso a esta y otras órdenes por parte de naturales de nuestra comarca. Ello puede deberse a dos motivos principales: que no necesitasen intérprete alguno o que, aún necesitándolo, no se hubiera reflejado así en la documentación. Consideramos que esta segunda opción solo se habría producido en el caso de que uno de los receptores supiera euskera y hubiera ejercido directamente como intérprete, papel que frecuentemente solían desempeñar los mismos escribanos que generaban los documentos escritos.

Debido a que por parte de dos de los hombres más poderosos de la zona se trató de obstaculizar el ascenso de Juan de Ugarte mediante la falsa acusación de ser descendiente de judíos, se tomó declaración a una inusual cantidad de testigos. Solo en Lezama se examinó a unos cuarenta hombres, la mayoría de esta localidad pero también los hubo de Amurrio, Larrinbe e Inoso. Pues bien: ni uno solo necesitó intérprete, todos sabían castellano. Es cierto que entre los testigos hubo sacerdotes y escribanos. Es cierto que bastantes testigos firmaron sus declaraciones de su puño y letra, lo que significa una mínima capacidad de lectura y escritura (en castellano, por supuesto).

Pero el dato más significativo de todos es que también hubo bastantes testigos que no sabían firmar, que serían por lo tanto analfabetos, que no habían acudido a ninguna escuela, por rudimentaria que fuera (en Lezama consta que precisamente el abuelo del Capitán enseñó a muchos jóvenes) ni recibido ningún tipo de formación más o menos básica, y aún así conocían el suficiente castellano como para entender y comunicarse correctamente con los dos receptores. Recordemos que estamos en 1638, y que la mayoría de los testigos eran personas de cierta edad, nacidas en la segunda mitad del siglo XVI.

También fueron examinadas dos mujeres. Una de ellas, vecina de Lezama y de edad aproximada a los 90 años, también sabía castellano. Pero la otra no. Se llamaba Francisca de Elexaga, era natural de Amurrio y vecina de Larrinbe, en el barrio Mendibil, donde estaba casada con Diego de Sautu (“no nos entendia lo que la hablabamos y preguntabamos por no saber hablar mas que bascuence”). Por este motivo, nombraron por intérprete nada menos que a Antonio de Murga Esquibel, señor de la casa de Murga.

Por lo tanto, lo que podemos decir es que ya para entonces el castellano era lengua extendida entre Lezama y alrededores. Pero tenemos también a una mujer que podía hacer vida sabiendo solo euskera. Y tenemos también a uno de los personajes más importantes del Alto Nervión, el señor de Murga, conocedor de esta lengua, lo que significaría que el euskera se hablaba también en el seno de las familias más adineradas y que era lengua habitual en la comarca. Hay que pensar que el bilingüismo fue un fenómeno mucho más habitual de lo que pensamos.

A continuación, los receptores pasaron a los lugares de Baranbio y Laudio, los cuales, como es sabido, fueron los últimos en perder el euskera prácticamente en los inicios del siglo XX. Pues bien: en Baranbio, tres de los nueve testigos (Martín de Aranguren, Martín de Onsoño y Sebastián de Isasi) examinados necesitaron intérprete, que fue Pedro de Berganza; y varios de los que no lo necesitaron no sabían firmar.

Por el contrario, en Laudio todos los testigos menos dos necesitaron intérprete.

 

Otras probanzas para la obtención del hábito fueron realizadas en Lezama antes y después. En 1625, cuando se concedió el hábito de Santiago a Hortuño de Ugarte Iturriaga, descendiente de la torre de Jauregia en Berganza, al menos uno de los testigos necesitó de intérprete, que fue a la sazón un vecino de Lemoa. El testigo euskaldun era un anciano apellidado Sagun, vecino de Baranbio, cuyo nombre no se ve con claridad en el documento. Sin embargo, no parece que lo necesitaran otros vecinos de la zona como Juan de Larrea de Vidaur, Juan de Arrategui, Pero Verde, Pedro Ortiz de Berganza, Pedro Hernando de Berganza y Juan de Berganza, por no hablar de otros mucho más cualificados y pertenecientes a la “jet set” local del momento.

En 1636 llegaron dos receptores que examinaron a nueve vecinos de Lezama para la concesión de la Orden de Santiago a Juan de Urbina Eguiluz, descendiente de la casa-torre de Egiluz; y en 1639 se tomó declaración a otros vecinos como parte de la investigación del abuelo materno de Antonio de Isasi Eguiluz, descendiente de la misma casa. Recordemos que fue en 1638 cuando se investigó al Capitán. Por lo tanto, tenemos tres casos en fechas muy cercanas. No hemos dejado de advertir el detalle de que los declarantes en los tres casos fueron prácticamente los mismos. ¿Cabe la posibilidad de que fueran presentados como testigos precisamente por su conocimiento del castellano? Es una opción.

Por último, ninguna referencia lingüística obtenemos del expediente de Lucas de Careaga Urrutia, del año 1707, cuando fueron examinados varios testigos de Lezama, alfabetos y analfabetos, si bien en este caso contemplamos la posibilidad de que uno de los dos receptores supiera euskera.

 

El expediente de Juan de Ugarte nos reserva una sorpresa, y es que el documento trae anexo un pleito que su padre Martín trató con la familia Balza de Berganzagoitia en 1588, muy rico en detalles de todo tipo.

El pleito tuvo lugar en el tribunal del Alcalde Mayor de Ayala y pasó ante el escribano de Amurrio Cristóbal de Ugarte. Al ser familia lejana y, al parecer, afín a Martín de Ugarte, Juan Balza de Berganzagoitia obtuvo la facultad para elegir escribano acompañado, es decir, un escribano que actuara de su parte y “vigilara” que su colega actuase conforme a derecho. Este papel recayó en el escribano Pedro de Menoyo, natural y vecino de Salmanton, personaje de cierta relevancia en la Tierra de Ayala en su época como se puede ver en sus libros de actas.

En un momento dado, Balza protestó que se habían presentado testigos que no sabían la lengua castellana y, dado que Menoyo no entendía “la lengua bascongada”, pidió que no fueran examinados hasta fuese con otro escribano acompañado que sí supiera el idioma (parece que este papel iba a recaer en Hernando de Ugarte, a la sazón hijo de Cristóbal y vecino de Lezama). Nunca se nos aclara quiénes fueron exactamente estos testigos euskaldunes monolingües, aunque sabemos que fueron dos.

De todos modos, hay que prestar atención al hecho de que, aún después de esta queja, Menoyo estuvo recibiendo testimonio de un montón de vecinos de Lezama, incluídas muchas mujeres de todas las edades, más susceptibles de no saber castellano que los hombres, sin que se diga nada sobre ello. ¿Cumplió esa función el escribano Cristóbal de Ugarte, que fue quien las puso por escrito? Es una hipótesis plausible, pero no explica la razón por la que, llegado el momento de tomar declaración a Martín de Pardío, vecino de Amurrio en el barrio del mismo nombre, hubo de nombrase un intérprete, papel que recayó en el escribano Domingo de Uriarte, del mismo lugar.

Por último, también se hace referencia a un baile que, “en lengua bascongada”, llamaban “a tabolin bolinete”, o algo similar. Una señal de la cotidianeidad de la lengua, la que emplearían en el día a día.

 

Todavía hay más. Cuando Martín de Pardío fue llamado a declarar por segunda vez, está escrito que su anterior declaración se le “dio a entender de verbo ad verbum”. La expresión “de verbo ad verbum” no es desconocida y en ocasiones puede hacer referencia a una traducción literal realizada de un idioma a otro, aunque no tiene por qué ser así si nos atenemos a su significado literal. Un caso en el que la hemos hallado es en 1790, cuando el escribano Félix Martinez de Marigorta hizo una notificación en “voz inteligible de verbo ad verbum” en la plazoleta de la iglesia de Lezama. Es atractivo deducir de ello que la notificación se hizo en euskera traduciendo el documento en cuestión pero la verdad es que no podemos afirmar tal cosa.

Por su parte, en ocasiones también leemos que a ciertas personas se les “da a entender” una notificación, una declaración, etc. Puede referirse exclusivamente a lo que parece: una explicación o una lectura, sin implicaciones lingüísticas. Pero, ¿y si así fuera? En este mismo pleito que nos ocupa en los últimos párrafos, a Diego de Padura de Echabarri, Juan de Alupazaga y al joven Juan de Aguirre se les leyó de verbo ad verbum su anterior declaración. Ninguno de los tres sabía firmar. Esta expresión también se emplea cuando el Alcalde Mayor, el Licenciado Francisco de Llanos, leyó una declaración a Ana Balza de Berganzagoitia. También en sendas lecturas que les hicieron a Gómez de Padura, Maria de Unzueta de Urtaran y Gregorio de Sauto, todos ellos menores de edad y vecinos cercanos; no ocurre lo mismo en el caso de otros cuatro vecinos de Lezama, dos de los cuales sabían firmar.

Esta misma expresión aparece en otro documento poco después, en 1600, cuando el escribano dio a entender a Pedro de Landazuri, vecino de Saratxo, una serie de preguntas formuladas por un receptor foráneo, y lo mismo ocurre con la anciana Catalina de Saracho.

 

Podemos concluir que en Lezama, y pueblos de su entorno como Amurrio, Larrinbe e Inoso, y en menor medida también en Baranbio, el castellano estaba bastante extendido entre los hombres, incluso entre aquellos que no habían recibido ni la más mínima instrucción básica. El hecho de que muchos hombres trabajaran como arrieros y realizaran frecuentes viajes a Castilla, La Rioja o Bilbao no explica este hecho por sí solo. Existían algunas escuelas rudimentarias y personas que enseñaban a título individual, pero también hemos visto que bastantes de estos castellanoparlantes no habían recibido formación alguna.

Pero, al mismo tiempo, se constata la existencia de personas que solo hablan euskera y de ciertos notables, como Murga y Uriarte, que también lo conocían, por lo que debía ser la lengua habitual en el seno de sus familias y en la comarca. Mi opinión es que el euskera era la lengua materna de la mayoría de la gente, al menos en la mitad oriental del Alto Nervión, y nunca mejor dicho lo de materna porque su supervivencia se ha debido sobre todo a las mujeres, que transmitían el idioma a sus hijos. Pero muchos hombres sabían también castellano, aprendido en la escuela, sirviendo en lugares de mayoría castellanoparlante o directamente enseñado por el padre u otro familiar varón; el conocimiento de este idioma facilitaba mucho las cosas, habida cuenta de que era necesario para la arriería, el comercio, la emigración, el servicio militar, la administración, etc.

Tampoco podemos pasar por alto el significativo detalle de que Menoyo no supiera euskera, otro notable, personaje activo en la Tierra de Ayala, natural de Salmanton; no solo es relevante que el no lo supiera, sino el hecho de que pudiera desempeñar su oficio sin conocer la lengua. Quizá en la mitad occidental del Alto Nervión el euskera estuviera menos extendido de lo supuesto.

 

En el artículo que he enlazado anteriormente, defiendo que el panorama lingüístico del Alto Nervión en siglos pasados fue más complejo de lo que tendemos a creer en esta época en la que los idiomas se emplean, por desgracia, como arma arrojadiza. Esta es una comarca caracterizada por la heterogeneidad, con grandes diferencias entre sus distintos componentes, y no iba a ser menos en lo lingüístico. El Alto Nervión fue, durante siglos, la frontera occidental del euskera; pero cada vez me parece menos conveniente usar el término “frontera” por implicar división. Más bien, fue el lugar de encuentro entre ambas lenguas, que por largo tiempo convivieron una junto a la otra: personas que solo sabían euskera y personas que solo sabían castellano junto a una amplia gama de gente que conocía ambas. Esa debió ser la tónica general en el conjunto del Alto Nervión, lo cual no quita que hubiera áreas donde el euskera debió tener una presencia más reducida (Artziniega, Arrastaria y Orduña) y otra en la que era lengua dominante (Laudio, Baranbio).

Esta convivencia de lenguas queda maravillosamente reflejada en un escrito de los hermanos Olamendi, sacerdotes de Luiaondo a principios del siglo XIX, en el que manifestaban la existencia en la localidad de gente que decía desconocer el castellano y de otros que desconocían el euskera, todo ello en un mismo lugar. Autores medievales como Lope García de Salazar ya señalaron en su momento que Ayala había sido poblada por “vascongados e latinados”, lo que, más allá del mito en el que se contextualiza, refleja la convivencia de ambas lenguas en esta Tierra desde tiempos antiguos. Y esa es la palabra a destacar: convivencia, en las mismas localidades, en las mismas personas. Solo así se puede entender que doscientos años después de los hechos narrados el euskera siguiera vivo en estas localidades.

Pero esa ya es otra historia.

Los carreteros castellanoparlantes de Amurrio

14 de noviembre de 1828

 

 

Anochecía. Domingo de Bernaola quería llegar cuanto antes a Arrigorriaga, a la ferrería de Agirre, en compañía del maestro barquinero que su tío Juan Manuel le había mandado buscar en Laudio/Llodio. A lomos de su caballo, no podía apretar demasiado el paso, ya que el maestro que había contratado caminaba a pie, pero tampoco era cuestión de perder el tiempo detrás de los 7 carreteros que, llegando a la ferrería de Gastaka en Arrankudiaga, trajinaban con sus carros cargados de trigo en dirección a Bilbao ocupando prácticamente todo el ancho de la calzada. Por alguna razón que no se expresa, supo que eran de Amurrio. Les pidió permiso para pasar y adelantarles.

Según declaración de un testigo llamado José de Urresti, los cuatro primeros carreteros le dejaron pasar pero el caballo de Bernaola derribó al quinto, un hombre al que sus compañeros se dirigieron, una y otra vez, como “Godoy”. Al parecer ocurrió sin intención alguna y Domingo le dijo que si había hecho algún daño lo pagaría al momento, pero la respuesta de los de Amurrio no se hizo esperar: arremetieron contra Bernaola palo en mano mientras el tal Godoy gritaba “a ese, seguirle a ese” y le dedicaba epítetos tales como arlotaro, pícaro bribón y otros. Ya delante de la casa de Gastaka, le dieron alcance, asieron la cabalgadura y lo desmontaron a garrotazo limpio hasta que fue socorrido por el dicho Urresti y otros vecinos como Mateo de Amechazurra.

Éste preguntó la razón de darle semejante trato a Bernaola y Godoy replicó “no vea Vmd [Vuestra Merced] como me ha maltratado a mi, mire V[sted] la herida que tengo” pero en opinión de Amechazurra no tenía nada de nada y así se lo hizo saber. Aún y todo, siguió arengando a sus compañeros para que mataran al hombre, de modo que lo derribaron del caballo de nuevo. Solo cuando Amechazurra amenazó con avisar a las justicias cesaron la paliza y cada uno siguió su camino, algunos mejor que otro. Bernaola hubo de ser examinado por el médico al llegar a la ferrería, donde tenía su habitación, pero sus heridas no son objeto de atención preferente en este relato.

Los carreteros continuaron hasta la casa de Ubilla en Ugao-Miraballes, donde cenaron tanto ellos como sus animales de tiro hasta que retomaron el camino a Bilbao hacia las 2 o las 3 de la mañana. Los carreteros de Amurrio tenían costumbre de parar en el mesón de Mathias de Zalbidegoitia en Atxuri y al parecer también pasaron por allí en aquella ocasión, aunque debieron tomar el camino de vuelta sin mayor dilación, ya que esa misma noche hicieron parada y fonda en el mismo mesón de Ugao-Miraballes aproximadamente por idénticas horas que la noche anterior.

El dato más interesante de esta historia es de naturaleza lingüística y no demasiado habitual, como todo dato que haga referencia al idioma hablado, al menos en lo que respecta a nuestra comarca. Denunciada la agresión por Bernaola, las justicias se desplazaron a la casa de Ubilla para ver qué sabían allí del caso, por si los carreteros de Amurrio habían hecho alguna mención del suceso en las dos ocasiones en las que se habían detenido allí. Fue en vano. Y es que los hombres que los atendieron, José Andrés y José de Basauri, respondieron que nada podían decir, porque los susodichos hablaban en castellano, idioma que el primero no “poseía” y el segundo “muy poco”.

Antes de pasar a examinar el dato lingüístico, merece la pena señalar que José de Basauri sí que declaró, en todo caso, que el tal Godoy se llamaba en realidad Fernando de Aguirre y era propietario y vecino de Amurrio “yendo del camino a Orduña a la izquierda junto o tras de una torre vieja”, en referencia a la de Mendixur, ya en las últimas. Cuando fueron a detenerla a dicha casa, no estaba en ella y de hecho no se entregó hasta finales de enero de 1829 en Bilbao. Godoy argumentó que iban dejando espacio suficiente en la calzada y que Bernaola llegó galopando y sin moderar el paso, de modo que lo arrolló y arrojó a tierra con gran peligro de haber perdido la vida entre los carros, y es por eso que sus compañeros trataron de detenerle ignorando el qué resultó de todo aquello. No se le dio demasiada verosimilitud a su testimonio. No sabemos en qué acabó todo ello pero lo cierto es que tampoco sabemos, al menos de momento, lo que fue de Fernando, ya que no hemos hallado su partida de defunción.

Fernando de Aguirre Sautu había nacido en Amurrio en 1771, por lo que tenía ya 57 años. Su padre era natural del mismo lugar, también se llamó Fernando y posiblemente vivió en la misma casa que heredó su hijo, la cual reconstruyó hacia 1763 tras un incendio. Su madre era natural de Larrinbe, del barrio Mendibil. Estaba casado con Maria Josepha de Echeguren Zulueta, que era también de Amurrio, concretamente de Zabaleko. Era, por lo tanto, un amurriano prácticamente de pura cepa. Para entonces, año 1828, ya tenía una hija casada en Murga con Juan Francisco de Salazar Landaburu, a quien llamaban “Zentella”. Tuvo, además, una hija casada en Lezama, otra en Laudio/Llodio y a Isidra, que se casó con Manuel de Arberas Landaburu y posteriormente con Valentín de Aldama Zulueta, todos ellos de un cierto poder adquisitivo -dentro de los límites de los labradores propietarios, claro está-. De hecho, Dionisio de Aldama Aldama fue hijo del segundo matrimonio de Valentín tras la muerte de Isidra. En resumen: Fernando de Aguirre «Godoy», labrador y arriero, era un hombre con «posibles», bien considerado y situado en el escalafón social del Amurrio de la época.

Es posible también que fuera un poco conflictivo, quizás altivo. Por si fuera poca cosa la furibunda reacción al incidente del caballo, respondió con cierta soberbia a las justicias cuando presentó su defensa en el caso. Además, unos años antes había sido denunciado por desacato por insultar a Félix de Aldama cuando era alcalde, en un pleito que llegó hasta la Chancillería de Valladolid. Es de pensar que recibió su mote de Manuel Godoy, el que fuera célebre y polémico primer ministro de Carlos IV. Quizá fue defensor del mismo, quizá fue un furibundo detractor, lo cual sería más probable que lo primero, quizá recibió su mote por cualquiera de los insospechados motivos por el cual ponemos a una persona un mote que le acompaña toda la vida hasta sustituir su nombre verdadero.

Desgraciadamente, no sabemos quiénes fueron sus 6 acompañantes. De lo que no hay duda es que se comunicaban en castellano, no en euskera. Uno puede hacerse muchas preguntas al respecto: ¿hablaron en castellano para no ser entendidos por los posaderos? No resulta verosímil. ¿Sabían euskera? Y, si era así, ¿por qué no lo hablaban entre ellos?

El problema es nuestro desconocimiento de la identidad de todos los carreteros para determinar el origen y circunstancias de cada uno de ellos. La cronología sobre el momento en que el euskera se dejó de hablar en Amurrio se sustenta en datos aislados, generalidades, pero pocos asideros concretos. Se cree que la Guerra Carlista fue un golpe definitivo pero, siendo lugar de paso y un pueblo en el que se asentaron no pocos individuos procedentes de entornos no euskaldunes, no sería de extrañar que el castellano estuviera ya muy extendido con antelación. En todo caso, creemos que en la Tierra de Ayala el bilingüismo y la convivencia de lenguas fue algo más extendido de lo que creemos y persistente en el tiempo hasta el definitivo retroceso del euskera.

Como a veces ocurre en la actualidad, quizá alguno de nuestros carreteros no sabía euskera y por eso hablaban entre sí en castellano; un idioma que debían conocer aunque eso no resta para que alguno tuviera dificultades para expresarse en el mismo. Sin embargo, el testimonio es claro: el castellano era su vehículo de comunicación. Y lo sería de manera habitual. 

¿Eso excluye el conocimiento del euskera? En absoluto. Fernando, nacido en 1771, muy posiblemente lo sabría. Quizá otros también. De alguna manera debieron comunicarse con unos posaderos que no tenían ni idea de castellano, aunque no deja de ser cierto que debieron ser muchos los castellanoparlantes que, rumbo a Bilbao o de vuelta a Castilla y otros parajes, hicieron parada en dicha casa. Al fin y al cabo, siempre hay una manera de entenderse a la hora de prestar y recibir los servicios básicos.

Para finalizar, volvemos a aquella hija de Fernando que se había casado en Lezama. Se llamaba Josefa y contrajo matrimonio con Antonio de Arana Lezameta, del caserío Sautuko y propietario de varias casas más. En Lezama, según los testimonios históricos, el euskera se perdió más tarde que en Amurrio. Entre otros hijos, tuvieron una llamada Francisca, nacida en 1847. En el padrón de Bilbao de 1920 (sobre el que iremos aportando en el futuro más información para el estudio de la historia del euskera en la comarca), Francisca se declaraba euskaldun, al igual que dos de sus hijos, habidos con un hombre natural de Zuaza, y un sobrino natural de Durango. ¿Era su lengua materna, que había conservado, o la había aprendido en los largos años que estuvo viviendo en Bilbao? Ambas hipótesis son plausibles. Desgraciadamente, poco más es lo que se puede hacer con los testimonios disponibles. Seguir investigando para obtener un cuadro lo más completo posible.

 

 

FUENTE PRINCIPAL:

Archivo Foral de Bizkaia: Judicial, Corregidor, Criminal, JCR0999/001

Un confesor euskaldun en Orduña (1810)

En el contexto de la ocupación francesa y el nombramiento de José, el hermano de Napoleón Bonaparte, como rey de España, a lo que siguió la llamada Guerra de la Independencia, el 8 de febrero 1810 fue nombrado gobernador de Bizkaia un tal Pierre Thouvenot. Bajo este gobierno quedaba no solo el Señorío de Bizkaia sino también las provincias de Araba y Gipuzkoa. Fue la primera vez en la historia que los tres territorios vascos estuvieron unidos bajo un mismo gobierno.

El control de los gobiernos provinciales por parte de los franceses motivó numerosos cambios ya que, por primera vez, se tomaron ciertas medidas liberalizadoras. Uno de los principales campos de acción fue la situación de la Iglesia: se investigó acerca de los diezmos, los patronatos, los beneficiados que había en cada parroquia, etc.

Por ello, en la primavera de 1810 la ciudad de Orduña remitió al Consejo de Provincia de Bizkaia varios informes sobre la situación del clero en dicho lugar. Uno de ellos consistía en una relación de 9 “ex religiosos” que residían en la ciudad y se realizó el 3 de mayo de 1810. La mitad de los mismos eran naturales de la misma ciudad y residentes en ella en aquel momento, si bien tenían plaza en conventos de otros lugares. El resto eran religiosos pertenecientes al convento de San Francisco de Orduña, de origen vizcaíno excepto un alavés de Bóveda.

Uno de ellos era Juan de Zorroza, natural de Morga de 28 años y Lector de Moral en el citado convento de San Francisco. De este sacerdote se dice que tenía licencia del Corregidor y Diputados Generales que fueron del Señorío para residir en esta ciudad y “confesar en Bascuenze por no haber otro que sepa dho Ydeoma”.

En primer lugar, deducimos que, cuando afirma que no hay otro que supiera euskera, se refiere a los sacerdotes que ejercían como tales en la ciudad y no a la totalidad de religiosos de la ciudad, ya que se antoja improbable que sus compañeros vizcaínos del convento, naturales de Garai y Durango, no supieran euskera.

¿Quiénes eran aquellos sacerdotes que desconocían la lengua vasca? Por aquel entonces, según se dice en otra relación, en Orduña había 14 beneficiados, 8 de entera ración y 6 de media. El Beneficiado era el sacerdote que percibía rentas de una iglesia concreta, aunque no servía en ella necesariamente, pues podía delegar en un vicario. Los 14 tenían asignada la «cura radical» de almas, es decir, las funciones habituales de un párroco o sacerdote, pero en 1810 solo lo ejercían tres: Manuel de Herrán Baquedano, Marcos de Mendibil Bardeci y Rufino de Gabiña Ayo, todos naturales de la misma ciudad de Orduña.

La mitad de los beneficiados no ejercían la cura de almas debido a su avanzada edad o ciertas indisposiciones pero ayudaban en lo posible en el quehacer diario de la vida espiritual de la ciudad. Eran Agustín de la Torre Elexaga, Bernardo Cristobal Jiménez Bretón, Juan Maria de Barcena Aldama, Andres Joseph de Oribe Landa, Jose Felix de Landa, Cayetano Leal de Ibarra y Norberto de Murga.

Finalmente, los cuatro beneficiados restantes estaban fuera de la ciudad, atendiendo en cargos más importantes, por lo que ejercían por ellos los capellanes Manuel de Furundarena Zubiaga, Galo José de Mendivil Amirola, Vicente de Echeguren y Manuel de Bringas.

Recapitulando el texto mencionado, el franciscano José de Zorroza tenía licencia para confesar en euskera a los feligreses orduñeses porque no había ningún sacerdote en su parroquia que lo supiera. Por lo tanto, debemos entender que ni los tres beneficiados que ejercían la cura de almas ni los capellanes sustitutos conocían la lengua vasca. Los beneficiados ancianos que ya no ejercían quizá están excluidos de esta afirmación por no realizar ya su función de confesores.

Este dato apunta en un doble sentido. Por un lado, que el euskera no era lengua común en la ciudad a mediados del siglo XVIII, momento en que los citados sacerdotes nacieron en ella. Algunos de ellos eran de familias procedentes de localidades próximas que continuarían siendo euskaldunes por aquel entonces pero no habrían transmitido la lengua a sus hijos ya nacidos en Orduña. Recordemos también que aquellos hermanos sacerdotes de Luiaondo que en 1817 protestaban porque habían llegado frailes que predicaban en euskera (lengua que, según ellos, era desconocida por muchos mientras que eran pocos los que no sabían castellano), Juan Pablo y Canuto de Olamendi Marcuartu, habían nacido en 1785 y 1787 en la ciudad de Orduña de padres naturales de Lendoñogoiti y Luiaondo y, al parecer, desconocían el euskera.

Por otra parte, el hecho de que se concediese licencia a un fraile francisco para que confesase en euskera en la ciudad nos muestra la necesidad de dicho servicio: en 1810 habría en Orduña gente que solo podía ser escuchada en confesión en euskera, ya que de lo contrario no se habría pedido licencia alguna. ¿Eran exclusivamente foráneos los que tenían esta necesidad o también algunas familias locales mantenían el euskera como lengua materna y única? Hemos visto cómo los sacerdotes, naturales de la misma ciudad y nacidos en familias de clase media-alta, no conocían el idioma. Es posible que familias locales de baja extracción social conservaran la transmisión del idioma en la misma ciudad y probablemente el euskera seguía vivo en alguna de las zonas rurales en jurisdicción de la ciudad, pero posiblemente la presencia de vizcaínos y guipuzcoanos en la ciudad, así como de individuos de las zonas alavesas más próximas donde aún se hablaba euskera, sea un factor explicativo de primer orden para ello.

FUENTE:

Archivo Foral de Bizkaia: Administración de Bizkaia: Gobierno y Asuntos Eclesiásticos, AJ00190/004

 

 

Una Cuestión de Honor

Los rumores, muchas veces infundados, suelen circular por los pueblos como alma que lleva el diablo. Imaginemos cómo debían ser las cosas en un tiempo sin teléfonos, internet ni televisión, pero en el que el honor y la honra de la familia lo eran todo. Hasta el punto de que, por un rumor, las familias se embarcaban en costosos pleitos que podían diezmar seriamente la economía de la casa.

Hoy tratamos acerca de un pleito por difamación en el que se trató tanto sobre el origen del rumor como de la veracidad del hecho del que se hablaba. Lamentablemente, la lectura del documento presenta ciertos problemas para ser leído correctamente, por lo que no lo conocemos en su totalidad. A pesar de todo, aparecen datos interesantes.

Es, por tanto, un conflicto entre dos familias.

Por un lado, los URRUTIA del caserío Urrutia de Abajo o Urrutiabiasko del pueblo de Astobiza. Aparecen Maria de Urrutia Zubiaga, joven de unos 18 años, y su padre Joseph de Urrutia Lezameta que es el querellante en nombre de su hija.

Por el otro, los AGUIRRE del barrio Ugazi, donde tenían una casa en jurisdicción de Gujuli, que aquí llaman “la venta de Altuve”. De ella era Manuel de Aguirre Aulestia, de unos 19 años; su hermano Juan Bautista, que estaba casado en segundas nupcias con Maria Antonia de Orue Echeguren, de 25 años y tabernera; y su padre Juan Bautista de Aguirre Izarra, de unos 60 años, carbonero y entonces casado en segundas nupcias con Maria de Barcheguren.

Ambas familias no solo vivían muy cerca sino que además estaban emparentadas: Domingo de Aguirre Izarra estaba casado con Antonia de Urrutia Lezameta. Por lo tanto, los padres de los implicados eran cuñados. Antonia fue protagonista en el caso, y su casa también tuvo su papel. Por entonces, vivían en Astobiza como arrendatarios, seguramente en alguna de las casas de la Torre de Astobiza.

 

El pleito comenzó a principios de 1746 cuando Joseph de Urrutia denunció a Maria Antonia de Orue por, supuestamente, haber propagado el rumor de que Manuel de Aguirre había dejado embarazada a su hija Maria. Para probarlo, los URRUTIA decían que en las fiestas de Carnestolendas Maria Antonia había ido a casa de Domingo y Antonia ya que Manuel se había ausentado de casa y había pasado allí la noche (recordemos que eran sus tíos). Allí habría preguntado a Antonia a ver si era cierto que su sobrina Maria estaba embarazada y aquella le habría respondido: “Mari Anton, que esa no es muchacha de esos tratos y así por amor de Dios no digas esas cosas”.

Otra prueba que aducían es que Maria Antonia le habría dicho a Miguel de Otegui Arana que “nuestro Manuel se casa con Maricho la de Urrutia”. Miguel era un guipuzcoano natural de Bidania que habitaba en la rueda de Urkillo y, además, era yerno de Domingo y Antonia.

Maria Antonia de Orue lo negó todo.

También contaban que el padre de Manuel habría hablado del tema cuando estuvo haciendo carbón en el punto “que llaman inurguizorros” del monte de Altube con un hombre al que llamaban “buruzi” o “buruzuri” y cuyo nombre Juan Bautista decía no saber. Realmente, se trataba de un tal Juan de Berganza que era natural del barrio del mismo nombre y que al parecer huyó al monte para no declarar en la causa.

A pesar de que Juan Bautista declaró haber dicho que no hacía caso de esas habladurías, se le acusó de haber comentado el tema también a Joseph de Aspiazu Elorza, vecino en el mismo barrio de Ugazi, guipuzcoano de origen.

Otro argumento, que presentaron más adelante, sería que el 1 de marzo Manuel habría dicho a Juan de Murga, vecino en la casa de Urrutia de Arriba, que su padre le “echó a perder” al decir que había dejado embarazada a Maria sin ser cierto. Sin embargo, al ser interrogado al respecto Manuel afirmó que aquello solo lo dijo porque había escuchado que su padre le dijo a un carbonero llamado “buruzuri” que Maria estaba embarazada de el, pero que no había oido tal comentario a nadie de su casa.

De hecho, los Urrutia decían que fue Maria de Portillo, la mujer de Murga, la persona que comunicó a Maria “lo que de ella se dezía en el pueblo y que lo había oido decir” a la familia de Juan de Aguirre. A pesar de lo cual la propia Portillo dijo después que la difamación había partido desde los mismos Urrutia.

Otra parte importante del pleito trató sobre los hechos que habrían dado pie a los rumores de embarazo. Los Urrutia decían que un día por la noche Manuel salió de casa de sus tíos tras Maria, siguiéndola hasta el término de “vasochi”, donde la derribó y la habría forzado persuadiéndola mediante palabra de matrimonio. También decían que poco tiempo después pasó una noche en casa de Maria y quiso gozarla, y que le salió al encuentro en el puente de Urkillo y en el castañal de Zubinto un día de fiesta, ofreciéndole casarse con ella.

La versión de Manuel es, sin duda, más rica en detalles. Afirmaba que salieron de casa de sus tíos Domingo y Antonia sobre las 11 de la noche después de estar pelando borona en compañía de Maria, Andrés de Urrutia Larragorri (un primo de Maria de 18 años), Juan de Murga Ugarte (otro joven residente en el barrio Urrutia), el pastor que guardaba el ganado propiedad de la Torre de Astobiza y otras criadas de la Torre, cuyos nombres y apellidos dijo no recordar.

Según su versión, habían salido cantando y danzando, y fue por ello que les acompañó en vez de tomar directamente el camino de su casa. Llegaron al lugar de Basochi, se sentaron en el camino y empezó a retozar con Maria. Afirmó que la agarró por los hombros y la echó hacia atrás, cayendo los dos, pero no se puso encima, ni la dijo que se casaran ni nada más. Esto habría ocurrido en el manzanal de la Casa de Astobiza, a la vista de los demás y no escondidos, como decía la acusación. Después, cada uno se había ido a su casa.

Negó del mismo modo haberle citado en Zubinto ni en Urkillo, si bien en este lugar se la encontró en el puente una tarde que volvía de Baranbio, sin que se detuviesen a hablar.

Manuel presentaba como prueba a su favor el haber reconocido en casa de su tía Catalina de Berganza, en presencia de varios carboneros cuyos nombres no recordaba, que no tenía ninguna obligación que cumplir con Maria de Urrutia.

Admitió que el día de San Pedro le regaló a Maria un cordón de seda, pero no como palabra de casamiento, sino que compró cuatro cordones en la feria de Quejana de los cuales dio dos a Nicolasa, criada de la Torre, otro a su prima Teresa de Aguirre Urrutia, y el cuarto a Maria, sin otro motivo que conocerlas.

Por último, negó que hubiera dicho en la “tauerna de oyardo” a Pedro de Olarte Murga, también vecino en Ugazi, donde estaba dicha taberna, que Maria le obligaba a casarse, aunque admitió que en un día de fiesta habló con el en dicho lugar.

 

A partir de aquí la lectura del documento se complica.

Desconocemos cuál fue la sentencia final del pleito.

Solo podemos decir que desconocemos qué fue de Maria.

Manuel se casó una década después con Josepha de Otegui Aguirre, hija de Miguel el molinero y de una prima de dicho Manuel.

 

Por último, este documento contiene un interesante dato lingüístico. Y es que Joseph de Urrutia nombró un intérprete, ya que afirmaba que la mayoría de los testigos nombrados ignoraban “el castellano siendo como son vizcaínos (…) en lenguaje”. Este intérprete fue Joseph de Guinea Basterra, natural del barrio Zulueta e Lezama y vecino de Ynosu (sic), “inteligente en ambas lenguas”. Los testigos que conocemos, que según lo dicho serían todos o la mayoría euskaldunes, fueron Francisco e Ignacio de Alcorta, Miguel de Otegui, todos ellos de origen guipuzcoano, pero también Antonio de Guinea, Antonio de Aguirre, Pedro de Ugarte, Gabriel de Aspuru o Francisco de Isasi, nativos de la zona.

FUENTE: Real Chancilleria de Valladolid, Registro de Ejecutorias, Caja 3209, 49

Euskara Aiarerrian XIX. mendeko hasieran (I)

1926an, Aita Barandiaranek “Pueblos de Álava por vicarías” dokumentua aurkitu eta argitaratu zuen. Duela urte batzuk, Angel Ibisatek frogatu zuen dokumentua Lorenzo Prestamerok idatzi zuela 1803. urte inguruan.

Honetan, Zuia, Urduña, Aiara, Orozko eta Tudelako Bikariotzeetako herriak euskaldunak zirela esaten zen, zeinetan alferrik izango ziren “el idioma bascongado” ez zekiten apaizak. Artziniega eta inguruko herriak (Santa Koloma, Mendieta, Retes de Tudela, etc.) barne.

Ez dugu uste herri hauetan euskara ohiko hizkuntza izango zenik une hartan, nahiz eta euskaldun batzuk egotea posiblea den. Seguraski Prestamerok euskararen garrantzia puztu zuen bere argudioak indartzeko: hau da, erregetzak ezin zuela apaiz kanpotarrak izendatu, herriarekin loturak zituztenen ordez.

2008an Henrike Knorrek Prestamerok garai horretan idatzitako beste dokumentu bat argitaratu zuen, Wilhem Von Humboldt jakitunari zuzendutako gutuna, hain zuzen. Pentsatzekoa da oraingo honetan informazioa ez zela baldintzaturik egongo. Ez zegoen horretarako zergatia.

Dokumentu honetan herriak Koadriletan sailkatzen dira, ez Bikariotzetan. Aiarako Koadriletan “se habla bascuence y se hace mayor uso del romance”. Nola ulertu behar dugu esaldi hori? Euskara gaztelania baino gehiago mintzatzen zela? Gaztelaniaz lehen baino gehiago egiten zela? Arrastaria, Urkabustaiz, Zigoitia, Zuia, Ganboa, Iruña, Barrundia eta Asparrenaren kasuetan bakarrik esaten da: “bascuence y castellano”. Eta gauza bera gertatzen da Artziniegan.

Beraz, posiblea da Prestamerok lehenengo dokumentuan euskararen garrantzia puztu izana, baina bigarrenean argi geratzen da euskara euskalde osoan hitz egiten zela, Artziniegan ere bai. Urte horietan, Eugene Coquebert de Montbret frantsesak Artziniega, Urduña eta Aiara sartu zuen euskaldun lurraldean. Eta Manuel de Llano merkatari arabarrak 1807an Aiaran eta Artziniegan euskera eta gaztelania herri guztietan hitz egiten zela esan zuen.

Baina, aldi berean, gaztelaniaren presentzia ezin da ezkutatu. Eta leku askotan ez zen pasadizozko presentzia izaten, izan ere Aiara Herriko mendebaldean desagertzen ari zen, belaunaldi arteko transmisioa eten egin zelako. Baina kontuan hartu behar da hori ez dela bat-batean eta aho batez gertatzen, prozesua hasten denetik azken euskaldunak desagertzen direnerako hamarkada batzuk pasatzen ziren.

Euskaldun elebakarrak

Ezaguna da euskara XX. mendeko hasieran desagertu zela Baranbion. Beraz, 1800. urtearen inguruan herri horretan euskara nagusi izatea ez da batere harrigarria. Espero zitekeena da, besterik ez. Baina egoera hori ziurtatzen duen daturen bat topatzea atsegina da beti eta merezi du azaltzeak.

XVIII. mendeko azken urteetan, Baranbioko auzokoak apaiza euskaldun baten bila hasi ziren. 1795ean, herriko kontzejuak ahalorde bat egin zuen Miguel de Madariagaren alde“[para] que hallase sacerdote secular o religioso que tuviese licencia de confesar y fuese bascongado”, Pedro Jose de Aldama benefiziodunak oraindik apaiza ordenatuta ez zegoelako. Azkenean, bere lekua betetzeko fray Gregorio de Arana, Durangoko agustindarren komentuko erlijiosoa, hautatu zuten. Beraz, euskara jakitea derrigorrezkoa izango zen Baranbion apaizen betebeharrak betetzeko. Horregatik, pentsa dezakegu Pedro Jose de Aldama benefiziodunak ere euskalduna izango zela. Hau 1772an jaio zen Amurrion dagoen Aldama auzoko Andiko Abajo baserrian.

Baina, dirudienez, soluzio hura ez zen behin betikoa izan. Horrela, 1804an Baranbioko parrokiako eliztarrak beste apaizen bila hasi ziren: “a causa de hallarse vacante uno de los tres beneficios de dha Yglesia se vieron precisados a buscar servidor que la sirviere en el señorio de Vizcaya y estas inmediaciones que supiese la lengua e idioma vascongado por la grave falta que había y no obstante de las eficaces diligencias que practicaron, no hallaron sacerdote vascongado que hiciese dho servicio por cuio motibo se balieron de los Beneficiados de la Yglesia del Lugar de Lezama”. Gero, Manuel de Isasi presbitero orozkoarra elizako benefizioa zerbitzatzeko prest zegoela esan zuten, “en atención a estar ynstruido en la ideoma y lengua vascongada”. Dokumentu honetan, behin eta berriro azpimarratzen da euskera jakitea Benefizioa zerbitzatzeko ezinbesteko baldintza zela; ondorioz, apaiza erdaldun bat ezgaia izango litzateke bere lana behar bezala egiteko, Baranbioko eliztarrek gaztelania jakingo ez zutelako.

Baina, zer gertatzen zen Baranbio ondoko herrietan? Aurreneko testuan esaten da apaiz baten bila ibili zirela Bizkaian eta “estas inmediaciones”en. Baina ez zuten bat ere aurkitu, hortaz, Lezamako benefiziodunak izan ziren Baranbioko elizan zerbitzatu zutenak. Hauek ere euskaldunak izango ziren baina hori ez da nahikoa herri horretan ere zerbitzatzeko euskalduna izatea beharrezkoa zela baieztatzeko. Urte haietan, Lezamako benefiziodunak Manuel Bautista de La Fuente, Francisco de Olamendi eta bere iloba Juan Angel de Lezameta, Pedro de Viguri, Ignacio eta Domingo Lorenzo de Perea anaiak ziren; guztiak lezamarrak, La Fuente izan ezik, Aloriakoa zena.

Dena den, Lezaman, garai horretan, egoera linguistikoa antzekoa izango zen. 1798an Maria de Mendieta Munibek (58 urte, ezkongai, Ibarreko baserrian jaioa) testamentua egin zuen Geronimo Xabier de Arana notario lezamarraren aurrean. Aranak hau idatzi zuen testamentuan: «[fue llamado] a instancia de Maria Mendieta a efecto de que autorizase su ultima y postrimera voluntad mediante se hallaba gravemente yndispuesta y para quanto lo puediese executar en quanto la hera posible a causa de la torpeza de su lengua y hideoma bascongado, sin embargo de entenderla lo que se esplicaba y ablaba me vali de Maria de Larragorri, mujer legitima de Juan de Yarritu, y Maria Cruz de Gurbista, que lo es de Domingo de Yarritu sus convencinos para que respecto su comunicación frecuente que con ella han tenido la hicieran las preguntas concernientes a su ultima voluntad a mi presencia y me lo expresasen; y habiendo dado principio dichos ynterpretes…”. Argi eta garbi esaten da Maria de Mendietak euskera gaizki hitz egiten zuela, eta horregatik interpreten bidez komunikatu zuten testamentugileak eta notarioak. Zergatik Aranak ezin zuen emakumeak esandakoa ulertu? Mariak euskara ez zekielako? Noski ezetz. Aranak, notario guztiek bezala, gaztelania ondo baino hobeto zekien. Hura zen idazteko erabiltzen zen hizkuntza. Mariaren euskara traketsa zen ez berak hizkuntza ondo ez zekielako, baizik eta hitz egiteko arazoak izango zituelako, gaixotasun edo patologia baten ondorioz. Horregatik itzultzaileak bi emakumeak izan ziren, berarekin mintzatzeko ohituak zeudenak eta ulertzen ziotenak. Testamentuan agertzen diren guztiak Lezaman jaio ziren eta, ikusten denez, euskaraz egiten zuten. Pentsatsekoa da euskara oraindik osasuntsua zegoela eta, seguraski, gehienek zekiten hizkuntza bakarra zen.

Euskararen egoera XVIII. mendeko bukaeran Aiarerrian

XVIII. mendean zehar, euskarak atzera egin zuen Aiara Herrian. Gure lurraldeko euskararen lekukotasunik ezagunenetarikoa Pedro de La Lastra apaizak 1775eko apirilaren 25ean egindako sermoia da, Etxaurreneko santutegia berreraiki zenean. Hona hemen La Lastraren hitzak: “… se apareció sobre un nogal o nogala, que por eso se llama o intitula Nuestra Señora de Chaurren, voz o palabra Vascongada, que traducida al castellano, que nosotros usamos oy en día, Chaurren quiere decir Nogal o Nogala, que cuando se apareció la santa Imagen, según tengo percibido, se hablaba la lengua Vascongada en todo Ayala. Y, aunque hoy en día no se usa, se mantiene y conserva la voz Chaurren…”. Apaizak hizkuntzaren erabilerari buruz idazten du; gaztelania “gaur egun erabiltzen dugun” hizkuntza da, baina euskara “ez da gaur egun erabiltzen”. Agian, hitz hauek aldaketa duela gutxikoa zela esan nahi dute, hau da, zaharrenek oraindik euskara zekiten, nahiz eta ez erabiltzen. Ohikoa izan zen egoera hori euskararen desagerpenaren prozesuan.

Izan ere, Aiara guztiz euskalduna izan zeneko oroimena susma daiteke apaizak “según tengo percibido, se hablaba la lengua Vascongada en todo Ayala”  esaten dueneanBaina zer esan nahi du La Lastrak? Aiara osoan gauza bera gertatu zela, hau da, Aiara osoan gaztelaniaz mintzatzen zela, ala barruti txikiago batean bakarrik? Gure ustez, Menoion euskara nagusi ez bazen 1775. urtean, Erbi, Ozeka, Lanteno eta mendebalderago dauden herrietan ziur aski ere ez. Baina datu gehiagoren faltan ezin dugu esan Menagarain, Arespalditzan edo Sopeñako herrietan zer gertatzen zen. Barrenengoak Izoria ibaitik mendebalderago euskara desagertzear egotea litekeena zela uste zuen. Baina, jarraian ikusiko dugun bezala, euskara hizkuntza nagusia zen oraindik iparralderago dagoen Okondon.

Pedro de La Lastrak euskera jada erabiltzen ez zela esan zuen urte berean, Okondon Jose Paulo de Ulibarri euskaltzale ezaguna jaio zen. Berak adierazi zuenez, jaio zenean, Okondo guztiz euskalduna zen eta haranean euskeraz irakasten zen bi eskolak zeuden, apaizak zuzenduta, eta beste batean gaztelaniaz irakasten zen. Beraz, Okondon euskara osasuntsu zegoen XVIII. mendeko amaieran.

Beste aldetik, noizean behin toponimo edo hitzen itzulpenak aurki ditzakegu dokumentu zaharretan. Adibidez, 1770an Amurrioko 34 urteko bizilagun batek deklarazio batean Arkotxari “lo llamaban así por tener de señal una peña” esan zuen. 1773an beste amurrioar batek esan zuen: “el monte comunero descrito es llamado Basogalanta que quiere decir monte hermoso”. Baina, nor izan zen toponimoak itzuli zituena? Deklaratzailea edo notarioa? Eta zergatik itzuli zituen? Argiago ikusiko dugu problematika hau hurrengo adibidearen bidez. 1783. urtean, Lezamako Geronimo de Arana notarioak Lezama eta Baranbio arteko apeo baten notario-eskritura egin zuen. Gaztelaniaz, noski, dokumentu guztiak bezala. Notario-eskritura honetan bi herrien arteko muga nola aztertu zen kontatzen da, mugarri bakoitza non zegoen eta tokiaren izena esanez. Beraz, toponimo asko agertzen dira eskritura honetan, eta guztiak euskal egitura daukate. Hauetariko bat Atxagan zen, eta Aranak argitu zuen: “que en el ydeoma castellano significa lo mismo que sobre la peña”. Euskaldun batentzat, Atxagan izena ez da dokumentu honen agertzen diren besteak (Iturrigorri, Aranbaltz, Intxaurtxueta edo Amairukastañeta) baino ulertezina. Zergatik itzuli zuen toponimo hau notarioak, hau bakarrik eta ez beste edozein bat edo guztiak? Egia esanez, ez dugu uste honen atzean arrazoiren bat egongo denik, eta agian ez dago arrazoia bilatzeko beharrik. Mota honetako testigantzek notarioek edo testuak idazten zituztenek euskara ezagutzen zutela esaten digute. Ondorio gehiago ateratzea urrunegi joatea izango litzateke.